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Eligieron ser médico de familia por pura vocación, en una época en la que había que pelear por conseguir la plaza, y lo volverían a hacer sin dudar. Ahora que se acercan a la jubilación -alguno ya está en periodo de prórroga voluntaria- asisten con ... tristeza e impotencia al deterioro de la red que ellos ayudaron a levantar, pilar del sistema sanitario: la Atención Primaria. Varios veteranos cántabros analizan los motivos que han llevado a las nuevas generaciones de facultativos a dejar casi como última opción la Medicina de Familia y Comunitaria. Este año no se ha cubierto ni siquiera la oferta de plazas MIR de la especialidad que arrastra el mayor déficit de profesionales, algo que no ocurría desde hacía casi una década.
«El problema viene de muy atrás, motivado por la falta de inversión en Atención Primaria (se lleva un 14,5% del presupuesto de Sanidad). Los nuevos residentes se decantan por las especialidades donde ven posibilidad de promoción interna, mejor pagadas y más reconocidas, que puedan incluso optar a una consulta privada», señala Luis Gutiérrez Bardeci, uno de los protagonistas del boom de la Medicina de Familia en España, que se resiste a colgar la bata blanca (lleva dos años posponiendo su retirada). «Mientras pueda, quiero seguir». Una opción que sopesa José Antonio García del Río, que presume de «haber podido trabajar en la especialidad que quería desde antes de ser médico». Y han pasado 40 años desde que emprendió su carrera, tiempo en el que «he vivido el auge, el estancamiento y el declive de la Atención Primaria. Tengo claro que estamos al final de un ciclo y todos somos responsables», dice.
«No podemos comparar 2022 con 1982. La sociedad ha cambiado. La fascinación tecnológica, la necesidad de respuestas inmediatas, la intolerancia a la incertidumbre... son algunos de esos cambios», comenta el exgerente de Atención Primaria en la última legislatura del PP, que atiende su consulta en el centro Isabel II (Santander). Él también opina que «se escoge especialidad en función de la carga de trabajo, de si se hacen guardias, del dinero que se gane, del prestigio social y de si hay demanda en la sanidad privada». Y si eso se aplica a los centros de salud, el descarte sale fácil, «porque hay mucho trabajo, poco dinero, malas condiciones de contratación y escaso prestigio», añade.
«Los jóvenes se inclinan por especialidades con más salidas, que tienen mayor prestigio y están también mejor pagadas»«Invertir en Primaria no es pedir medios técnicos, sino ganar en calidad, que se valore nuestro tiempo y se ofrezca estabilidad»
«Es una especialidad que sigue siendo desconocida y poco valorada, aunque solucionamos el 90% de los problemas de la gente»«Soy una enamorada de la Atención Primaria, me da una pena horrible que se haya llegado a este punto y que falten profesionales»
«A los estudiantes se les educa indirectamente en el espíritu hospitalocéntrico de la Medicina, más tecnológico y glamuroso»«Los errores de gestión y planificación nos pueden llevar hacia un sistema sanitario paralelo basado en aseguradoras privadas»
«La Atención Primaria ha sido abandonada durante años por las instituciones. Nos jubilamos muchos y no hay un plan de futuro»«Médicos hay, el problema es que los formamos pero buscan otros caminos, en la privada o el extranjero, y se desabastece el mercado»
Un cúmulo de factores que han convertido a la Atención Primaria en la 'cenicienta' del sistema. «Vamos avanzando sin prisa pero sin pausa desde hace dos décadas hacia un cambio de modelo en el que están bastante interesados ciertos grupos con mucho poder económico e influencia política», sostiene García del Río. «Pronto habrá una sanidad para ricos y otra para pobres, en la que los mejor situados económicamente puedan disponer de pólizas de seguro que les permitan cortocircuitar la sanidad pública». Y entiende que el fallo viene de lejos: «Nuestro sistema sanitario sigue siendo vertical, jerárquico y construido a base de compartimentos estancos con mala comunicación entre ellos. La formación médica no escapa a ello y a los estudiantes se les educa indirectamente en ese espíritu hospitalocéntrico de la Medicina, más tecnológico y glamuroso. Eso a pesar de que la vida real, la vida de la gente, tiene lugar fuera de los hospitales».
