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El verano, turísticamente hablando, estará bien. Se trabajará, vendrá mucha gente, habrá cola para una mesa libre en el sitio de moda... Eso seguro. Cuesta encontrar un verano, salvo alguno de esos que se ha pasado dos meses lloviendo y que el sol no vino ... ni de vacaciones a Cantabria, en que el balance sea malo. Pero cuando la economía de un negocio –de muchos– y hasta de la región –cada vez más– dependen de que las próximas semanas sean sólo buenas (normales) o muy buenas, los matices son relevantes. Y, al charlar con los protagonistas del sector, surgen dos importantes. Dos nubarrones que nada tienen que ver con los del cielo (que era de lo que se hablaba tradicionalmente a la hora de hacer este reportaje de previsiones turísticas) y que amenazan tormenta. Los efectos de la subida de precios y el nuevo modelo que viene marcado por la tremenda proliferación de pisos turísticos. La mejor forma de resumirlo es un comentario que clavan –hablando con ellos por separado– los presidentes de la Asociación de Hostelería y de Turismo Rural. «Tú vas por Santander y lo ves a reventar. Lleno hasta los topes. Las terrazas, grupos que van y vienen con maletas, los aparcamientos... Mucha gente. Pero, ¿dónde se aloja toda esa gente? ¿Dónde gastan? ¿Dónde comen? ¿Qué rentabilidad dejan?». Para hacerse una idea de la importancia de los dos matices, una conclusión. Tanto Javier Bedia (Hostelería) como Jesús Blanco (Turismo Rural) pronostican que este verano será peor que el de 2022.
Bedia lo encaja en un análisis más amplio. En un contexto. «El conjunto del año sí que creo que será mejor que el pasado. Hay que recordar que los primeros meses de 2022 fueron desastrosos porque el covid aún estaba muy presente y se notó mucho. Ahora, durante la primavera se ha trabajado bien y para el otoño parece que la tónica es buena. Pero repetir el verano de 2022 será difícil. El año va a ser mejor (ojo, hablando en términos de ocupación, no de rentabilidad, que esa es otra historia), pero igualar el verano anterior será bastante complicado».
Para hacerse una idea, las previsiones de ocupación en estos dos meses que salen de un sondeo de la Asociación de Hostelería en diferentes zonas de la región. Es en base a las reservas que tienen ya hechas a estas alturas (ya en pleno julio), pero que, lo mismo que pueden crecer, también pueden caerse (hasta una semana antes, en buena parte de los establecimientos la cancelación es gratuita). Por eso se trata de previsiones. Los datos –en la tabla que acompaña este texto– no se puede decir que sean malos, pero tampoco espectaculares, ni mucho menos.
Y hay más cuestiones. «En la restauración (en los restaurantes) –explica Bedia– ya estamos percibiendo que las cosas están más flojas». Eso no es una previsión. Lo han notado ya en un mes de junio que es claramente vacacional. «La situación económica es la que es, hay un aumento lógico de los precios y, aunque la gente viene y se aloja, lo tiene más justo para el gasto. No se corresponde la gente que puede haber con el dinero que dejan. Así que estamos expectantes». Y eso que, aclara, según repasaron en la Asamblea General de Hostelería de España, el alza de precios en el sector (en torno a un 7%) está hasta seis puntos por debajo que el del IPC acumulado (13%). «Los márgenes se estrangulan más y cualquier china en el zapato puede hacer daño».
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Álvaro Machín
Que se va a viajar mucho se da por hecho (salvo catástrofe, el Seve Ballesteros batirá este año el récord de viajeros, por ejemplo). Que serán unas vacaciones caras (en todas partes), también. Por eso, es lógico, se mira más el presupuesto de gasto. Y ya no es sólo que uno se piense dos veces el ir o no a un restaurante o, una vez allí, si pedir una botella de vino o postre para que la cuenta sea algo más modesta (y, por extensión, si comprarse esa camiseta que has visto en un escaparate). Es que afecta a la propia planificación. Se reserva en varios alojamientos apurando las fechas en las que la cancelación es gratuita. Se espera hasta el último momento para ver si sale algo más barato y se cancela. Pasa en los hoteles («está claro que no ayuda») pero pasa, según explica Jesús Blanco, sobre todo, en casas rurales o posadas.
