La psicóloga de la Asociación Consuelo Bergés que acompaña a las mujeres que han sufrido violencia cuenta a El Diario Montañés cómo viven ellas el proceso judicial y la encargada de los programas terapéuticos en El Dueso explica cómo trabajan con el maltratador en la cárcel
Rebeca Martínez - Psicóloga sanitaria en la Asociación Consuelo Bergés
«La condena da un alivio temporal, pero sobre todo ese sentimiento de que les han creído»
Rebeca Martínez, psicóloga sanitaria especializada en violencia machista, acompaña en la Asociación Consuelo Bergés a mujeres que han sufrido casos de este tipo con la meta clara de conseguir que «vuelvan a ser independientes, libres y felices», dice optimista. Gracias a las terapias grupales crean ... una red de mujeres donde se sienten apoyadas y entendidas. Y trabajan cada día para cicatrizar heridas y reforzar una autoestima destruida: «Tienen un autoconcepto negativo tremendo», añade la experta.
–Para una mujer que ha sufrido violencia machista, ¿es difícil pedir ayuda?
–Les cuesta dar el paso porque muchas veces no son capaces de identificar lo que les está pasando. Saben que en la relación algo no funciona bien, pero no identifican que lo que están viviendo sea violencia. A veces pasan años hasta que llegan aquí.
–Algunas van más allá y deciden denunciar.
–Nuestro plan de intervención con las mujeres que llegan aquí y no han denunciado es informarles previamente de todos los requisitos y pasos que tienen que dar para poner una denuncia y de las consecuencias que va a suponer a nivel psicológico, emocional y de la relación de pareja porque en muchos casos todavía conviven.
–Deben saber que empieza un proceso difícil.
–Lo que le plantea la trabajadora social (la primera persona que las ve) es que va a empezar a trabajar con nosotras y cuando se sienta más fuerte, preparada y empoderada, vamos a volver a sentarnos y a decidir si todavía quiere denunciar o si cree que ya no es necesario. Muchas veces lo que vemos es que la denuncia complica las cosas, al contrario de lo que podemos pensar.
–¿Qué supone para ellas el momento de presentarla? ¿Es una liberación o una carga más?
–Va a depender mucho del trato que reciban cuando vayan a ponerla. En muchas ocasiones sienten que es dar un paso:«Me he liberado y he empezado un proceso». Pero en otras, cuando empiezan un proceso judicial que se alarga, la sensación que tienen es que ha empeorado su situación. Todavía se pone muchas veces en duda el testimonio de la mujer, su credibilidad. Si los profesionales que la atienden cuestionan su palabra, para ellas es algo horroroso. La abogada les asesora y trabajamos con ellas cómo afrontar la parte emocional. A veces se sienten juzgadas o incluso su entorno las aísla y se ven muy solas.
–¿Qué ocurre cuando llega la sentencia?
–En los casos en los que hay condena y en los que hay orden de alejamiento asociada, lo que la mujer transmite es que siente alivio y se siente algo más tranquila. Pero eso no quiere decir que lo esté del todo ni que el proceso haya finalizado porque esa orden tiene una duración y piensa: «Vale, tengo la orden, pero ¿qué va a pasar cuando se acabe?». Si hasta ahora él me ha estado amenazando y acosando, ¿qué pasará después?. Es una tranquilidad temporal y a la vez una sensación de que les han dado la razón.
–¿Y si no hay condena?
–La sensación que les queda es que no les han creído y que a nadie le importa todo lo que han vivido. Y piensan qué va a pasar con ellas y con los menores porque el padre seguirá viéndoles. A veces dicen «no tenía que haber denunciado porque mis hijos o hijas y yo estaríamos mejor sin haber pasado por este proceso que al final no ha servido para nada y encima me han cuestionado».
«La sensación es de terror inmenso si el maltratador sale a la calle y vuelve a estar cerca de ellas»
En la cárcel
–Además las penas tampoco duran para siempre.
–Lo que hemos visto en mujeres que han estado aquí y son alta terapéutica es que vuelven a llamarnos cuando el maltratador sale a la calle porque necesitan otra vez apoyo. Ese hombre va a estar cerca de su casa y sienten miedo y temor. Es una sensación de terror inmenso y un sentimiento de desprotección porque el Estado o la Justicia no me está protegiendo. Es una tranquilidad, pero a corto plazo. Una de las sensaciones más positivas es que su testimonio es veraz, pero su pregunta siempre es qué pasará cuando esto acabe.
–No en todos los casos. Terminada la condena, el agresor vuelve a acosar a la mujer, pero no deja de ser una sensación que ahí esta. Sobre todo si tienen hijos o hijas en común. Sin los menores quizá es más fácil pensar que ha sido un capítulo de mi vida, lo he cerrado y puedo rehacer mi vida.
–¿Las mujeres vuelven a sentirse libres y seguras?
–Sí, siempre les traslado ese sentimiento y ese pensamiento desde que empezamos el proceso. Vamos a trabajar para que tú recuperes esa libertad que durante un tiempo alguien te ha arrebatado. La meta final es que ellas lleguen a ser libres, independientes, autónomas y felices porque durante una etapa de su vida hay una persona que no se lo ha permitido. Y claro que se consigue, pero el proceso es largo y a veces hay que trabajar durante muchos meses con ellas.
