Los expertos urgen un «registro homogéneo» de los intentos de suicidio

Ante un problema de salud pública, herramientas de esta naturaleza permitirían analizar mejor la situación ya que «conocer a las personas que en un momento determinado realizan esas conductas da claves para conocer las estrategias de intervención», reveló ayer la jefa de Servicio de Psiquiatría, Psicología Clínica y Salud Mental del centro hospitalario madrileño, María Fe Bravo, que compareció en rueda de prensa junto con el psiquiatra, epidemiólogo e investigador en el Programa de Inferencia Causal de la Universidad de Harvard, Gonzalo Martínez-Alés, y la doctora Arancha Ortiz en el marco del curso '¿Qué hacer ante la epidemia de conductas suicidas en los jóvenes?', que reúne esta semana en la UIMP a psiquiatras, orientadores, psicólogos o epidemiólogos.

La pandemia del covid ha traído consigo un aumento de conductas suicidas en todo el mundo, si bien Martínez-Alés advirtió de una «variabilidad enorme» entre países, regiones, grupos de edad y grupos sociales. En consecuencia, «no hay un efecto de la pandemia, sino un montón», que inciden más o menos en función del contexto y las medidas que aplica cada país, o el impacto desigual del covid. En España, se llegó a observar un aumento de los casos de suicidio en algunos meses de la pandemia, sobre todo en hombres en edad de jubilación, pero, dentro de la causa general de la crisis sanitaria, los suicidios dependen de «causas secundarias» como fallecimientos, factores económicos o el aislamiento.

Bravo indicó que las conductas suicidas han aumentado en forma de autolesiones, que a veces tienen una «finalidad ansiolítica» –muy frecuente en adolescentes–, y también de ideación suicida, lo que ha motivado muchas más intervenciones en Urgencias e ingresos hospitalarios. En La Paz de Madrid, a partir de octubre de 2020, se produjo un incremento de las urgencias de menores por problemas vinculados con esas autolesiones e intentos suicidas, si bien «no ha habido un incremento tan significativo» en suicidios consumados, alrededor de 4.000 en 2020.

En cuanto al impacto de las redes sociales en los jóvenes, Arancha Ortiz resaltó que «existe una exposición que muchas veces es muy idealizada y no coincide con la realidad, lo que puede generar frustración y tender al proceso del suicidio». Al mismo tiempo, Ortiz reconoció que internet facilitó que los adolescentes pudieran mantener la comunicación con sus grupos de amigos durante la pandemia, «pudiendo mantener esa esperanza de contacto y relación», y, en esa línea, destacó el uso que hacen algunos jóvenes de las redes sociales para pedir ayuda en situaciones desesperadas o frenar esa ideación suicida.

En suma, Bravo reivindicó la importancia de las intervenciones en el medio de educativo para prevenir el bullying o acoso escolar, «que van en la línea de no focalizar a los adolescentes en su aspecto físico, en la modelización, porque a veces termina siendo el origen de la puesta en marcha de un proceso de desvalorización temporal y desesperanza que puede llevar a una conducta suicida».