En España, la media de edad a la que se independizan los jóvenes supera los 30 años, frente a los poco más de 20 a la que lo hacen en muchos países de Europa. Y no es que aquí no quieran, o que les dé ... reparo abandonar el hogar familiar: es que la gran mayoría ven imposible hacerlo antes. Las razones son comunes y retratan la realidad del mercado laboral y de la vida en nuestro país: la falta de trabajo -con casi un 28% del total de jóvenes en el paro, España es líder de la Unión Europea en desempleo juvenil-, la inestabilidad laboral, la precariedad salarial, los elevados costes de los alquileres y de la vivienda en general, la inflación y su impacto en los precios...
Una situación compleja que impide a muchos jóvenes dar el salto y emanciparse incluso cuando tienen un trabajo estable. Especialmente en Cantabria, cuyos jóvenes ya son los que más dificultades tiene para independizarse de todo el país y que ha llevado a que solo un 11% de ellos vivieran fuera del hogar familiar en junio de 2023 según los últimos datos del Observatorio de Emancipación.
Lo peor es que no es un hecho coyuntural, sino que se trata de un problema estructural que lleva bastantes años -décadas, de hecho- siendo así, sin que las medidas políticas de los diferentes gobiernos hayan servido para revertir una situación que condiciona el desarrollo de los jóvenes y que impacta directamente en otros aspectos como la baja natalidad que caracteriza a nuestro país.
Cuatro jóvenes cántabros o residentes en la región cuentan a El Diario Montañés sus casos y analizan las razones de un grave problema al que, como dice uno de ellos, «no se le ve una solución nada fácil».
Aunque hace poco más de un mes acaba de firmar su primer contrato laboral indefinido y está contenta con las condiciones que le ofrece su empresa, para esta joven cántabra dar el paso y emanciparse es todavía un objetivo inalcanzable. «La principal dificultad para no independizarme es el precio del alquiler». Una realidad que condiciona no solo a los jóvenes, pero que afecta especialmente a un grupo social marcado por la falta de empleo, la inestabilidad laboral y las malas condiciones salariales. «En estos momentos no tiene sentido gastar el 70 o el 80% de mi sueldo en irme a vivir sola, es imposible», explica. Y eso que valora positivamente su actual situación: «Ahora mismo tengo seguridad laboral y un sueldo que está bien, no me puedo quejar. En ese sentido estoy contenta porque está bien, pero ni con esas me permite independizarme».
En su caso, recientemente ha vivido varios meses en Alemania y el contraste entre ambos países le resulta chocante: «Los costes de la vida aquí son un problema en general, ya no solo el alquiler, que es el más importante, sino también de hacer la compra». En su caso, explica, «he venido de Alemania y ahí hay productos que son más caros aquí que allí, cuando allí la gente cobra el doble de lo que cobras en España».
Desde su punto de vista las claves que le permitirían plantearse dar el paso y emanciparse son varias: «O cobrar mucho más de lo que cobro ahora o que el precio del alquiler y de la vida se normalice un poco y tenga más sentido para la gente joven», destaca. Aunque no es optimista al respecto: «No sé cuál de las dos veo yo que vaya a ocurrir antes, así que por el momento lo veo complicado».
Graduada en Historia y con un máster en Estudios Europeos, reconoce que vivir con su madre no supone un problema: «Mi madre y yo nos llevamos muy bien y en ese sentido no tengo ningún problema. Ella también trabaja así que tengo mi espacio personal». Pese a ello, le gustaría poder independizarse: «Tengo 26 años y he vivido fuera varios periodos y, aunque adore a mi madre, echo de menos esa independencia y hacer mi rutina yo sola, que es lo normal con la edad», resalta.
Ante un escenario tan complejo, Belén Palazuelos busca el lado positivo de su situación y reconoce que vivir con su progenitora también tiene sus ventajas: «Lo bueno es que puedo ahorrar la mayor parte de mi salario porque no tengo gastos más allá de caprichos que pueda tener o de hacer la compra». En ese sentido valora el hecho de que «vivir con mi madre me permite disfrutar de ella porque obviamente la quiero mucho, así que tiene sus beneficios», valora. «Pero a mí me gustaría poder independizarme porque ya va siendo hora». «Pero estando las cosas así no veo que pase en un futuro cercano», concluye la joven cántabra.
