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Como cuando el último día de diciembre las campanadas anuncian que se acaba el año, esta medianoche también significa un cambio. Más bien dejar atrás algo. En concreto el estado de alarma -en vigor desde hace seis meses- y, por tanto, el cierre perimetral y ... el toque de queda que en Cantabria empezaba a partir de las 23.00 horas de la noche.
Durante esa hora previa hasta la medianoche se mantuvo un silencio ya casi habitual. Ese rato en el que los camiones de la basura son el único ruido que entra por las ventanas. La gente fue puntual y vacío las terrazas para irse a casa, siguiendo la misma rutina que desde hace semanas. Y de todo fue testigo la Policía Local aunque su labor nocturna estaba más centrada en vigilar que la gente no hiciera «nada irresponsable» que imponer sanciones en un lapso de sesenta minutos que quedaba en el aire por una cuestión que poco o nada tenía que ver con la situación sanitaria. Y, como si hubieran tomado las uvas y felicitado el año nuevo a la familia, según el reloj pasó de las 00.00, por la ciudad empezaron a verse grupos de jóvenes curiosos que salieron a la calle «por ver qué se cuece», reconocía Sara mientras paseaba por los Jardines de Piquío acompañada por sus dos amigas María y Estela. Las tres cerraron la puerta de su casa sin un plan concreto más allá de «dar una vuelta» y observar si más chavales habían tenido la misma idea.
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Y sí. Como ellas había otros tantos. «Acabamos de salir de casa y ya nos ha parado la Policía Nacional», contaba otro joven desde su coche a la espera de que el semáforo cambiara de color. Únicamente les pidieron la documentación y comprobaron que no llevaban alcohol. Los jóvenes que se echaron a la calle se concentraron sobre todo en la playa de Los Peligros y el aparcamiento del arenal de El Camello. Era el único plan porque la hostelería continuará cerrando a las 22.30. Precisamente allí, justo a la entrada, estacionaron dos coches de la Policía Local de Santander para controlar la «riada» de jóvenes que empezaba a llegar a la zona pasada media hora de la medianoche. Paraban cada vehículo que bajara la cuesta hacia el aparcamiento con intención de quedarse. «Buenas noches. Pare y abra el maletero», le pedía un agente a un grupo. ¿El objetivo? Controlar que no llevaran botellas de alcohol para hacer botellón.
Aunque no ha habido ningún incidente grave, los agentes de la Policía Local, servicio que se había reforzado este fin de semana por el fin del estado de alarma, han formulado varias denuncias por botellón.
En las horas previas al inicio del último toque de queda -que en esta ocasión solo fue de una hora, de 23.00 a 24.00 horas (cuando decaía el estado de alarma)- los principales puntos de ocio de la capital cántabra estaban llenos de gente, como la plaza de Cañadío, con presencial policial, u otras áreas como el Río de la Pila.
Se han instruido tres actas por incumplimiento de las medidas en vigor frente al covid-19; cuatro por tenencia de estupefacientes y tres por armas.
En Torrelavega, antes de las 5.00 de la madrugada se detectó una concentración de unas 40 personas en las inmediaciones del pabellón Vicente Trueba que estaban esperando la llegada del Bathco BM Torrelavega, que ayer consiguió el ascenso matemático a la Liga ASOBAL, la máxima categoría del balonmano en España. Se desarrolló sin incidentes.
Por su parte, la Guardia Civil, en sus actuaciones en el resto de la comunidad autónoma, tampoco ha registrado incidentes relevantes a lo largo de la pasada noche.
Conforme avanzaba la primera hora, cada vez podían verse más grupos de chavales, pero sin bolsas. Es decir, sin alcohol. Al menos eso parecía. Y eso fue lo más destacado, que bajaron simplemente para ver si el resto organizaban algo similar a una fiesta. «Queríamos ver qué había en la calle. El ambiente», reconocía Manu Martínez rodeado de otros tantos colegas. Porque ayer también se acabó, al menos de momento, la limitación del número de personas por grupo. Así, poco a poco, los jóvenes fueron llenando un aparcamiento en el que una hora antes apenas había cuatro coches. Y la tarea que intentaron llevar a cabo los efectivos de la policía fue más bien de «disuasión» para evitar que se concentrara más gente. Porque la mayoría estaban simplemente apoyados en sus coches y disfrutando de la libertad de poder estar en la calle sin límite horario.
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No obstante, mientras en El Camello los agentes de la Policía Local no daban abasto a hablar con la cantidad de jóvenes que decidieron salir a la calle una vez dejó de estar en vigor el estado de alarma, por el Paseo de Pereda, la Plaza Cañadío y otras vías cercanas de la capital cántabra, aún ganaba el silencio. Ese que ha conquistado las calles durante seis meses. Por allí era como si nada hubiera cambiado salvo por algún grupo de despistados y los pocos curiosos que sí aprovecharon esta primera noche sin toque de queda para dar un paseo (solos o con el perro) o incluso patinar o montar en bicicleta.
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