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Al evocar la figura de Manuel Bustamante la imagen que se presenta es unívoca: una sonrisa perenne. Y esa característica le definía por completo, porque 'Manolo el fotógrafo' era todo bonhomía y buen humor. Con su muerte, Cantabria pierde a un conocedor de primera mano ... de la historia reciente de nuestra tierra y a uno de los hombres –junto con Pablo Hojas– que retrataron todo lo sucedido en las décadas de los cincuenta, sesenta, setenta y ochenta del pasado siglo XX.
La sonrisa de Manolo ha escondido, durante toda su vida, su incansable trabajo, porque tal parecía que su labor no requería sacrificio, pero le correspondió trabajar en el universo de la fotografía clásica, aquella en la que, además de estar en el lugar del acontecimiento y plasmarlo, había que llegar a la redacción y revelar los negativos, después fijar el positivo para que, finalmente, se seleccionaran las imágenes que aparecerían en los periódicos.
Bustamante era infatigable: a primera hora de la mañana cubría una rueda de prensa, pocos minutos más tarde una competición deportiva, al mediodía viajaba a cualquier municipio cántabro para captar el instante de una romería o un homenaje. Muchas veces, sin comer y sin reposo, vuelta al coche para conducir hasta otra localidad para retratar una feria de ganado o la entrega de la medalla de oro de la UIMP. No existía la telefonía móvil, así que en cada pausa una llamada a la redacción para recibir, de vez en cuando, el aviso urgente de un accidente de tráfico o una inundación.
El 19 de febrero del año 1992 salvó su vida por tres minutos. Regresaba en coche al periódico y lo hizo tres minutos antes de que dos criminales etarras hicieran estallar una bomba a cincuenta metros de la entrada de El Diario Montañés, en su instalación de La Albericia. Se salvó de la bomba, pero tuvo que experimentar el horror de aquel atentado que produjo tres muertos y muchos heridos.
Por las cámaras de Bustamante han desfilado intelectuales, –magnificas las fotos de Borges en el Hotel Real– deportistas –las hazañas del Racing, los triunfos de Pedreña en remo...– políticos, desde Franco hasta el rey Juan Carlos I, y toda la Transición está en su archivo. Al mismo tiempo, en las decenas de miles de instantáneas se acumulan los deportes autóctonos, la vida cotidiana, los sucesos, las fiestas, los personajes…
Con el fallecimiento de Manolo bien puede decirse que se cierra una época, aquella en la que los dos diarios de Cantabria contaban con un solo fotógrafo, que captaba la vida en blanco y negro. Manolo es el último de los fotoperiodistas autodidactas, de los reporteros míticos, capaces de trabajar en condiciones extremas, de superar todos los obstáculos.
Yo tuve el privilegio de trabajar a su lado, de aprender de él periodismo de calle y disfrutar de un profesional consumado y de un amigo siempre sonriente.
Manuel Bustamante descansa ahora, tras décadas de trabajo incesante. Lo hace muy poco tiempo después de perder a su esposa, Carmina, que falleció recientemente. La sonrisa de Manolo no se nos olvidará nunca.
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