Nunca se lo había planteado, pero por casualidades de la vida ha acabado viviendo en Noruega, donde trabaja en una división del Banco Santander. Vive en un apartamento alquilado y reconoce que lo hace con buena calidad de vida. Tras estudiar Derecho y Empresariales en Madrid, conoce la realidad del mercado laboral y de España en general, y su caso ilustra las grandes diferencias que existen entre nuestro país y el nórdico. «Trabajo en Noruega desde 2023 y estoy muy contenta, porque tengo unas buenas condiciones laborales que creo que en España sería muy difícil que tuviera», explica esta joven nacida en Santander. Lo sabe también por sus amigos, muchos de los cuales trabajan en España: «Cuando hablo con amigos que viven y trabajan allí veo que las cosas son muy diferentes y en general bastante peores». Aunque «hay un poco de todo porque depende de en qué estén trabajando», la conclusión es evidente: «la mayoría van justos». Un panorama en el que la situación económica tiene un impacto fundamental: «Aquí todo es más caro pero la relación entre el sueldo y el coste de vida es mucho mejor. El poder adquisitivo en comparación de un trabajo estándar es bastante más alto en Noruega», destaca.
El mercado laboral es, a su juicio, uno de los grandes condicionantes para que los jóvenes puedan independizarse en España: «Aquí el salario está pensado para que te dé para vivir bien, de una forma digna e independiente: puedes vivir sola, puedes ahorrar, puedes viajar y no te tienes que privar de nada. Creo que en España no podría haberme independizado completamente», resume. Pero hay más, porque hay otros aspectos que también pesan mucho: «Ya no es solo el dinero, es también la calidad de vida que te ofrecen porque su programa de vida se basa en un modelo mucho más flexible. Las condiciones de trabajo es una de las mejores cosas que me he encontrado aquí», resalta.
Cuestionada sobre la dificultad que supone emanciparse en España, explica que en Noruega «independizarse pronto y sin que suponga vivir ahogado es lo normal, y de hecho aquí mucha gente con 27 años ya se compra su primera casa». En ese sentido, explica, «la gente joven aquí tiene bastante poder adquisitivo». «Es algo que pasa no solo aquí sino también en otros países de Europa, porque mi mejor amiga vive en Suiza y allí es parecido», añade. En cambio, en su etapa previa en España las cosas fueron bastante diferentes: «Allí a la gente joven cuando estás empezando, sobre todo si eres becaria, la machacan. Tienes condiciones muy malas, eres el último en la fila y te echan todo encima», denuncia. La cara negativa de vivir en Noruega es «que echas de menos a tu gente; yo vivía con mi madre y echo de menos tenerla cerca, ver pelis por la noche o comer o cenar juntas».
«Hoy en día te cuesta lo mismo un alquiler en Santander que en Berlín»
Esta joven santanderina es ingeniera de Obras Públicas, tiene un contrato indefinido y aún así ve imposible poder independizarse. En su caso, el mayor problema radica en el precio de los alquileres: «Con los precios de alquiler que hay ahora y teniendo en cuenta mi trabajo, independizarme ahora en parte sería una pérdida de dinero», señala. Antes de conseguir su actual empleo estuvo «un año y medio como becaria y con la suerte de vivir en Santander, porque si me hubiese tenido que pagar un alquiler o desplazarme a cualquier otro sitio con la beca no hubiera podido, es imposible. No te llegaría para nada».
Ahora, en cambio, «tengo estabilidad laboral, mi contrato es indefinido y la empresa en la que estoy me da seguridad, pero veo mis gastos al cabo del mes y tendría que renunciar a muchas cosas como el coche y vivir muy justa», ahonda.
Desde su punto de vista, la relación entre salarios y el coste de la vida es el gran condicionante que impide a los jóvenes poder emanciparse antes y sin que implique perder calidad de vida: «Lo primero que tendría que cambiar es la regularización de los alquileres. Estoy en una asociación que trabaja con estudiantes internacionales y te cuesta lo mismo un piso en Santander que en Berlín. Eso no puede ser», denuncia. «No se puede equiparar porque ni tenemos los ingresos que tienen los trabajadores en Berlín ni las prestaciones de una ciudad así, no es viable», destaca. Una realidad que por el momento la impide dar el ansiado salto a la independencia.
