Secciones
Servicios
Destacamos
Una misma jornada vista desde dos posiciones. Los usuarios, desde fuera. Horas de llamadas sin respuesta al centro de salud, colas ante la puerta, intentos inútiles de contactar con el teléfono covid, días para obtener un parte de baja, visitas a urgencias ante la imposibilidad ... de ser atendidos de otro modo, tiempos disparados para una PCR... Por otro, desde dentro, médicos y enfermeras abrumados que abren agendas y se encuentran con «sesenta o setenta citas» y una labor, en muchos casos, más burocrática que otra cosa; compañeros de baja; la sensación de no llegar a veces a lo importante por dedicar demasiado tiempo a casos de poca gravedad; personal de administración dedicado en exclusiva a hacer cientos de partes de baja o que, sin soltar el teléfono, es incapaz de responder a todas las llamadas. Al tratar de hacer la radiografía de lo que pasa en la Atención Primaria estos días salta una palabra en las conversaciones. «Barrera». El sistema pensado para ser la primera salida a los problemas de salud está más cerca de ser estos días un callejón sin salida para los de fuera y los de dentro, que coinciden en la «frustración». Un tapón gigantesco.
Desde la Gerencia aseguran que «el refuerzo del personal no puede crecer exponencialmente como la sexta ola», que «los recursos no son ilimitados» y que, además de sus labores habituales, está la campaña de vacunación, los test... Que «a esto se suma el número de festivos acumulados» en diciembre y enero y que las personas que se contratan (sobre todo, en admisión) «no tienen el conocimiento y experiencia del personal habitual». Anuncian, para este mismo lunes, un refuerzo de «35 auxiliares administrativos para atención telefónica y trámites de correo electrónico». Y preparan una 'receta' que ya comunicaron internamente el viernes: centrarse en lo «urgente y no demorable» (bloqueo de agendas), derivar la vacunación a puntos externos, incrementar las citas de test, campañas para «el uso adecuado de los servicios sanitarios», enfermeras jubiladas para vacunar (y buscar médicos en la misma situación para otorgar bajas laborales), denegar cualquier petición de ausencia en enero y un intento de reducir la burocracia –pero sin confirmar aún– con la solicitud, por un lado, de renovación de recetas por SMS y, por otro, de la agilización de los partes de baja por «vías telemáticas».
224personas de la plantilla de Atención Primaria están ahora mismo de baja.
23rastreadores menos que en etapas con un número de contagios mucho menor.
Causas y soluciones. De la conversación con los profesionales en centros de salud y SUAP de la región que se ven «desbordados» estos días es fácil extraer conclusiones. Que dedican muchas horas a la burocracia, que falta personal formado, que hay muchas bajas que no se cubren y que tienen la sensación de llenar jornadas interminables con un aluvión de pacientes con síntomas similares a los de un catarro con el temor de no poder dedicar tiempo a los que más lo necesitan. Mucho agotamiento por su parte y mucha crispación entre los usuarios. Algunos trabajadores dudan de la eficacia del anuncio del bloqueo de agendas («porque ya se hacía en la práctica») y es general la creencia de que entre una parte de la población no se capta que la situación es de «emergencia sanitaria». Hay, por ejemplo, todavía llamadas de «gente joven» para hacerse «un chequeo», cuenta la doctora Ana Galván, en el centro de salud de Castilla-Hermida. «La población sabe lo que hay y es consciente. Pero, aún así, y lo entendemos, prima el 'lo primero es lo mío'». En paralelo, ella describe como esta semana, sin ir más lejos, en su centro no había pediatra o como, a los mostradores –«los compañeros que más se contagian y más sufren las quejas, que no es que no cojan el teléfono, es que hay seis para mil llamadas»– enviaron «personal de sustitución para cubrir a los que estaban de baja y a las ocho de la mañana les estaban explicando el programa y el sistema de citas» (lo que acaba derivando en, «lógicamente», errores).
«Se nos cuelga un sambenito de vagos que no nos merecemos y que también se fomenta por los comentarios de compañeros de los hospitales que desconocen la situación», apunta Maite Albizu, enfermera del centro de salud Saja, en Cabezón. Porque sí, también existe resquemor con lo que escuchan desde los hospitales.
Es obvio que hay un circuito de usuarios. Ante las dificultades, el intento de acudir al centro de salud se traslada al SUAP y, de allí, a las urgencias del hospital. «Si les explicas que ante cuestiones leves no deben venir, te dicen que sí, pero que se irán al hospital», relata Ana Alonso, doctora en el SUAP de Santoña.
