Un día en 'la ciudad' Valdecilla
Especial 90 aniversario de Valdecilla ·
El relato de una jornada en el hospital supone una enumeración de historias humanas y un enorme montaje organizativo para responder a todas las necesidadesSecciones
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Especial 90 aniversario de Valdecilla ·
El relato de una jornada en el hospital supone una enumeración de historias humanas y un enorme montaje organizativo para responder a todas las necesidadesTiene palpitaciones y protesta entre dientes porque quiere que la miren rápido. Llamó por teléfono a su hijo, que se fue a por ella a la carrera. Directo de la cama, con la camisa de ayer. Detrás, en la cola, una anciana le pide a la celadora que está en Urgencias que llame a su chaval, que está en Bilbao y con el teléfono ella y su marido no son capaces de escucharle. Es un miércoles. No hay demasiada fila. «Que está mi hijo venga a llamarme y no me escucha. Yo le oigo, pero él a mí no. ¿Le pueden llamar?». En ese momento entra una mujer en camilla que pasa por otra puerta sin guardar cola. Prioritario por su estado. A esa hora, por la entrada principal, la gente se cruza en la puerta. Unos –los que entran al hospital– llegan recién duchados. Otros, los que salen, con cara de haber dormido poco y la ropa arrugada.
–¿Qué tal le has visto?
–Ha pasado buena noche.
Conversación en una mesa de la cafetería. Café solo largo y los ojos caídos. «A ver si nos vemos, pero en otro sitio», se dicen dos conocidos que se topan en la bocana del aparcamiento. Uno lleva el periódico y dos sándwiches envueltos en papel de aluminio y metidos en una bolsa junto a una botella de agua de litro y medio. Arriba, en la sala de espera de la quinta planta, una mujer joven que arrastra un gotero se ha sentado junto a su madre mientras limpian su habitación y después de charlar con el médico. Ha salido a dar un paseo de pasillo, treinta metros como mucho, para quebrar un poco la rutina.
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Es el inicio del relato –basado en la descripción de un puñado de escenas reales– de cómo arranca un día cualquiera en Valdecilla. Desde la mirada de un paseante por el hospital. Porque un día en el centro puede contarse desde muchos prismas. El de un paciente, el de un sanitario, el del camarero de la cafetería, el del personal de limpieza... Cada uno de los habitantes en esta gran ciudad –por aquí se mueve a diario un número mayor de personas que la población del 90% de los municipios de Cantabria– puede escribir el suyo. 'Mover' Valdecilla a diario supone, sobre todo, gestionar una enorme organización.
El retrato genérico de una jornada en un centro que funciona las 24 horas podría arrancar en los instantes previos a la entrada en los quirófanos. A las siete de la mañana empiezan a preparar a los pacientes. A ponerlo todo a punto. Los traslados a cargo de los celadores, el trabajo previo de los radioterapeutas... Todo listo para las ocho.
A esa hora, en las plantas, se produce la reunión de trabajo en cada uno de los servicios. Un encuentro general en el que se repasa todo lo sucedido durante la guardia (en la tarde/noche anterior o durante el fin de semana, si es lunes). Luego, cada profesional (enfermeras, médicos, celadores...) repasan sus asuntos de forma concreta. Todo sigue un orden. Pasadas las ocho y media, desayunos. El turno para la administración de las medicinas. Los trabajos en la limpieza de las habitaciones y el aseo de los pacientes. Toca revisar constantes, sacar sangre, tomar la temperatura... Entre las nueve y las doce y media, más o menos, los médicos van pasando visita entre sus pacientes. A esa ronda le siguen –último tramo de la mañana– encuentros con familiares y hasta la valoración de lo que han visto antes de tomar decisiones. «Pasas, observas, hablas con el paciente y muchas veces necesitas un rato para consultar bibliografía, para estudiar lo visto y decidir», comenta un profesional. Esta parte lleva tiempo, puesto que, además, se redactan los «evolutivos» (cómo va evolucionando cada paciente con el paso de las horas), se preparan las recetas o las peticiones de análisis o pruebas y, llegado el caso, los informes de alta para los que se van para casa. Y, entre tanto, a la puerta de cada habitación llaman para decir que ya es la hora de comer (sobre la una y media). Carrito y bandejas.
Claro, en este engranaje rutinario del funcionamiento en cada planta se van engarzando otras muchas cosas. Al que va a ser operado le dejamos hace un rato (a eso de las ocho) en la zona de prequirófano. Preparándose. Pasados unos minutos empiezan las operaciones. Son dos o tres cirugías por quirófano cada mañana. Mientras se opera a uno, se prepara al siguiente y el paciente recién intervenido va después a la zona de reanimación antes de regresar a planta. «Hasta las tres, más o menos, aunque no es una hora fija porque dependen del tipo de intervención. Además es muy habitual que se prorrogue el uso de los quirófanos por la tarde y hay, de hecho, jornadas de tarde específica», explican desde dentro.