Charo Villota, médico de familia de Cabezón de la Sal, recuerda que «solucionamos el 90% de los problemas de la población y, sin embargo, nuestra especialidad sigue siendo una desconocida para muchos profesionales, incluso para compañeros del hospital, que ven lo que les mandamos, pero no lo que resolvemos. Está muy poco valorada porque no se nota lo que hacemos. La sociedad no es consciente de lo importante que es tener una Atención Primaria fuerte». Ella, que se declara «una enamorada» de su profesión, admite que le da «una pena horrible» la falta de relevo.
«Los MIR que rotan con nosotros son conscientes de que las condiciones laborales no son las mejores y que la sobrecarga hace que tengamos profesionales quemados», señala Villota. Obstáculos que alejan el resurgir de la vocación. Sin perder de vista, como apunta García del Río, «errores de gestión» con consecuencias sociales: «En los años 90 los políticos hicieron más hincapié en la accesibilidad y en la barra libre que en la promoción y en la educación sanitaria. Llegado el nuevo milenio han cultivado más la fascinación tecnológica para recaudar votos. Todo eso tiene un coste más alto que un primer nivel de atención eficiente y resolutivo, y que fomentar hábitos de vida saludables y educación sanitaria».
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También Luis Otero, con 35 años de profesión a la espalda, las dos últimas décadas en el centro de salud de Puertochico, indica que «la Atención Primaria ha sido abandonada por las instituciones durante años. Los gestores políticos sabían que iba a haber falta de profesionales de cara al futuro y no se ha hecho nada». ¿Por qué faltan médicos? «Médicos hay, el problema es que los formamos pero después buscan otros caminos, muchos se van a trabajar al extranjero, lo que genera un desabastecimiento del mercado nacional». En este punto, García del Río recuerda que, «en su día, las autoridades educativas decidieron exigir una nota de corte muy elevada en las facultades de medicina públicas para garantizar profesionales del máximo nivel. Paradójicamente, mientras eso ocurría, comenzaron a abrirse facultades de medicina privadas por todas partes».
Otero coincide con sus compañeros en que la «Atención Primaria tiene la integridad de la profesión de la Medicina con mayúsculas», pero hoy en día es «el patito feo» del abanico de especialidades, frente a otras muy codiciadas, como Dermatología, Cardiología o Cirugía Plástica. «No hay planificación de futuro, tenemos una plantilla muy envejecida. El panorama pinta negro», aunque deja claro que «no todo es dinero. No podemos competir con Europa en sueldos, pero habrá que ofrecer otras cosas que retengan a los profesionales. Si lo que perciben es que hoy, entre los que he visto y a los que he llamado, he atendido más de 50 pacientes, cómo va a elegir esta profesión». A eso se suma que los centros de salud son el mayor foco de tensiones con los usuarios, con un incremento de agresiones a raíz de la pandemia. Otra razón para el desencanto.
«La imagen que se ha trasladado de la Primaria no se correspondía con la realidad, no hemos tenido visibilidad», opina Otero. En este sentido, Gutiérrez Bardeci, también con consulta en Puertochico, destaca que «nadie agradece lo que los médicos de familia conseguimos en salud comunitaria, no se valora que alguien no infarte a los 50 años; cuando se habla de inversión nos referimos a poder ofrecer calidad en la atención, a que se valore nuestro tiempo y a que se nos faciliten los recursos materiales necesarios, que a veces nos cuesta un triunfo». A modo de ejemplo sirvan los ecógrafos distribuidos por los centros y que en algunos casos no se han llegado a estrenar. «He visto jubilarse compañeros que aún podrían haber compartido conocimientos si se les hubiera dado la posibilidad, aunque fuera con jornadas reducidas. Es una pena que no se contemplara esa posible solución», añade. Pese a las horas (y los pacientes) de más en sus consultas y a los sinsabores, los cuatro defienden que eligieron «la especialidad más bonita», aunque también sea «la más maltratada».
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