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En la puerta de la nave de Camperos del Asón puede leerse un llamativo «gallinas felices». En dos prados que hay junto a la instalación, con ese verde tan propio de la zona, las aves suelen estar a sus anchas. Con espacio, libres, a gusto ( ... todo eso se nota en los huevos). Pero hace un par de semanas, las 1.800 gallinas de Pilar Ortiz están dentro. Bien cuidadas, con un aspecto saludable. Pero dentro. El temor a los brotes de gripe aviar y la activación de protocolos para evitar contagios tienen en vilo a las granjas avícolas. «Puede llegar en cualquier momento», advirtió esta semana el Gobierno de Cantabria. De momento, en la región, no ha entrado en ninguna. Un mensaje de calma. Pero hay una lógica preocupación. Y en todas, como en la de Ortiz, repiten una frase: «Si sale un caso en la granja las tenemos que matar a todas. Y eso es la ruina».
Ella está al cuidado de los animales y su marido está haciendo el reparto. Empezaron con el negocio en 2014. Desde cero. Producen («unos 1.000 o 1.200 huevos diarios de media») y distribuyen. Todo el proceso. Las tienen en dos lotes y renuevan ambos cada año. «Ahí vamos. Hay que estar en ello todos los días», cuenta. La conversación tiene que ser fuera, al fresco, porque en el gallinero, al entrar, las gallinas suben el tono y cuesta entenderse. El ruido es fuerte.
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Ellos ofrecen huevos camperos, «pero ahora las tenemos que tener 'en casa'». Llevan ahí unas dos semanas. En Cantabria se han muestreado hasta el momento 139 aves de todo tipo y ocho alcatraces resultaron positivos. Uno de los últimos casos se detectó en Castro Urdiales. Ese fue el que más preocupó en Camperos del Asón. De hecho, están pegados al parque natural de la zona, «que tiene muchas ventajas como atracción, pero en esto resulta una desventaja». «Está lleno de aves rapaces. Es fácil ver águilas, milanos... A pleno día y estando en casa (viven allí mismo, al lado de la nave), vemos a veces cómo atacan». Eso es un riesgo de contagio. De hecho, al señalar los prados en los que suelen estar las gallinas, ahora con la hierba más alta de lo normal porque las aves no 'pican' allí, hay un milano posado sobre una estaca.
Pilar Ortiz | Camperos del Asón
«El miedo es que, si aparece un caso en la granja, tienes que matar a todas las gallinas y eso es la ruina. Tendríamos que llamar a un matadero específico de aves que está en Galicia. Sólo eso ya sería de 2.000 euros en adelante. Y todo serían pérdidas. No hay seguro que cubra las gallinas. Vale más prevenir. Se supone que todos los años hay brotes por los movimientos migratorios, pero este año hay más contagios que otras veces». Por eso extreman las precauciones. Están dentro y, todos los que vienen de fuera, deben ponerse calzas para entrar al gallinero. Se desinfectan las entradas, hay mallas pajareras en las ventanas... «Si ya haces todas estas cosas siempre por precaución, ahora procuras que esté más limpio todavía», dice Ortiz. Y está todo impoluto. «La alternativa -explica- sería una red cubriendo los prados, pero es inviable». Demasiado espacio, mucha obra, mucho dinero. Y la necesidad de que esa red fuese muy resistente porque cambiarla cada dos por tres sería un trastorno. «Sí que lo hemos pensado alguna vez, pero es inviable», expone.
Eso mismo dice Miguel Ángel Jiménez, de La Gallinuca (otra granja de huevos camperos en Marina de Cudeyo). Que las podrían sacar al exterior si tuvieran esa red antiaves. «Pero es una extensión muy amplia y económicamente no nos podemos permitir algo así. Y más con lo que está subiendo todo: la luz, los suministros, el combustible...». Así que para ellos, igualmente, meter dentro a las gallinas «ha sido la única solución» para reducir los riesgos de contagio.
Miguel Ángel Jiménez | La Gallinuca
El discurso se repite. La misma preocupación. «Claro, estamos bastante preocupados. Si llega a una hay que sacrificarlas a todas. Un palo. Pasar de una producción de 4.000 huevos diarios a cero». En Camperos del Asón (Arredondo), en La Gallinuca (Marina de Cudeyo) o en la Granja Anero (en Anero). El responsable de esta última explotación de huevos 100% ecológicos, Carlos Martín, añade, además, otros elementos interesantes.
«Preocupados, sí. No cabe duda. En España ya se han producido focos en granjas grandes, sobre todo en la zona de Guadalajara. Y en Europa se han matado ya 48 millones de gallinas», repite en el mismo sentido que sus compañeros. Y eso, añade, «hace que el mercado se mueva de forma diferente». Por ejemplo, a la hora de reponer a las «pollitas de recría». Toda esta situación se traduce en que «sube el precio del huevo». «No hay tanta oferta y, sin embargo, hay más demanda».
Carlos Martín | Granja Anero
Martín insiste en que ahora no se pueden poner comederos ni bebedores exteriores en contacto con aves silvestres, en la desinfección del calzado... En el rosario de pequeñas precauciones que los responsables de las granjas están tomando. Y, claro, en tener las gallinas cerradas. «Además, en Anero ha habido una plaga de gusanos y eso atrae a otras aves silvestres, por lo que el riesgo aumenta». Más motivos para el 'confinamiento'. «Pero es que no estás libre de que te pueda pasar por muchos controles que tengas». Y pone como ejemplo «un camión de piensos», con todos sus controles sanitarios pasados y con todo en regla, pero que «imagina que pasa por varias granjas»... O sea, «una contaminación cruzada».
«A ver si esto mejora en poco tiempo -desea Jiménez- para que puedan salir las pobres. Que puedan salir y tomar el aire, que lo estarán deseando».
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