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Las caras de la autovía

Las caras de la autovía

LEYENDAS DE AQUÍ ·

El monumento en homenaje a las víctimas del terrorismo no lo es; a cambio están quienes construyeron la carretera

Aser Falagán

Santander

Sábado, 10 de julio 2021, 15:50

Sabes qué es eso? ¿Quiénes son esas caras? Cualquiera que atravesara el tramo de la A-8 entre las salidas de Cabezón de la Sal y Comillas, para más señas en el kilómetro 247,3, se hizo durante unos años aquella pregunta. Allí un extraño monumento, una especie de monolito cilíndrico, alberga protegidas en metacrilato infinidad de rostros; de imágenes, de fotografías de carné colgadas en su interior como testigos de infinidad de encuentros efímeros; de gente permanentemente de viaje. Situado en un área de descanso durante mucho tiempo inacabada, no se podía leer la leyenda ni acceder a su interior –ahora sí es posible–. Así fue como se gestó la leyenda.

«Es un homenaje a las víctimas del terrorismo, y las fotos son de gente que murió en un atentado», es una de las versiones más habituales. No es la única. Hay teorías y fabulaciones de todos los tipos. O al menos muchas personas se preguntaban qué era aquello; incapaz de vislumbrar el objeto de una estructura muy visible desde la autovía.

No es un una construcción antigua. Se inauguró en abril de 2002, coincidiendo con la del penúltimo tramo cántabro de la A-8. Más de diez metros de imágenes salpicadas en el corazón de un monolito traslúcido y circular que desde entonces invitó a eso: a interrogarse sobre quiénes son los dueños y las dueñas de aquellos rostros; qué circunstancias o méritos los llevaron allí. Cuales eran sus nombres, si tenían hijos, amigas, hermanos. Si se hicieron esa fotografía en un momento feliz o les contrató un bando de imágenes. La espiral que circunda el enorme cilindro, construida a base de palabras engarzadas por dos nervios metálicos, también invita a la explicación más extendida. «Lágrimas negras», es lo que se puede leer sin dificultad. En plena autovía, tampoco conviene distraerse o deducir la velocidad para leerla completa, en especial para quien vaya conduciendo.

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La intervención debía adornar o servir como referencia de un área de descanso, de modo que los viajeros tuvieran entretenimiento mientras estiraban las piernas. El problema es que esa área se construyó casi dos décadas después sin que se pudiera, por lo tanto, visitar el monumento de cerca o más allá de ese momento fugar del paso a la carrera. Y claro, eso alimentó el enigma sobre una estructura que tal vez vista más de cerca se pueda interpretar con más facilidad, pero que a más de cien kilómetros por hora solo invita a la curiosidad de preguntarse quién será toda esa gente.

Las cuatro frases labradas en la espiral que lo rodea dicen: «Estómagos obligados con lagrimas negras», «Más allá de los de la irremediable indiferencia», «Y más allá del olvido, de la persistente caída» y «Más allá de los bulevares y del barro ausente». Todo un guiño al surrealismo y a las construcciones oníricas.

Más allá de la leyenda sobre las víctimas del terrorismo, también se gestó otra explicación que hablaba de personas accidentadas o que perdieron la vida en la carretera; como una especie de advertencia al viajero para que conduzca con prudencia.

Pero sepan ustedes que aunque el mito se construyera con tanta rapidez como consecuencia –y así lo explica la teoría del rumor– de la poca información al respecto y la dificultad de acceso a ella, la realidad es mucho más sencilla, prosaica e incluso agradable.

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El popularmente denominado 'Monumento de las caras' tiene como verdadero título 'Encrucijada', y fue un encargo de Fomento al artista cántabro Daniel Gutiérrez Adán, que con él trataba de simbolizar la herramienta de encuentro y convivencia, o al menos de conocimiento recíproco, de los caminos y carreteras. De ahí que se muestren rostros de diferentes edades, sexos y etnias. Un monumento pensado desde un principio para un área de descanso. El problema es que el área tardó muchísimo en construirse.

Precisamente por eso se incluyeron fotografías de personas de diferentes edades, razas y sexos, en un guiño y homenaje a la diversidad y a la riqueza de los encuentros de culturas. Más allá de que no son víctimas ni del terrorismo ni de la carretera, los nombres de esos rostros con los que se corresponden las fotografías poco importa, o al menos nadie parece que se haya molestado en preguntarlo. Pero permítanme que les cuente un secreto: entre ellas están las de aquellas personas que construyeron ese tramo, en un guiño de la empresa y la administración hacia todas ellas. Un poco como aquellos canteros que tras trabajar en una iglesia y catedral recibían el permiso de esculpir una gárgola a modo de su particular firma. Y esto último no es una leyenda urbana.Se lo prometo.

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