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Catú Ruiloba posa desde el balcón de su casa en Villacarriedo. Foto: Celedonio | Vídeo: Héctor Díaz

«Fue emocionante y un orgullo representar a mis máquinas en los premios de Vocento»

RELATO COLECTIVO DE LA PANDEMIA ·

María Teresa Ruiloba, más conocida como Catú en Villacarriedo lideró un grupo de vecinos que llegaron a coser hasta mil mascarillas diarias | Este reportaje forma parte del suplemento '2020. El año del covid' que se publicará el próximo miércoles, 30 de diciembre, con El Diario Montañés

Elena Tresgallo

Villacarriedo

Viernes, 25 de diciembre 2020, 08:23

A Teresa Ruiloba, (Catú) le faltó tiempo en marzo para darse cuenta de la que se nos venía a todos encima. Madre de una futura sanitaria, no lo pensó dos veces para empezar a levantar teléfonos y organizar todo un ejército de voluntariado que salió del Valle de Carriedo. Acababa de atravesar un cáncer pero este otro 'bicho' no le frenó para organizar toda una factoría de voluntariado para coser mascarillas y batas para los sanitarios y el personal de las residencias.

En pocos días logró movilizar a lo que ella sigue llamando hoy en día sus «máquinas del Valle de Carriedo». Mujeres y hombres, vecinos de esta zona, que se pusieron a coser y a cortar hierros como locos para sujetar las mascarillas; a buscar las telas adecuadas y homologadas para protegerse del covid (cuando no había nada) y a esterilizar. Incluso, llegaron a improvisar artilugios para trabajar en serie, como en una fábrica de verdad y establecieron un cuartel de operaciones en el salón de la casa de Catú. Organizaron toda una red logística con ayuda de voluntarios con permiso para circular durante el confinamiento. Sumando rápido llegaron a coser «32.800 mascarillas y batas» con una producción que, en algún momento, llegó a «mil por día». Las 'máquinas' de Catú eran y son de Selaya, Villacarriedo, Villafufre y Saro, aunque luego se extendieron también a Villasevil, Cayón, Astillero, Maliaño y Santander.

En mayo, las calderas ya echaban humo y no daban abasto para producir y repartir. «Todo surgió a raíz de darnos cuenta de que había una escasez terrible de material en los hospitales, en los centros de salud, las residencias...». Fue entonces cuando este grupo de personas de Carriedo, «que por eso las llamo mis máquinas del Valle de Carriedo», explica Catú, decidieron pasar a la acción.

Hoy han pasado ya nueve meses de aquel momento frenético y recuerdan que los comienzos fueron duros. «No había nada de nada» y hubo que «buscarse la vida». Tras mucho investigar encontraron 'TNT' –el material que autorizó Sanidad para confeccionar batas y mascarillas– en un establecimiento (Comercial Santiago) y se pusieron manos a la obra con todo lo demás.

Las 'máquinas' del Valle de Carriedo cosieron más de 32.000 mascarillas y batas para los sanitarios durante el confinamiento

Su esfuerzo civil y solidario no cayó en saco roto. De hecho su historia llegó a este periódico y el grupo de comunicación Vocento los seleccionó como merecedores de un reconocimiento nacional, dentro del homenaje 'Gracias' que se celebró en Madrid el pasado 24 de septiembre con el objetivo de agradecer públicamente el trabajo, la entrega, la valentía y el coraje de los profesionales y colectivos más implicados en la lucha contra el covid-19, en primera línea o en la retaguardia, y premiar su compromiso y actitud.

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«Gracias al trabajo que se hizo, del que estoy muy orgullosa, el grupo Vocento, al que estoy muy agradecida, nos dio un premio a nivel de toda España y fuimos 23 nominados, entre sanitarios, militares... Nosotras estamos agradecidísimas por todo aquel grupo de 55 personas que estuvieron allí trabajando como unos locos para ayudar en lo que se pudo», valoraba Ruiloba que también fue la encargada de recoger el galardón en Madrid. «No llevaba ni discurso preparado, pero fue emocionante y un orgullo representar a mis máquinas del Valle de Carriedo en los premios de Vocento», afirma.

Hoy esas 'máquinas' carredanas no han parado de coser, aunque sí que es verdad que han bajado el ritmo y han variado el objetivo. Ahora fabrican mascarillas solidarias contra las colas del hambre que «crecen y crecen». La Cocina Económica de Santander «nuestras monjitas» –dice Catú cariñosamente– han sido las elegidas para ser beneficiarias de los donativos de 5 euros, que es el precio al que venden ya unas mascarillas más sofisticadas «de diseño» y reutilizables. El caso es seguir sin apagar motores hasta que la vacuna contra el virus haga el efecto que todos esperamos.

* Este reportaje forma parte del suplemento '2020. El año del covid' que se publicará el próximo miércoles, 30 de diciembre, con El Diario Montañés. Sus páginas recogen las vivencias de cientos de lectores que este año se han asomado a El Diario para contar su experiencia tras la irrupción del coronavirus.

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