«Ves todo abarrotado. Pero, ¿dónde duerme esa gente? ¿Qué gastan? ¿Qué rentabilidad dejan?», se preguntan en el sector
En los restaurantes palpan ya que se contrae el gasto: se viaja mucho, pero el presupuesto no llega
105 euros fue el precio medio de habitación de hotel en España en abril (en 2019, 84 euros).
La inflación provoca que se hagan varias reservas y se cancelen en el límite para hacerlo sin gastos
715 pisos turísticos en Santander y alrededores disponibles aún buscando en Semana Grande.
Además de competencia desleal, los hosteleros recuerdan que en los pisos turísticos no hay registro
«Pese a estar ya en julio es difícil hacer un pronóstico certero de cómo va a ser el verano. Cada vez varía todo más rápidamente. La ocupación todavía no es especialmente buena. Se ha reservado con más antelación para agosto, pero julio va más sobre la marcha. Posiblemente después de agosto, cuando hagamos otro balance, los datos serán buenos. Pero no mejores que el año pasado en ningún caso. Hay muchas anulaciones».
Ahí está la clave. Anulaciones. «Se reserva en varios sitios a la vez y luego, según se acerca la fecha, se va cancelando. Han subido algo los precios y ahora mismo lo más ocupado es lo más barato. Reservan, anulan, vuelven a reservar... El sector está preocupado y cuesta más cerrar esa reserva definitiva».
¿En qué se traduce todo eso? Pues en otra palabra en la que coinciden al hacer su análisis los dos representantes de las asociaciones empresariales en Cantabria: «incertidumbre».
Con todo, el nubarrón que amenaza tormenta con más fuerza es el de las viviendas de uso turístico en situación ilegal. Por entenderse, los pisos turísticos (aunque no todo sean pisos). Ahí los empresarios del sector pasan de esa «incertidumbre» directamente al «temor».
Hay un claro cambio de modelo en los viajes. Este asunto ha sido una reivindicación habitual en los últimos años. Pero más 'de pasada'. Como una amenaza, un aviso. 'Ojo con esto'. Sin embargo, tras la pandemia, la proliferación de estos alojamientos es palpable. Según el INE, en agosto de 2022 hubo disponibles en Santander 1.330 (y unas 5.500 plazas). Las cifras superan ya a las de plazas hoteleras de la capital y los cálculos de Hostelería son mucho más llamativos. Ellos hablan de un aumento del 40%. «Podemos estar hablando de plazas para casi 15.000 personas», apunta Bedia. «El otro día –narra el hostelero– en Madrid, en una reunión de trabajo le decían al director de un hotel de Santander con unos precios por habitación bastante razonables que cómo no iba a estar ya al 100% en julio viendo la cantidad de gente que hay por la ciudad. Esa gente en algún sitio tiene que estar».
A día de hoy, el asunto ya es la gran amenaza para el sector. El enemigo invisible. «Me cuenta un vecino que los fines de semana la escalera de su piso parece el Paseo de Pereda. Un ir y venir permanente. Y no en verano, todo el año. Y no sabes quiénes son. Tenemos el problema de las autocaravanas, que sigue sin regularse. Pero, al fin y al cabo, una, dos o doscientas mal aparcadas las ves. Pero en un edificio con uno o dos pisos turísticos los sufren tres o cuatro vecinos. No se ve y no se tasa la gente que pasa».
Bedia insiste en que seguirán llamando a la puerta de las administraciones con este asunto. Que no se puedan dar licencias a alojamientos sin acceso individual a la calle, que sean edificios completos... Proponen eso. Y que, al menos, «haya un operario de Turismo que se dedique a cruzar datos de los anuncios que aparacen en internet y los que están registrados». Él cree que se sanciona poco (en Santander, en algo más de tres años, se han puesto 28 multas).
