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El confinamiento nos cambió la noción del espacio público como un lugar seguro, y nos enseñó a reducir la realidad al tamaño de las ventanas. La vida se ordena ahora con base en las medidas sanitarias que van y vienen como las olas, ¿pero qué ... supone esto para la sociedad? ¿De qué manera lo percibe cada individuo? «El confinamiento nos ha cambiado la vida en cuanto a las expectativas inmediatas de lo que puede suceder», dice el psicólogo Unai Santamaría: «Supuso sumergirnos en la incertidumbre total». Eso explica, añade, el «auge» que ha habido de cuadros de ansiedad, de depresiones, es decir, «todo lo que ha traído consigo no saber a qué podemos atenernos, y lo que ha sido más duro, no saber qué recursos podíamos poner para solucionar lo que estaba ocurriendo».
Qué nos pasó esas primeras semanas, desde el sábado, día 14 de marzo, cuando se decretó el confinamiento y su entrada en vigor a las 00.00 del día 15, hasta el 28 de abril, cuando se anunció el plan de desconfinamiento de España que permitió la salida, tímida y escalonada por fases horarias, hasta conquistar la supuesta normalidad el 21 de junio, con el final de la última prórroga del último estado de alarma. «Se ha soportado muchísimo estrés, confusión, ha habido ataques de pánico, además hay que añadir pérdidas humanas y también las pérdidas materiales derivadas del parón de la economía», dice el especialista que desde que empezó el confinamiento participó en el Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes que el Colegio de Psicología de Cantabria puso en marcha: «El mismo día 14 movilizamos los recursos para atender la demanda de la población», dice. «Teníamos experiencias previas a nivel internacional con virus como el ébola que habían dejado constancia del impacto, y hay evidencias científicas de lo que conlleva no intervenir en fases tempranas».
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Esas semanas hicieron 150 intervenciones entre el Grupo (114) y el Colegio. Del teléfono de asistencia se encargaron once personas por turnos, de lunes a domingo, para valorar, categorizar y hacer una intervención puntual: «No se trataba de hacer terapia sino de recuperar un estado de ánimo, ayudarles en su vida normal y así evitar patologías futuras», dice. Había frustración, confusión, incertidumbre, ¿pero qué perfil fue el más en común? «La población más perjudicada fue las mujeres», y traza el perfil de mujer adulta, en torno a los 46 años, encargada de sus hijos, que no habían enfermado de covid ni fallecido, «pero no podían manejar su contexto, encargarse de todo y hacer malabares con la economía, que presentaba ansiedad, cambios de humor o la complicación de conflictos previos en la familia».
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