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Fátima Fernández-Oruña | Abogada
Fátima Fernández-Oruña, abogada, vive en Madrid centro, pero su trabajo está en Alcobendas, municipio cerrado. «Fue de los primeros. Por ello, la empresa me dio un documento con el que puedo demostrar que trabajo aquí». En este tiempo, afirma que «nuca me han parado, pero a otras compañeras sí. Por lo que nos dicen, a partir del lunes esto va a cambiar y se van a poner más estrictos».
Lo que peor lleva «es esta incertidumbre. No saber aún el viernes por la mañana, a partir de cuándo se va a aplicar la nueva normativa y hasta cuándo. Dicen que sólo serán quince días, pero me da miedo que lleguemos de esta manera hasta Navidades. Fíjate cómo fue el confinamiento. Iban a ser una pocas semanas y estuvimos meses». La abogada cántabra dice no entender bien la medida. «Nos dejan movernos de una zona a otra para ir a estudiar, a trabajar, al médico... Con lo que seguimos juntándonos unos con otros. Yo vivo en el centro de Madrid, con miles de personas. No veo que vaya a haber diferencia a la hora de que pueda contagiarme». Confiesa sentirse «confusa. Vivo con inseguridad, porque no siento que nadie tenga las cosas claras. Que todo este sacrificio sirva realmente para algo y no saber cuándo voy a poder ir a ver a mi familia».
Lucía Salazar | Universitaria
Lucía Salazar, de Santander, estudia Diseño de Interiores en la Universidad Nebrija. Vive en la zona de Chamberí y diariamente se desplaza hasta el Parque de la Dehesa de la Villa. «A estas alturas no sé qué tengo que hacer cuando vaya el lunes a clase. Imagino que hoy (por ayer), desde la universidad nos enviarán algún salvoconducto», señala.
Para llegar hasta su centro universitario, «voy en coche, pero muchos compañeros van en metro y me han dicho que eso es un caos. Y después, nos juntamos todos en clase. Así que no sé yo cómo se van a contener los contagios por mucho que limiten los barrios o municipios».
En la parte social «sí veo que la limitación de reunión a seis personas puede tener su sentido. Así estamos desde el fin de semana pasado. Pero lo que no entiendo es que los restaurantes tengan que cerrar a las once de la noche. Eso sí que no veo que vaya a sirva de nada, salvo para que la gente de la hostelería se arruine, porque la mayoría de sus clientes se van a quedar en sus casas, no van a salir a cenar». Salazar está empadronada en Santander, «con lo cual, me podría ir el puente, que es lo que tenía previsto, pero no lo voy a hacer por responsabilidad, pero me temo que mucha otra gente sí lo hará, sobre todo, el próximo fin de semana».
Javier de Las Heras | Consultor
Muchos de los amigos de Javier de Las Heras, consultor en Madrid, que como él, son de Santander, siguen empadronados en la capital cántabra y se pregunta si ellos «¿pueden salir de Madrid? Esto es un caos. Nada está claro ni nos sacan de dudas», afirmó.
Ayer mismo, con sus compañeros de oficina, «comentábamos que para salir del centro tenemos que presentar un certificado y no podemos irnos a nuestras ciudades de origen, pero, sin embargo, alguien que vive en la zona de Barajas puede coger un avión a cualquier parte del mundo».
En su empresa «estamos todos trabajando de manera presencial. Unos vienen en transporte público y otros en privado, pero aquí nos juntamos, con lo que nos arriesgamos a caer en dominó. No veo que las nuevas medidas vayan a ser efectivas. Si los contagios están incrementándose, por supuesto que hay que establecer restricciones, pero las actuales no veo que sean las que nos vayan a proteger».
De cara al futuro «ya no me planteo nada. Y como yo, todos los madrileños. Nadie se va a organizar un viaje, porque no sabes hasta cuándo va a durar esto. No solo van a sufrir mucho los empresarios de la hostelería, sino también las empresas de viajes, entre otros muchos colectivos. Espero que esto sirva para algo».
Ignacio Álvarez | Publicista
Ignacio Álvarez, publicista de profesión, está trabajando de manera semipresencial. «Los días que coincido con mis compañeros en la oficina, los que viven en zonas restringidas, nos cuentan lo triste que se han vuelto sus barrios. La pesadumbre que se palpa. Madrid es una ciudad viva pero ya veo que a partir de las diez de la noche volverá a ser una ciudad fantasma».
Vive y trabaja en Madrid centro y afirma sentirse «atrapado. Es una sensación rara y angustiosa. Esto de no saber hasta cuándo, el recuerdo del confinamiento, no ayuda al estado de ánimo, en absoluto».
Teme por la economía de la ciudad y del país, en general: «Lo que van a conseguir es que no vayamos a poder remontar. Muchos de los que estaban consiguiendo salir a delante van a terminar cerrando después de esta medida».
Algo que tampoco ayuda a su ánimo es «el comportamiento de los políticos. En Madrid vivimos la situación como un partido de fútbol. La mayoría somos seguidores acérrimos de la presidenta de nuestra Comunidad Autónoma y el equipo enemigo es el Gobierno central. Se están creando sentimientos muy fuertes y enfrentados que no creo que ayude a nadie, tampoco a protegernos de este dichoso virus».
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