Nelly Cabrera Herrera - Psicóloga sanitaria en el penal de El Dueso
«La violencia machista acabará el día que los hombres decidan acabar con ella»
La violencia machista no entiende de edades o clases sociales. No hay un perfil de maltratador, pero sí se observa que son individuos con «una serie de déficits» –celos, abuso de alcohol, irritabilidad, problemas de autoestima y no se adaptan a la vida cotidiana–. Cuando llegan al Centro Penitenciario de El Dueso, en Santoña, les ayudan a ser más empáticos, menos hostiles y a controlar sus impulsos. Hay que enseñarles «a respetar la norma, educarles en Igualdad –una asignatura tan importante como Matemáticas o Lengua–, deben aprender a gestionar sus emociones, autocontrolar sus impulsos y potenciar habilidades sociales positivas». El objetivo: no reincidir. Así lo entiende Nelly Cabrera Herrera, psicóloga sanitaria encargada de los programas terapéuticos en violencia machista en El Dueso desde 2009, a través de la asociación Nueva Vida. «No podemos lavarnos las manos tras enviar a los maltratadores a una prisión, porque una condena por sí misma no es suficiente en muchos casos. Y no hay que olvidar que la tasa de reincidencia delictiva es mucho menor en aquellos hombres que han realizado con éxito programas terapéuticos».
–¿Hay un perfil de maltratador?
–La mayoría de los hombres con un delito de violencia machista son individuos normoadaptados socialmente y sin antecedentes penales fuera del contexto de la violencia contra la mujer en el ámbito de la pareja, incluyendo a los homicidas. Lo que sí está presente en la mayoría son una serie de déficits, como los celos, abuso de alcohol, irritabilidad, problemas de autoestima e inadaptación a la vida, que, unido al histórico desequilibrio de poder entre hombres y mujeres, han generado la existencia de distorsiones cognitivas en relación al papel de la mujer en la sociedad, legitimando la violencia.
–¿Qué es lo que más le preocupa al maltratador en la cárcel?
–No poder ver más a sus hijos, temen que la etiqueta de maltratador quede para toda su vida y el rechazo social, no sólo para ellos, sino también para sus familiares. Les preocupa perder su hogar, su trabajo y en muchos casos, por eso, están a la defensiva, viven con resentimiento.
–¿Cuál es la mejor medicina contra la violencia machista?
–Con la igualdad ganamos todos. La violencia machista se acabará el día que los hombres decidan acabar con ella. Los hombres han transformado el mundo y han conseguido muchos cambios y este es uno más. El día que aprendan nuevos modelos de convivencia y amor, esta lacra acabará.
–¿En qué consisten los programas de intervención en la cárcel?
–El objetivo es conseguir que no se produzca una reincidencia, se persigue un cambio en la conciencia emocional, en el comportamiento ante su pareja y sus hijos. Aprenden otros modelos de pareja, de familia, que el respeto, la tolerancia, la libertad y la igualdad son factores que les ayudarán a ser personas más felices. Los estudios demuestran que las personas que participaron en estos programas manifestaron menos actitudes sexistas, menos celos, menos abuso emocional sobre la pareja, menos conflictos, mayor calidad en la relación de pareja, más empatía y menos ira. Hay menos posibilidades de que reincidan.
–¿Qué tipo de personalidad tiene un maltratador?
–Demuestran escasas habilidades para la resolución de problemas y conflictos dentro del ámbito de la pareja, lo cual puede llegar a producir altos niveles de ansiedad que desencadenan en violencia.
–¿Cuál es su rutina en la cárcel?
–Los que participan en talleres acuden dos días a la semana a sesiones grupales de dos horas por las mañanas. No se puede tener ninguna falta o ausencia. El resto del tiempo trabajan, estudian, hacen deporte...
«Al maltratador le preocupa el rechazo social para él y su familia; perder el hogar o el trabajo»
En la cárcel
–¿Qué ocurre cuando salen de la prisión?
–Mientras sigan cumpliendo tercer grado o libertad condicional y continúe su vínculo con instituciones penitenciarias, pueden acceder a talleres de igualdad realizados por el Colegio Oficial de Psicología de Cantabria. Pero los programas son sólo pinceladas a un problema que existe desde hace siglos:vivimos en una sociedad donde existe el machismo y hay grandes diferencias entre hombres y mujeres.
–Educar es prevenir, ¿qué se puede hacer en este sentido?
–Mi opinión personal es que la educación es el eslabón fundamental a través del cual se puede prevenir la violencia de género. No es suficiente hacerlo a través de charlas puntuales el 25 de noviembre, sino que la igualdad se tiene que incluir en el currículo educativo, con la misma importancia que Matemáticas o Lengua. Hay que abordar la desigualdad estructural de nuestra sociedad y enfocarse en las variables psicológicas donde sabemos que los agresores presentan más déficits, para aprender desde pequeños a vivir de forma sana, igualitaria y libre.
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