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Cecilia Arana, vecina de El Astillero, trabajó durante diez años en una conservera de Laredo, aunque su vida laboral ahora refleje otro número. «Solo cotizaron por mí seis años», cuenta. Como entonces no había sindicatos, la situación se quedó ahí. Después su marido perdió el ... trabajo durante la crisis económica debido al goteo de negocios que bajaron la persiana. «Empezaron a cerrar empresas y yo tuve que coger lo que encontré». Así, comenzó a trabajar como empleada del hogar, limpiando la casa y cuidando de una señora mayor. Y con ella ha estado seis años con contrato, cotizando y «contenta». En ese tiempo su jornada fue de ocho horas diarias, incluidos los fines de semana y festivos, «unas condiciones que yo acepté», quiere subrayar. Pero, al fallecer la señora, se vio en la calle y de pronto, con 64 años, «te quedas ahí, sin nada». Aunque luego trabajó durante tres meses limpiando oficinas. Ocurre que en su caso, al estar sujetas a un régimen especial, no tienen derecho a cobrar el desempleo.
Ante esta situación de falta de apoyos, Cecilia se acercó a exponer su caso a un sindicato. «Fui a ver si podían darme alguna ayuda porque todavía no he recibido nada. Lo vieron bien y pensaron que, con la ley nueva, íbamos a poder pelearlo para ver si se podía hacer algo», explica la trabajadora. Por ahora el primer paso que van a dar será intentar conseguir «al menos el paro», dice. Y, de alguna manera, abrir así el camino a más reclamaciones. Aunque no sabe qué pasará, se muestra optimista: «Cruzaré los dedos y a ver si hay suerte». Y este es, precisamente, uno de los motivos que han llevado a Cecilia a vencer su timidez y que le han animado a ponerse delante de la cámara para contar su historia. Se lanza a un camino que «no sé cuánto durará», pero que, entiende, debe hacer porque persigue un derecho. En este sentido, anima a cualquier mujer que se encuentre en la misma situación o similar porque «hay que intentarlo. Al final el no ya lo tenemos y este es un derecho como el que tienen los demás», insiste.
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Lo cierto es que verse en la necesidad de reclamar eso, un derecho, le hace sentirse «discriminada», reconoce. Porque haber trabajado como empleada del hogar es «tan digno como cualquier otro puesto y, sin embargo, no tenemos acceso a nada. Ni a ayudas ni a paro ni nada», vuelve a recordar Cecilia.
No solo eso, también se ha enfrentado a momentos incómodos que, además, le han hecho sentirse «poco valorada» como trabajadora. Sobre todo en alguna ocasión a la hora de encontrar un puesto que ejercer, de pedir ayudas o, incluso, a ojos de la sociedad. Porque en la calle «lo ven como un trabajo que no vale y creo que no se valora», comenta esta vecina de El Astillero.
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