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La actividad en un lado, en otro... La 'ciudad' Valdecilla. A las ocho y media se cita a los pacientes para las primeras consultas. Ya saben, coches en la rotonda de Valdecilla Sur, aparcamiento a rebosar, taxis entrando y saliendo... Para darse cuenta de esa labor de coordinación, los médicos de las consultas llegan de esa reunión de primera hora en la planta. Actúan, de hecho, por parejas. Uno en consulta, otro en planta. Uno en quirófano, otro en planta. Pero ambos deben estar al tanto de todo. Lo que no le toque hoy le tocará mañana (en eso ayuda mucho actualmente la historia electrónica de cada paciente).
Transcurre la mañana en consultas. Paso por mostradores, «siga la línea azul», «mire es que yo venía»... Siguiente turno, siguiente cita. Se da hora entre ocho y media y dos de la tarde, «pero entre un 5 y un 10% de los pacientes citados no viene». Eso contrarresta lo que surge sobre la marcha desde Urgencias o de forma extraordinaria. Para hacerse una idea, los números ayudan. Son medias que hay que coger como tal, pero un médico atiende a unos doce pacientes al día en planta y a veinte en consulta, que termina en torno a las tres.
Sigue el engranaje. La interconexión entre todos los servicios. Planta, quirófanos, consultas... En los laboratorios tienen un pico enorme de trabajo a primera hora de la mañana. Ofrecer los resultados de todas esas pruebas que se van haciendo a los ingresados al empezar el día. La analítica urgente que llega a las ocho. «Es un pico enorme». Y luego llega «todo lo que viene de ambulatorio y de los centros de salud».
Picos hay también en Rehabilitación con los que llegan para su tratamiento. «Fisios o logopedas están mañana y tarde». O en Farmacia. Aquí hay que dar servicio las 24 horas. El gran trabajo es también de mañana, con el sistema informatizado para responder a la medicación que le toca tomar a cada uno desde primera hora. Pero, dentro de esa adaptación de todos entre sí, desde este espacio toca responder a las decisiones de los médicos a última hora de la mañana, con lo que hay que dejar todo listo para la tarde. Y más, porque tocará también estar atento a todo lo que pueda entrar a lo largo de la noche y a cualquier cosa que surja que no esté prevista.
Anatomía Patológica y sus autopsias, todas las pruebas que se encargan, el dispositivo de servicios auxiliares (la limpieza, la cafetería), las ambulancias que entran y salen, el trabajo del personal de administración, la atención en los mostradores, los establecimientos de la galería comercial... Todo está en el día genérico, en el relato de la jornada. Teniendo en cuenta, además, que todo (quirófano, plantas, laboratorio, farmacia, pruebas...) tiene que tener la capacidad de responder a las urgencias.
«Después de esa reunión de las ocho, tres días a la semana tenemos también sesión clínica», añade un médico resumiendo la jornada. Se trata de un breve encuentro para discutir casos interesantes o complicados, contrastar opiniones o repasar temas que pueden ser problemáticos. Y el jueves, además, «hay una sesión general de todo el hospital que se hace entre 08.15 y 08.45 horas». Más matices en el cuadro de horarios de cada día. «Y docencia», le replica un compañero que está a su lado acompañado por tres jóvenes con cara de estudiantes y bata blanca recién estrenada.
Obviamente, Valdecilla no para. Tardes y noches (de hecho, buena parte de los servicios trabajan con jornadas también de tarde de forma ordinaria, especialmente aquellos que responden a largas listas de espera). Como dicen ahora, «24/365» (24 horas los 365 días). Pero, si se trata de un relato general, se diría que a partir de las tres empiezan a diario las guardias. Las hay de dos tipos. Primero, las que implican una presencia física en el hospital. Estar allí, por turnos, incluyendo las noches. Las segundas son las denominadas «localizadas». El profesional está en su casa, pero debe estar localizable en todo momento y disponible para acudir con rapidez al centro en caso de necesidad.
Hay que hacerse a la idea y otra vez los números sirven para dibujar el conjunto. Una plantilla de unas 5.200 personas (que suponen al año, con bajas o sustituciones, unos 6.500 contratos anuales), a los que hay que sumar otros 650 de servicios exteriores, no clínicos. Un hospital con capacidad, llegado el caso, para unas 830 camas que ocupa una media de setecientas y que atiende unas 170.000 urgencias cada año. Y una marea humana de 13.000 personas a diario moviéndose por los pasillos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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