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La familia Alvarado Tordesillas, de Santander, estableció su base en la casa del pueblo, en San Cristóbal (Arenas de Iguña), cuando comenzaron los rumores de un posible confinamiento, allá por mediados de marzo. Desde entonces, sólo van a la capital para gestiones puntuales, ... como harán el 7 de septiembre cuando los alumnos regresen a las aulas. Aunque sólo volverá a clase una de sus hijos, Patricia, de 16 años, que comienza Bachiller y tiene una ganas «imperiosas» de comenzar en el instituto y estar con sus amigas. Su otro vástago, Rodrigo, de 15 y en escolarización combinada por tener necesidades educativas especiales, no acudirá de momento ni al CCEE Padre Apolinar ni al IES Leonardo Torres Quevedo, en el que comenzaba este año.
«A los padres no se nos tiene en cuenta. Nos dicen que les dejemos en casa, lo hacemos. Ahora que les mandemos a las aulas. Alguien nos podía haber pedido opinión. Deberían dejarnos elegir qué hacer con nuestros hijos en una situación tan delicada como la actual. Si para toda la sociedad está resultando difícil, imaginaos para estos alumnos», explica visiblemente indignada María Tordesillas, técnico en cuidados auxiliares de enfermería (TCAE) en el Hospital Valdecilla. «Hay familias en las que el covid es un riesgo a sumar a las patologías que ya tienen», añade.
Tras varias semanas en una constante dicotomía sobre si sus hijos deberían o no acudir a las aulas, tomaron la decisión a regañadientes y sin saber si será la definitiva: «No queremos poner en peligro a nuestros hijos, que lo hagan ellos si es lo que quieren. Han tenido seis meses para preparar una vuelta al colegio lo más segura posible, con más profesores, más auxiliares, más empleadas de la limpieza, con medidas de seguridad eficaces. ¿Cómo se va a actuar en los recreos? ¿Y qué medidas de higiene se toman en los baños? ¿Y en las entradas y salidas al centro?».
Familia Alvarado Tordesillas Santander
Como otros miles de padres en España, Tordesillas reclama que la vuelta al cole sea voluntaria. No entiende que la enseñanza por internet haya sido válida durante el último trimestre del año escolar y no valga en la vuelta a las aulas cuando la pandemia aún está en la calle. «Es desconcertante, pero peor aún es que se dé por válido el semipresencial: si ellos nos mandan a los alumnos a casa está correcto, pero si yo no les llevo al colegio está mal. Entiendo perfectamente que no todas las familias disponen de la posibilidad de quedarse con los niños porque trabajan, pero las que sí la tienen y así lo deciden no deberían ser acusadas de absentismo escolar».
Ahora bien, para que su hijo Rodrigo se pueda quedar en casa, Tordesillas y su marido tendrán que hacer el encaje de bolillos que sólo unos padres trabajadores con dos hijos con capaces de hacer. Turnos dispares entre progenitores, horarios ajustados milimétricamente, recortar horas de sueño... «Antes tenía a mi madre para ayudarnos, pero ahora no puedo tirar de ella. Aún así, tenemos el privilegio de que mi marido es autónomo y cuando yo trabaje se quedará él. Mejor así. En septiembre no me la juego». E insiste: «No quiero poner en riesgo a mis hijos».
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