Sobradamente preparada

Jugador, entrenador, árbitro y periodista deportivo, Pedro Escartín llegó a decir de sí mismo que en el fútbol fue de todo menos el balón. Alumna, profesora, catedrática, vicedecana, decana, vicerrectora y desde este miércoles rectora, pero no una más, la primera, Concepción López Fernández ya puede decir de sí misma que en la Universidad de Cantabria ha sido de todo menos la tiza. Y que eso solamente se consigue con las dotes que le atribuye su círculo más íntimo y personal, donde todo el que lo frecuenta puede ver en ella a una mujer trabajadora, metódica, concienzuda y valiente que ha hecho camino al andar.

Nacida en Santander sobre los rescoldos de un tórrido verano, Conchi López lleva a gala el primer apellido de un camargués y el segundo de una selayense que el 14 de septiembre de 1964, el día en el que el periódico londinense Daily Herald tuvo que apagar su rotativa para siempre, le dieron a 'Pepe, el Hojalatero' una nieta con alma y corazón pasiegos y a la Virgen de Valvanuz otra devota más.

Allí, en el barrio de Pradillo, en casa de sus abuelos maternos, donde se juntaba con sus primas para jugar a la comba o a la pita, fue que la nueva rectora de la UC creció e hizo crecer las expectativas que su familia había depositado en ella en base al inmaculado expediente escolar con el que la niña llamó a las puertas de la Universidad de Cantabria para matricularse, diplomarse, licenciarse y doctorarse del tirón, con la calificación Apto cum laude, en Ciencias Económicas y Empresariales.

Eso pasó en los años noventa, estrenados con la campaña publicitaria con la que Renault promocionó en España su 'Clío' encumbrando en sus anuncios a los que la marca automovilística definiría como jóvenes, aunque sobradamente preparados. Los 'JASP', sí. Un acrónimo que hoy podría sonar un poco viejuno pero que entonces definió a la generación más y mejor formada de la historia de España, que es a la que pertenece Conchi López.

Con los baby boomers en plena escalada hacia los puestos de responsabilidad, y sin miedo a los obstáculos que pudieran plantearle ser mujer o ser muy joven, la nueva rectora de la UC se lanzó hacia la cumbre de Económicas, facultad en la que ejerció de profesora y catedrática y de la que primero fue vicedecana y más tarde decana formando un sólido grupo de trabajo con el que obró la inauguración del nuevo edificio de Derecho-Empresariales.

«Aunque por norma siempre existió una relación jerárquica, fuimos compañeros de trabajo y, por encima de todo, amigos», recuerdan con cierta nostalgia quienes trabajaron a su lado en un equipo muy productivo en toda la extensión de la palabra. En ese tiempo, entre 1996 y 2004, nacieron los cuatro hijos de quienes entonces eran dos de sus vicedecanos, y los suyos propios –Gregorio y Carmen, él un farmacéutico de 28 de edad, ella una ingeniera industrial de 23–, los dos fruto de su matrimonio con José Manuel López Revuelta, al que la abogacía se le da mejor que el fútbol.

Miembro de la Junta de Gobierno del Colegio de Economistas de Cantabria, que en 1999 la nombró Colegiada del Año y en 2010 Colegiada de Honor, Conchi López ha sabido conjugar su carrera profesional y su vida personal manteniéndolas en equilibrio con la ayuda de sus allegados, con los que comparte prácticamente todo su tiempo de ocio. No le gusta el fútbol, para nada, pero si un partido puede ser la excusa para juntar a la familia, se esfuerza para no perdérselo. Sentada a la vera de su padre, fallecido hace tan solo unos meses, vio a la selección española ganar el Mundial de Sudáfrica y la Eurocopa de Polonia y Ucrania. «Lo que le va es el senderismo», una actividad que practica a la que puede, que es bastante menos de lo que ella quisiera, y que le ha granjeado una cierta fama de andarina en su amplio círculo de amistades.

Muy detallista, de mente abierta, curiosa, buena lectora, apasionada de la Prehistoria y aficionada a la cocina, la nueva rectora de la Universidad de Cantabria, a la que no se le conocen ni manías ni rarezas ni supersticiones, domina el inglés y el francés, algo de lo que no solo se ha beneficiado ella sino más gente. Por ejemplo, el grupo de amigos con los que ella y su esposo viajan a la Borgoña cada dos años para deleitarse con el patrimonio galo oculto en los pueblecitos de la región, y al que ella sirve de traductora.

Y también los universitarios, a los que siempre ha procurado inocular la lengua de Shakespeare, pero en especial desde que accedió a la Dirección de Área de Ordenación Académica y Profesorado, donde alcanzó el rango de vicerrectora en un momento un poco delicado por verse en medio del proceso de transformación de las titulaciones de la Universidad al espacio europeo de educación superior. Mujer con las ideas muy claras, otro de sus rasgos particulares, Conchi López hizo una apuesta por mejorar la formación lingüística de los estudiantes exigiéndoles un cierto nivel de inglés pero ofreciéndoles a cambio medios para alcanzarlo.

Fue a su regreso de Madrid, donde hizo un paréntesis para asumir una dirección de división en la Agencia Nacional de Evaluación de Calidad y Acreditación –la Aneca–, cuando uno de sus compañeros de equipo le soltó: 'Conchi; tú algún día serás la rectora de la UC'. De haber apostado entonces se hubiera forrado, porque no era ella la favorita. No al menos en la esfera universitaria, porque en la suya personal existía una confianza ciega en las posibilidades de Conchi de ser la primera rectora de la UC. «Lo tenía entre ceja y ceja», dicen. «Solo estaba esperando que llegara su momento».

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