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El fin del estado de alarma tendrá dos impactos en el mundo cultural: «Uno inminente, que traerá más público de fuera y que nos ayudará a tener más taquilla, y otro más a largo plazo, porque este primer paso, quiero pensar, es el inicio de ... ese esperado camino hacia la vuelta a la normalidad». La opinión de Carlos Troyano, director de la programación del Palacio de Festivales, se confunde con sus deseos.
Pero indudablemente la apertura de fronteras ayudará en buena medida a la llegada de público foráneo, que es esencial para revitalizar algunos ámbitos, como los museos. «La restricción de movilidad nos limitó absolutamente el número de visitantes y es algo que vamos a notar en cuanto se abran las comunidades», asegura Pilar Fatás, directora del Museo de Altamira. «Estos meses en que hemos estado cerrados, hemos tenido gente, pero muy poquita. Lo bueno es que sabemos que son locales y es muy bueno que los cántabros vengan a visitar sus museos, pero necesitamos también que vengan ya los de fuera, que suponen el grueso de nuestro público y que no tienen por qué añadir peligro sanitario si continuamos haciendo las cosas bien», resuelve la gestora.
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Será ese primer paso hacia el regreso a la normalidad del que habla Troyano: «Quiero pensar que es el principio de esa vuelta a la vida de siempre; aunque tenemos que gestionar todos estos cambios con el cuidado sanitario debido para que las cosas no empeoren de nuevo».
La esperanza en el Palacio de Festivales es que el aforo aumente del 50% permitido en la actualidad a una cifra mayor, quizá al 75%. Y es parecida la aspiración en las pequeñas salas que pueblan la región.
En La Media Luna Espacio Artístico (Santander), Rocío Álvarez piensa ya en el día en que se permitirá llenar más butacas. «No es que queramos estar al 100% de la noche a la mañana. Hay que ser cautos porque una vuelta a los malos datos sanitarios sería muchísimo peor; pero sí que creo que cuidando los protocolos y haciendo bien las cosas, podemos volver a estar como hace unos meses, en que se permitían más cosas».
En su negocio, dedicado eminentemente al espectáculo de cabaret, se han visto obligados a hacer una sesión a las seis de la tarde. «Pues como que invita menos a entrar en un cabaret a esa hora, lógico», afirma. Por eso espera que el fin del toque de queda pueda flexibilizar un poco esos horarios. «Hubo un tiempo en que teníamos un pase antes de las cenas y otro después. Si pudiésemos volver a ese esquema, sería estupendo».
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