¿Cuánta oferta hay disponible? Sin entrar en los pisos que están en situación legal o ilegal (es decir, registrados o no –según el último dato de Turismo eran 385 los inscritos en Santander–), una búsqueda estos días en el principal portal de internet de alojamiento de este tipo daba como resultado más de setecientas opciones para una estancia de una semana –entre el 17 y el 23 de julio– de dos personas en Santander (se incluían algunos pisos en los alrededores). Ojo, que eso es lo que quedaba libre, dando por hecho que mucho estará ya reservado y que la búsqueda se ceñía a un único portal. Porque presten atención a la fecha elegida: incluye las tres primeras jornadas de la Semana Grande.
Blanco va en la misma línea. «La competencia es feroz. Asusta. Es el escenario en el que nos movemos ahora mismo. Cada casa rural tiene a su alrededor un montón de alojamientos turísticos ilegales que además se llenan más». Y ojo, porque los dos empresarios añaden –es otra coincidencia al hablar con ellos por separado– un 'daño colateral' en este asunto: «inseguridad».
«En los pisos turísticos no se registra quién está o cuántos son», dice uno. Otro va más lejos. «La gente no quiere acabar de entender que una vivienda de uso turístico ilegal supone un riesgo para la población. Todos hemos oído hablar de bandas organizadas que van dando palos por distintas ciudades. Roban, por ejemplo, en gasolineras y están quince días en Santander, luego se van a otra parte. Pues en esos quince días no hay registros, no sabes quién está durmiendo ahí».
La previsión es algo más optimista al hablar con el presidente de la Asociación de Empresarios de Campings de Cantabria, Eneko Valle. Él sí cree que estarán «a niveles del año pasado». «Bastante buena», define la perspectiva. «Por las reservas que ya hay, las llamadas que hacen y las peticiones de información estaremos en la misma línea». Ofrece algunos datos de cómo van ahora. En lo que se refiere a alquileres de bungalós rondan el 90% en julio y agosto, mientras que en lo referente a parcelas, tiendas o caravanas, el porcentaje es de un 65%.
El contexto es distinto al de hoteles o casas rurales. Es evidente que los precios son más bajos en este formato, pero eso –dice– no producirá un traslado de clientes a sus establecimientos. «El que iba de hotel irá de hotel. Buscará uno de otro tipo u otro alojamiento». Pero ellos, recuerda, también tienen su 'nubarrón'. «Ellos tienen las viviendas de uso turístico y nosotros el autocaravanismo sin control, que resta, aunque no sea lo que nos echa la temporada abajo». El problema, en este caso, es de «seguridad y hasta higiénico sanitario».
Ya no es que los hosteleros cántabros miren al cielo (y hoy en día, al teléfono) para ver si llueve o va a llover. Eso también, es un clásico. Era el discurso tradicional cada vez que se preguntaba por la previsión veraniega. Pero lo determinante en estas fechas –especialmente en los últimos años– es el calor que haga en el resto de España. Especialmente, en Madrid. Cuanto antes arranque la ola de calor en la capital, antes se animan las reservas en la región. Y si prosigue en las siguientes semanas, el «ha sido un buen verano» estará mucho más cerca. «La mayoría en el sector coincide en que el verano estará bien si se confirma esa ola de calor. Si no, no tan bien. Lo normal es que, ayudados por ese calor, de buena parte de España se vengan para acá. Yo acabo de estar dos días por Madrid y lo cierto es que no se puede estar en la calle». Lo explica Jesús Blanco, de la Asociación de Turismo Rural. En su caso es, si cabe, aún más definitivo. Establecimientos con jardines amplios y cuidados, desayunos al aire libre, noches frescas, actividades al aire libre sin achicharrarse... Su oferta está enfocada en buena parte a eso.De hecho, la bajada de temperaturas que se anunció el pasado viernes para este fin de semana no fue una buena noticia para el turismo cántabro.
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