Y hay también mensajes de calado. «Sería oportunista presentar a la pandemia como responsable de la lamentable situación de la Atención Primaria en Castro Urdiales y en nuestra comunidad en general», dice Estíbaliz Arroitajauregi, enfermera en el centro de salud La Barrera.
La doctora Galván cree que la sexta ola «nos ha cogido en un momento en el que estábamos, del verano para acá, normalizando la asistencia». «Creemos que los pacientes estaban perdiendo el miedo y, lógicamente, volvían a demandar sus controles, sus análisis». Todos, dice, «desprevenidos» y, ahora, un panorama «terrible». «Abres la agenda y hay más de sesenta citas entre el teléfono y lo presencial, más todo lo que surge, que ya no cuentas por salud mental. Cientos de llamadas por un test, personas que todavía no saben qué hacer si dan positivo, que piden bajas... Sólo dar las pautas básicas que ya se conocen lleva tiempo. Y, cuando llevas treinta o cuarenta, tienes miedo de que algo serio se te escape. Lo burocrático lleva mucho rato y, si realmente un paciente necesita asistencia, el médico está desbordado por las cifras y mentalmente. A las dos ya no puedes pensar. Eso es peligroso para los pacientes y para nosotros». Cree que «se junta todo». «Vacaciones de personal a las que todos tienen derecho», falta de recursos, «contagios de compañeros» y «pacientes que siguen demandando sus análisis, sus prisas... La palabra es emergencia sanitaria y tienes que explicar a gente que ahora no pueden llamar al centro de salud para hacerse un chequeo».
Al final de la charla, y con cierta desesperación, Maite Albizu lanza un «ruego». «Que la población que no esté grave nos permita atender al que lo necesita. No al que tiene prisa por una baja, que claro que se la voy a dar. Porque ahora todas las llamadas vienen con la coletilla de 'es urgente' o 'no puede esperar'. Y no siempre es así. Nos duele en el alma que llegue un paciente tarde por no haber podido acceder a la vez que te has pasado el día atendiendo a gente con prisa que no tiene nada grave». La enfermera dice que el virus «ya no mata tanto, pero nos mata de estrés». Habla de soluciones que pasan «por los gobernantes», de «medios humanos y logísticos muy limitados», de compañeros de baja sin sustituto y, mucho, de una «sobrecarga de trámites burocráticos». De cambiar el planteamiento. «Que nos quiten esos trámites porque hablamos de muchos casos que no son de gravedad, que no hay que correr. Es un bucle y no se acaba nunca. 'Quiero la PCR, quiero el test, quiero la baja'... La sensación es la de estar siendo vapuleados y que, al que realmente está enfermo, no se llega. Necesitamos de alguien que ponga un poco de cordura y nos libere de esta carga absurda».
En los SUAP (Servicio de Urgencias de Atención Primaria) de Cantabria, aclara Ana Alonso, hay que distinguir. La carga no es la misma en las zonas más rurales que en los grandes núcleos de población. «En esos últimos, si ya estaban desbordados antes, ahora la forma de trabajar es 'de guerra'». La doctora habla de dos cuestiones. «Siempre –dice en primer lugar– asumimos lo que se desborda de Primaria. Si antes del covid había lista de espera, ahora... En los centros falta personal y nunca están todos los que son. Que estemos pocos médicos y los puestos se queden sin cubrir hace que los demás tengan que asumir más trabajo y eso acaba quemando». Y, en segundo lugar, habla de intentar «educar a la población». «La gente, y lo entendemos, quiere aquí y ahora y acude a urgencias. Y si explicas que con síntomas leves no debe hacerlo para intentar ayudar en esa educación –en este panorama de situación covid, con la Primaria desbordada y en zonas como Castro con una enorme población flotante–, cada vez que tratas de explicarlo, te encuentras con una bronca. Se ponen e la defensiva y te dicen que vale, pero que entonces se van a ir a urgencias de un hospital».
