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A los clientes buenos, a los de las inversiones más cuantiosas y las ofertas de intereses más suculentas, les invitaban a subir a la planta de arriba en la oficina de Hernán Cortés. Al despacho del ahora investigado dentro de los servicios de banca ... minorista en el área de particulares. Iban de la mano de alguien que les aseguraba que estaba ganando mucho dinero o porque, de oídas, sabían que lo que allí ofrecían no lo igualaban en ninguna parte. Y ese mismo boca a boca que llevó a un buen puñado de inversores durante años a la sucursal de Novo Banco es el que ahora, una vez que El Diario Montañés ha publicado la historia de una presunta estafa millonaria, corre por una ciudad que es, justo, muy de boca a boca. «No ha habido cena en Santander este fin de semana en la que no se hablara un buen rato de este asunto», comentaba alguien que conoce muy bien la alta sociedad de la capital.
La presunta estafa vinculada a un exempleado de la sucursal cántabra de Novo Banco -que cerró en diciembre- y la investigación abierta desde la Fiscalía es un misil en la línea de flotación del Santander de toda la vida. El de familias de alto nivel que interactúan y se conocen. Que se mueven, además, en los mismos ámbitos. «Estamos en shock. Nadie se esperaba algo así», describe la misma persona que pronuncia la frase inicial. Por eso el asunto ha calado tanto en los últimos días. No es sólo el volumen de afectados -la última cifra que fuentes vinculadas al caso han revelado a este periódico es de 79-. Tampoco el montante económico en el que podría manejarse la investigación -en torno a los cincuenta millones de euros-. Es también abrir una caja de los truenos adelantándose a lo que determine la Justicia en forma de rumores, nombres de posibles víctimas y comentarios acerca del número final de investigados -por ahora, uno, aunque nadie descarta que pueda ampliarse- o su elevado nivel de vida. Tertulias privadas en el ámbito empresarial, en el judicial, en el financiero, en el de familias muy conocidas...
Esa cascada de murmullos que ha corrido este pasado fin de semana por la capital cántabra contrasta con el silencio casi absoluto que guardan los que ahora están preocupados por su dinero. Los clientes de banca minorista en el área de particulares que estarían afectados.
Su estrategia inicial -al menos, de muchos de ellos- es clara. Mantenerse en un perfil bajo, guardar silencio, tratar de que trascienda lo menos posible y, a la vez, intentar solventar el asunto agotando la vía de la negociación con el banco antes de acudir al juzgado. Es decir, recuperar discretamente todo el dinero posible. Tanto es así que alguno de los afectados de renombre ha negado la mayor, asegurando no estar en la lista de víctimas pese a que el resto de presuntos estafados le señala como tal.
Y hay otra sensación en una ciudad que, precisamente, basa parte de su filosofía en la fuerza de las relaciones personales y los buenos contactos. En los lazos derivados del apellido o de los vínculos familiares. La de que esta presunta estafa es un tiro en el pie a la confianza. «Ha generado bastante polémica y algunos clientes me han llamado al conocer la noticia», reconocía ayer un abogado de la región. Tanto antiguos clientes de Novo Banco como de otras entidades. Según explicaba, este asunto ponía sobre la mesa «directamente la fragilidad que pueden sufrir sus contratos». Algo basado, justamente, en la confianza con un asesor personal. «Si yo voy a un chiringuito financiero, tengo que poder comprobar la seriedad de ese chiringuito. Acceso a su auditor, al informe del banco de España o de la CNMV», comentaba ayer otro experto a este periódico.
El problema, según analizaban ayer en un corrillo, es que aquí se ha atribuido confianza «a alguien sólo por el hecho de ser conocido». Reconocible en la estructura de la sociedad santanderina. «Yo -confesaba días atrás uno de los afectados por las presuntas irregularidades- llevaba once años trabajando con ellos. ¿Cómo no iba a tener confianza?».
El suceso
Daniel Martínez Álvaro Machín
Daniel Martínez Álvaro Machín
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