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Los lobos atacan ya en municipios costeros, donde su presencia hasta ahora era prácticamente testimonial, y a plena luz del día. Sucedió el viernes ... en Ruiloba. A Gabriel Bueno, propietario de los viñedos Miradorio de la localidad, le ha matado el lobo nueve ovejas. Y de día. Lo sabe porque «todas las noches subimos a cerrarlas y las abrimos a las siete u ocho de la mañana». Y el viernes cuando fue a guardar los animales -sobre las ocho de la tarde- se encontró al rebaño muerto. Solo se salvaron «dos corderitos pequeños que estamos alimentando con biberón». El resto, una masacre. «Allí estaban todas degolladas, menos una que habían abierto por el vientre». El macho por un lado, «lejos del resto», y las ovejas una al lado de la otra.
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«Lo alucinante es que era de día», insiste Gabriel, que emplea los animales para mantener los viñedos. O empleaba, porque después de esta «no voy a coger más». Ya perdió siete ejemplares hace dos años en otra nefasta visita de los cánidos. Sabe que no hay dos sin tres «y eso que estamos hablando de Ruiloba, porque si ocurre en Lamiña o en Ucieda (Ruente), dices bueno, están en plena Reserva, pero ¿aquí?», deja la frase en suspenso. El perro del propietario del viñedo, un mastín, no pudo hacer nada. «Me lo encontré en un rincón muerto de miedo». Ya se sabe que lo de los perros como medida disuasoria no funciona. Así que Gabriel, ni corto ni perezoso, decidió mostrar su realidad. «Solemos hacer visitas guiadas a la bodega y el sábado llevé a los visitantes a la zona de los viñedos para que vieran lo que habían hecho los lobos, porque quiero que lo sepa todo el mundo». La imagen de los animales desmembrados impresiona. Es su forma de mitigar la rabia que le quema desde el viernes.
La versión del de Ruiloba coincide con otros ganaderos que también hablan de avistamientos «dentro del pueblo y a las diez de la mañana». ¿Seguro? «Que sí, Lucía, que sí». El ganadero de Requejo, en Campoo de Enmedio, Emilio Macho Balbás se mata con la razón. «Te voy a pasar dos vídeos que ha grabado mi primo de dos lobos distintos a las diez y a las doce del mediodía». Fue antes de ayer, concreta Emilio, cuando vieron a los cánidos de 'domingueo'. A Emilio le mataron «un potro el jueves, otro el viernes, otro el sábado, otro el domingo y otro ayer», enumera, como quien cuenta hasta cinco. «Un disparate», dice. Este año no ha hecho más que restar y el saldo es menos noventa. «Y no solo ganado bovino, también equino». Potros, muchos. Cada mañana se encontraba con uno muerto. «A ver quién se acostumbra a eso». Nadie. Por no hablar del festín que se dan los depredadores. «Cada potro son 300 kilos de carne que se comen entre varios y al día siguiente, vuelven». De nada le sirve a Emilio cambiar al ganado de finca. «Ya han dado la vuelta a todo el pueblo», se queja.
Gabriel Bueno | Ruiloba «Si me dices que el ataque se ha producido en pueblos como Lamiña o Ucieda, lo puedo entender, pero no aquí, en plena costa»
Enrique Corsini | Gandarillas (San Vicente) «El lobo antes no bajaba a la costa, pero ahora se ha dado cuenta de que ya no hay zonas protegidas y no es tonto, por eso cada vez se acerca más»
Raúl Gómez | Roiz (Valdáliga) «Mi padre vio un lobo corriendo a las seis de la tarde con una cría en la boca y trató de espantarlo, pero el lobo no se amilanó, porque no tiene miedo»
Es que «no hay que infravalorar al lobo», advierte Enrique Corsini, un propietario de Gandarillas (San Vicente de la Barquera) que también ha recibido la visita del depredador en más de una ocasión. Gandarillas está a seis kilómetros de la costa y allí mató el cánido hace cuatro años 64 ovejas a Enrique. En tres días. No le dio tiempo ni a asimilarlo. Empezó a guardarlas por la noche «y parece que dejó de venir». Hasta el año pasado, en octubre, cuando «volvió y mató diecinueve». A pesar de la carnicería, no hay rencor en su discurso. «No soy partidario de matar al lobo porque sí, pero de tonto no tiene un pelo y antes no bajaba a los pueblos porque sabía que le daban. Pero ahora se ha dado cuenta de que ya no hay zonas protegidas». Por eso ataca. Y pasea, porque también pasea por los núcleos de la costa. Y de día. Lo dice Enrique. «Le hemos visto a las diez de la mañana por la orilla de un prado y en otra ocasión saliendo del bosque y cruzando la carretera». El de Gandarillas vive en plena naturaleza y no se topa con corzos, «porque se camuflan». En cambio, ve lobos.
Para Raúl Gómez, propietario de varias docenas de animales en Roiz (Valdáliga), no es tan descabellado. Asegura que su padre vio «un lobo corriendo con una cría en la boca a las seis de la tarde». ¿Y qué hizo? «Gritarle para espantarle, pero no nos tiene ningún miedo ni respeto», indica. El barrio de La Cocina donde Raúl tiene a sus animales también está cerca de la costa. Hace cuatro años fue noticia porque los lobos le mataron varias ovejas en dos ocasiones. Cuando se le pregunta si desde entonces ha vuelto a sufrir este tipo de 'sorpresas', se ríe -esa sonrisa irónica, que no es sonrisa, que sueltan los ganaderos cuando hablan del lobo-. «Diez veces en este último año», calcula. «Y no solo ganado menudo, porque cada vez que vienen arrasan con todo lo que pueden».
Los cánidos salvajes avanzan poco a poco hacia la costa. Los ataques que se vienen produciendo en los municipios del litoral -especialmente en el occidente- atestiguan la presencia del lobo cerca del Cantábrico. En Ruiloba, en Udías, en San Vicente de la Barquera. También en Puente San Miguel, Cabezón de la Sal, Los Corrales de Buelna. Solamente se salvan los municipios de la costa oriental. Y a saber por cuánto tiempo. «Es un sinvivir y estamos resignados». El mensaje de los ganaderos se repite en cada ocasión. Y cada vez son más las ocasiones.
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