«Con 25 años me interesaría vivir sola, no tener que estar pendiente de avisar de si entro o salgo y tener mi espacio», explica. Aunque reconoce que seguir viviendo en el hogar familiar no representa un problema: «Tengo muy buena relación y en ese sentido estoy bien», explica. Para Calleja «la ventaja de vivir con mi madre es ahorrar, lo que me afortunadamente me permite no tener que estar mirando por el dinero todos los meses», aunque es consciente de que «para mi madre soy un gasto más».
En materia de emancipación, tiene muy claro cuál es su objetivo: «Me gustaría experimentar lo que es vivir sola porque ahora mismo no me iría a vivir con nadie, mi idea sería irme a vivir por mi cuenta sola y descubrir y tener esa independencia». Cree que, pese a que por el momento lo ve imposible, tiene una edad ideal para dar el paso e independizarse definitivamente: «Sí me tiene que pasar algo al conocer esa vida sola y adaptarme a ella creo que es mejor que me pase ahora que no con 35 años». «Estamos muy acomodados y en casa se vive muy bien pero dar el paso de independizarte aporta muchos beneficios a muchos niveles», concluye.
«España lleva 20 años siendo un país de mileuristas y no cambia»
Lleva semanas organizando la mudanza a la que va a ser su nueva casa en Liencres, que ha comprado junto a su novia. Este joven de Zaragoza, veterinario de profesión, lleva casi tres años en Cantabria, donde ha trabajado en diferentes centros. Aunque nunca no ha tenido problemas para encontrar trabajo, reconoce que las condiciones salariales podrían ser sensiblemente mejores, y apunta a este hecho como uno de los factores que condicionan a los jóvenes a la hora de independizarse: «Lo de independizarse lo veo difícil, sobre todo si no tienes pareja y lo que quieres es vivir en una casa solo». Para él, la dificultad que implican los salarios españoles se suma el elevado precio de los alquileres y su imparable evolución: «Cuando vine a Cantabria vivía con mi novia en Santander de alquiler y cuando empezamos pagábamos 600 euros y ahora está en 750 el mismo piso, o sea, imagínate lo que ha cambiado en dos años la situación». Un aumento del 25%, al que hay que sumar el impacto de la inflación en el coste de la vida.
El joven zaragozano reconoce que su caso no es el más habitual: «Nosotros hemos conseguido comprar un piso en Liencres y esa ya es nuestra emancipación. Lo hemos conseguido porque yo tengo ya 29 años y llevo más tiempo ahorrando, y mi novia tiene 27, es médica y su capacidad de ingreso es mayor que la media». «Si hubiera sido por mí solo con mi sueldo, me vería obligado a vivir de alquiler y probablemente compartido, porque vivir yo solo supondría dedicar un porcentaje bastante alto de tu sueldo y no me daría para otras cosas».
Asiain pone el foco en los sueldos medios en España y el poder adquisitivo que suponen: «He estudiado una carrera de cinco años y he hecho un posgrado y siento que estoy ligeramente por encima de un trabajador sin cualificación», denuncia. «Para llegar a ganar 2.000 euros siendo veterinario tienes que hacer el pino puente, no hay una diferencia salarial que refleje todo el esfuerzo que he hecho y lo que he invertido tanto en tiempo como en dinero en mi formación», añade.
A su juicio, la mala situación del mercado laboral en España es un problema estructural y crónico: «Somos un país que lleva 25 años en los que el producto interior bruto per cápita no ha cambiado», explica. «Si comparas nuestro producto interior bruto per cápita con países del este de Europa a los que hace años mirábamos por encima del hombro, ahora ellos tienen un producto interior bruto superior al nuestro», detalla. La conclusión que extrae de este análisis es que «nos están engañando un montón, porque llevamos 20 años siendo mileuristas y es algo que pase lo que pase no cambia, no avanzamos». Una realidad ante la que se muestra poco optimista de cara al futuro: «No le veo una solución nada fácil».
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