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Todos confiaban en Jacobo

Todos confiaban en Jacobo

El exempleado de Novo Banco al que investigan por una presunta estafa se ganó la confianza de sus clientes, que destacan su alto nivel de vida

Jueves, 27 de febrero 2020, 06:54

Era un despacho pequeño con una ventana y vistas a la Plaza de Pombo. Contaba con un equipo informático de mesa y, a su lado, siempre encendido, un portátil. Así recuerdan algunos de los afectados el lugar en el que Jacobo Vidal les recibía. El sitio en el que les decía que todo iba bien. Todos, tarde o temprano a lo largo de la conversación sobre el exempleado de Novo Banco ahora investigado por una presunta estafa millonaria, deslizan la palabra «confianza». Esa es la clave. La inspiraba y se aprovechó de esa virtud para crecer como la espuma. El chico de familia bien santanderina que presumía de su olfato para las inversiones llevaba -hay una coincidencia general en los relatos- un tren de vida envidiable. Pero las inversiones no parece que fueran tan bien, como reconoció en Fiscalía el propio investigado al confesar -a su manera- los hechos. «Él -destaca una víctima como respuesta a esa supuesta confesión- nunca nos reconoció una pérdida».

Jacobo Vidal. Joven -poco más de cuarenta-, casado, con cuatro hijos y vendedor permanente de una imagen de éxito. Con formación económica y en finanzas, amante del deporte (surf, tenis o esquí), de la vida sana y de gustos sibaritas. Trabajó desde 2003 en la sucursal de Hernán Cortes que primero fue del Banco Espírito Santo y, después, de Novo Banco (la oficina cerró en diciembre). Dicen los que fueron sus clientes que manejaba buenos contactos y que sabía perfectamente cómo llegar y tratar a los inversores. Siempre diciéndoles lo que querían escuchar. Siempre bien vestido. De verbo fácil, les hablaba muy rápido y con mucha jerga técnica si el tema financiero estaba sobre la mesa. «Tan rápido que, a veces, no le entendías». Con la seguridad de quien aparenta ser infalible. «Algo endiosado». Eso, según una de las afectadas, se traduce ahora en que «se aprovechó de su vulnerabilidad y de la poca cultura financiera» de algunos de los que pasaban por el despacho de la primera planta de la oficina -a los que, insiste, «en ningún momento les dijo nada de cómo iban las cosas»-.

De hecho, hizo de su entorno personal un filón para ganar clientes. Las relaciones sociales son esenciales en una cartera de negocios. En la propia familia, entre los conocidos, entre los padres de alumnos del colegio religioso al que acudían sus hijos... Eso, y el boca a boca animado por una frase que ahora muchos repiten: «Lo que te conseguía Jacobo no lo conseguía nadie». En el Santander de siempre eso entró de lleno. Y, con todo eso, tejió una red de inversores de alto nivel en torno a su oficina muy centrada en familias santanderinas, en grandes empresarios locales, pero también con algunos buenos clientes de otras provincias que mantenían vínculos con la tierruca. Y, en paralelo, según puede comprobarse en el Registro Mercantil, hizo sus propias inversiones en empresas (en alguna tenía el cargo de consejero, por ejemplo). Las cifras que maneja la Fiscalía hablan por sí solas. Casi ochenta víctimas y un volumen de dinero en entredicho de unos cincuenta millones de euros.

Tanto a la Fiscalía -a la hora de poner en marcha la investigación tras conocer los hechos- como a muchos de los que le conocen, les llama la atención su alto nivel de vida. Ellos -los conocidos- dibujan los datos del perfil más personal de Jacobo Vidal. Con casa familiar en el municipio de Ribamontán al Mar, su día a día (residencia habitual) transcurría en una buena zona de Santander. Aunque cambiaba de coche con cierta frecuencia (lo último que le recuerdan es un todoterreno de alta gama y de edición limitada), por la ciudad solía moverse en moto.

Lo que más destacan, en todo caso, son sus habituales viajes. Muchos, para seguir las competiciones deportivas en las que participaban sus hijos (torneos de fútbol o campeonatos de esquí por numerosas estaciones invernales tanto nacionales como internacionales). En ese sentido, destacan los traslados hasta Suiza llevándose consigo al monitor con el que trabajaban habitualmente en España y, en los viajes familiares, también a una empleada del hogar. Ellos, en avión, porque los equipajes y el material viajaban por tierra en una furgoneta.

Surf en familia en Punta Cana, vacaciones en Maldivas o estancias en Ibiza (en las que contaba a los amigos haber alquilado un barco llamativo). Desplazamientos a Estados Unidos para asuntos personales con billetes de primera clase para el vuelo. También visitas frecuentes a Madrid. Entre otras cosas, porque en la capital reportaba sobre el estado de sus inversiones a algunos clientes. Citas periódicas. A la última que tenía prevista, el miércoles de la pasada semana, no acudió. Para esas fechas (el 13 de febrero declaró en la Fiscalía después de que su abogado acudiera a poner los hechos en conocimiento de la Justicia), ya no era fácil localizarle por teléfono (según dicen los clientes). Sólo mensajes cortos por WhatsApp («no puedo hablar») o un breve «la he cagado, pero no os preocupéis porque lo voy a arreglar» antes de colgar.

«De Jacobo no podíamos esperar algo así».

Los 178 folios de la Fiscalía que resumen por ahora el caso

El abogado de Jacobo Vidal fue el primero en acudir a la Justicia. Luego (el día 13), él mismo fue a declarar ante la Fiscalía que, con ese material, elaboró los 178 folios de diligencias informativas. Esa denuncia, para entenderse, fue la que se trasladó inicialmente al Juzgado de Instrucción número tres de Santander por asignación directa. Y allí ha acabado la causa finalmente, pero no antes de dar un curioso giro.

Porque, según pudo confirmar ayer este periódico, el número tres entendió inicialmente que no le correspondía llevarlo. No compartía el criterio de una asignación directa motivada por tratarse de un caso de «especial dificultad». Uno de los requisitos para que tenga esta consideración suele ser que la denuncia sea de más de quinientos folios (algo que no se da). Y, de hecho, la secretaría del decanato dio la razón al juzgado al entender que se trata de «un asunto simple».

Eso suponía que el asunto debía asignarse no de forma directa, sino aleatoria. Por sorteo. ¿Y saben a quién le tocó? Pues al tres, que finalmente será el que lleve el caso (ayer lo confirmó el juez decano) y el que previsiblemente llame a Jacobo Vidal a declarar en las próximas horas. Ese será el siguiente paso.

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