Dice que sería «oportunista» presentar a la pandemia como responsable «de lalamentable situación de la Atención Primaria». «Nuestra 'crisis sanitaria' viene de atrás. Trabajamos con una población envejecida, pluripatológica, con necesidad de cuidados en salud agudos y crónicos. A nuestros pacientes 'autóctonos' se suma un gran número de residentes no censados. La elevada demanda desequilibra una plantilla insuficiente con alta tasa de temporalidad. Esto ya se traducía en una peligrosa presión física y emocional, obligándonos a ofertar una atención centrada en lo agudo, con demora en algunos estamentos (diez días de media para concertar primera cita no presencial) y con objetivos a medio y largo plazo difíciles de conseguir». Así que, a su juicio, «la implosión del covid ha contribuido a avivar este desequilibrio». Arroitajauregi habla de «recursos limitados y obsoletos» y asegura que una «información cambiante» ha incidido en «el descrédito». Destaca, pese a todo, los avances tecnológicos o lo conseguido por los profesionales en vacunación o cribado. «Pese al escenario derrotista, las enfermeras seguimos trabajando con la ilusión de ser uno de los artificieros del cambio necesario. No nos cabe duda de que 'ningún mar en calma hizo experto a un marinero'».
¿Qué dice la Gerencia de Atención Primaria? A preguntas de este periódico dan algunos números. En cuanto a refuerzos, aseguran que las contrataciones «se han realizado mediante 42 auxiliares administrativos, 61 enfermeras, 51 médicos, nueve enfermeras jubiladas, ocho celadores, además de los equipos de test de antígenos y se va a contratar además un informático y un número de 35 auxiliares administrativos» (desde este lunes).
Especifican además «otros refuerzos» en «el resto de categorías» y la contratación del personal «de Salud Cantabria Responde (cuenta con 23 profesionales), de la Unidad de Registro de Vacunación y de parte de la Unidad de Vigilancia e Intervención (UVEI) que se dedica a rastreo, vacunación y pruebas diagnósticas de infección aguda por covid como complemento de la actividad de centros de salud y consultorios». La gerente, Teresa Ugarte, asegura que «los refuerzos han ido claramente en aumento» y que en su departamento «no se ha prescindido de profesionales».
Noticias Relacionadas
Afirma que «siempre que hay personal en lista de contratación, se sustituye» al de baja o en cuarentena (el mayor problema es con los médicos de familia, porque no hay en la lista, algo que también ocurre con los pediatras) y que «la plantilla orgánica va a crecer en los próximos dos años». Las bajas «están empezando a aumentar desde la semana pasada como en el resto de la población». Entre el covid y otras causas ahora mismo suman 224 personas (según el dato que facilitan, la plantilla, sin los refuerzos, es de unas 1.440 personas).
Preguntados específicamente por las personas que hoy en día están cogiendo el teléfono –uno de los mayores problemas para los usuarios–, desde Atención primaria indican que «todos los centros tienen al menos una persona dedicada en exclusiva a la atención telefónica y el resto de los profesionales de admisión combinan la atención telefónica con la presencial». ¿Pero cuánto personal administrativo hay para eso? «Auxiliares administrativos hay 172 en centros de salud. Además de 42 auxiliares de continuidad –sin una plaza fija en un centro, rotan entre los de una misma zona– también en los centros, hay nueve en la unidad de registro de vacunación y once en la UVEI». Aquí se sumarán esos 35 que se incorporan esta semana. Pero Ugarte reconoce que «las personas que acceden ahora a contrato no tienen el conocimiento y experiencia propia del personal habitual a pesar de que su esfuerzo también es importante» (algo palpable con lo que se contaba desde el centro de salud de Castilla-Hermida).
Para ese problema está la bolsa de empleo que se ha creado en el caso de los rastreadores. Ahí figura gente que ya se dedicó a ello y de ahí tiran si hay que contratar. Las cifras, eso sí, confirman que ahora hay menos –con más contagios– que en otros momentos de la pandemia. La UVEI, que comenzó con 42 rastreadores de la Gerencia de Atención Primaria, tiene ahora 43. Pero Salud Pública comenzó con 65 y ahora tiene 22 en la UVEI y otros veinte que rastrean desde la Consejería (42 frente a 65). A estos hay que sumar los 120 que aporta el Ejército de Tierra.
Noticia Relacionada
DM .
¿Soluciones para el tapón? La contratación de refuerzos y de profesionales jubilados, los cinco puntos para hacer test de antígenos (se ha doblado la capacidad de tres «para descongestionar los servicios de Urgencias»), el bloqueo de las agendas ( la priorización de la atención urgente), la reducción de las cuarentenas a siete días o el hecho de sacar «la mayor parte de la vacunación de los centros de salud fuera de horario o a puntos externos». Eso, y un intento aún por concretar para reducir la carga de trámites burocráticos en bajas o recetas. «A los profesionales les gustaría poder dar un servicio más ágil», indica Teresa Ugarte.
Habrá que ver si esto es suficiente para romper la «barrera».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.