Una mañana en Santander: paneles caídos y «¡Viva el Rey!»
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Del habitual «pues sí que es alto» a los problemas con el viento. Una visita real siempre deja anécdotasEn las visitas reales –y en las presidenciales– a uno le dicen, casi, hasta cómo respirar. Está todo medido. Los tiempos, los movimientos, los desplazamientos... Pero si el viento se te cuela en la agenda ocurre que te pasas la mañana levantando los paneles explicativos que se caen al suelo. Se cayeron los dos que había junto al silo de vehículos de la primera parada en el Puerto de Santander, los dos que había en la carpa de Raos 9 en la segunda y hasta la aparente mole en la que colocaron la placa para recordar, dentro de unos años, la visita de Felipe VI. Las que no olvidarán la visita serán las dos señoras que se ganaron un puesto en primera fila junto al Juan Sebastián Elcano. Sí, sonó el «¡Viva el Rey!» y el «¡Viva España!» entre el gentío. Pero ellas fueron las que relataron el encuentro con más pasión. Le dieron la mano. ¿Y qué tal la experiencia? «Muy bien, muy majo, muy agradable, muy cercano y muy natural». Muy de visita real.
Aunque a los periodistas les ponen bastante lejos de 'la acción', estos días siempre dan para alguna anécdota. El monarca, hay que reconocerlo, está perfectamente entrenado para hacerse fotos, fotos y más fotos con todos los que pasan a su lado sin salir en ninguna con mala cara. Muchas de esas imágenes llenaban ayer tarde los muros de buena parte de la clase política regional. Hay que lucir.
Con traje tirando a clásico de color gris y la barba que es marca de la casa, no faltó durante la mañana el «pues sí que es alto». Un clásico. Pero, en eso de los comentarios, las dos señoras pegadas a la valla del primer párrafo volvieron a llevarse el diez: «Se le veía que estaba a gusto». Algo de razón tenían porque, antes de llegar al buque, dos miembros de la tripulación explicaban que no estaba previsto que subiera a bordo. Que bajaba la ministra de Defensa para saludar y poco más. Pero no. En su equipo ya se lo olían, como demuestra la conversación con un periodista.
–Igual sube.
–Pues dicen los del barco que no.
–Ya veremos, pero a mí me pagan por tenerlo preparado por si acaso.
Y subió.
Fue el momento del día de más 'visibilidad'. De más contacto con los vecinos. «Que sí, que me ha saludado, que le he tenido aquí pegado», comentaba por teléfono una señora emocionada contando su historia del día. Allí al lado, el presidente de la Asociación de Vecinos de Cueto fue uno de los que le estrechó la mano. En el barrio acaban de presentar su libro sobre Juan de Santander y su participación en la primera vuelta al mundo, y no perdieron la ocasión de regalar un par de ejemplares al monarca. Bueno, a él directamente no se los dieron. Lo recogió el personal de seguridad con destino al secretario y con la consigna, por orden directa, eso sí, de que pusieran su dirección. Para poder contestar al regalo (que parece ser que esos detalles se cuidan). Los datos iban en varios marcapáginas.
Hubo imágenes que ayer circularon por los teléfonos móviles. Carne de mensaje. Una, de Felipe VI y Revilla sentados juntos en el autobús por el que se movieron durante la visita a las instalaciones de la Autoridad Portuaria. Otra, la del monarca saliendo de comer de la Posada del Mar, en Castelar. Estas cosas son muy de crónica real. En el menú hubo anchoas y machote. Todo muy del Cantábrico, como tocaba. En el restaurante había buena ocupación y, cuentan, el Rey atendió con amabilidad a un grupo de jóvenes que se acercó para –claro– una foto y a otro par de grupos de no tan jóvenes para presumir con lo mismo (la foto).
Antes, en el acto de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, hubo otro de esos momentos simpáticos relacionados con la altura del monarca. Lo que toca, por protocolo, es ponerse de pie ante la mesa cuando a uno le toca hablar. Eso hicieron los distintos participantes. Pero si don Felipe se ponía de pie, el micro le quedaba algo lejos y la pose no era la más cómoda. Así que, con la sonrisa cómplice del personal, el Rey pidió disculpas y comprensión, y habló finalmente sentado.
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