Secciones
Servicios
Destacamos
Candela Gordovil
Santander
Viernes, 27 de agosto 2021, 07:11
«Necesito que mis padres salgan de Afganistán antes de la fecha límite. Son la única familia que me queda. Los talibanes ya mataron a mis dos hermanos hace años», ruega Samir Attah, un joven afgano que vive en Torrelavega desde hace cinco años. Gul ... Mohammed Attah y Soraya Attah, los progenitores de Samir, aparecen en las listas oficiales del Gobierno de España para ser evacuados de Kabul. El miércoles estuvieron 14 horas frente a la puerta sur del aeropuerto, Abby Gate -la misma que ayer saltó por los aires en un doble atentado que causó decenas de muertos y de heridos-, pero nunca se llegó a abrir. Se produjo un tiroteo y una posterior avalancha en la que resultó herida su madre, así que tuvieron que regresar a casa. «Mi madre me mandó audios y vídeos de esa noche durísimos», relata Samir con la voz entrecortada.
Y rememora el drama por el que ha pasado su familia. En 2016 su hermano mayor, con 34 años, falleció a manos de los talibanes. Entonces, sus padres le pidieron «por favor» que abandonase el país. Cuenta que pagaron casi 14.000 euros a una mafia para poder viajar a Europa, un trance «durísimo», recuerda. «Estuvimos tres días sin agua ni comida y nos prohibían hablar con la gente para no saber dónde nos encontrábamos», explica el joven afgano, que se maneja con cierta soltura con el español, aunque admite que le costó mucho aprender el idioma. En un primer momento, llegó a Valencia, pero un mes después y a regañadientes se vio obligado a desplazarse a Cantabria. Lo que él no se esperaba es que en Torrelavega iba a encontrar a su familia española.
AEROPUERTO DE KABUL
María Jesús Herrero es la dueña de la Herboristería Sandalo, en la que Samir lleva casi un año trabajando. Una de las hijas de Herrero daba clases de guitarra en Cruz Roja y fue allí donde le conoció. Según relata, observó en él una tristeza enorme, algo que no le ocurrió con el resto. «En 2019, cuando ya vivía en Cantabria, en un ataque bomba cerca de mi casa mataron a mi hermano pequeño, tenía 11 años», apunta Samir. Una tragedia, junto a la muerte de su hermano mayor, de la que nunca ha logrado recuperarse. Incluso llegó a sentirse culpable por no haber podido hacer nada para que siguieran con vida. Por eso, no puede parar de pensar en sus padres. «Solo les tengo a ellos, no tengo nada más en mi vida», confiesa el joven, que teme que le pase algo a él, porque de esta manera «nunca podría ayudarles».
Noticia Relacionada
Su constancia, cercanía y bondad cautivaron a esta familia torrelaveguense que decidió contratarlo en su negocio para que así consiguiera la residencia por arraigo. «Uno de los requisitos era tener un contrato de más de un año», explica Herrero. De esta manera, también podrían volar sus padres a Cantabria de manera legal. Tanto Herrero como toda su familia están acompañando a Samir en estos días tan complicados marcados por la incertidumbre y el miedo. «Estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos y la esperanza no la perdemos», dice la dueña de la herboristería. Llevan días sin poder dormir, atentos a las últimas noticias que llegan desde Kabul. Muy decepcionados y frustrados por la fallida huida de los padres de Samir, aseguran que hoy lo volverán a intentar. A pesar de la emoción que invadía al joven afgano durante la conversación, no quiso dejar pasar la oportunidad de agradecer a María Jesús y a toda su familia todo lo que han hecho y siguen haciendo por él. «Para mí es como mi madre, de hecho le digo mamá».
EL PAPEL DE LAS MUJERES
Esta no ha sido la primera vez que la familia Attah tiene que escapar de los talibanes. Cuando Samir contaba con 10 años se mudaron a Pakistán, justo cuando comenzó la guerra en su país. Estuvieron casi nueve años fuera de Kabul. En ese período de tiempo, muy asiduamente visitaban a familiares que residían en Afganistán y, en una de esas visitas, los talibanes le preguntaron a Gul Mohammed que por qué su hijo llevaba pantalones y camiseta. «Me quitaron la ropa, había que ir vestido igual que ellos», subraya Samir.
«Yo no quería abandonar mi país, allí tenía a mi familia, trabajo, pareja, amigos», señala el joven resignado. Él no huye por falta de dinero, ni de trabajo. «Me tuve que ir porque me iban a quitar del medio». No esconde que, si cesase el conflicto con los talibanes, le gustaría volver a Afganistán. Pero no es optimista, «ya son casi 40 años, dudo mucho que se resuelva».
Sus padres actualmente no pueden ni siquiera trabajar. Gul Mohammed es banquero y no acude a su puesto por miedo. «Le pueden parar y acusarle de estar colaborando con el Gobierno». Su madre, Soraya, es maestra, pero los colegios están cerrados. En la primera conferencia de prensa que dio el grupo islámico el pasado martes tras retomar el control del país el líder talibán, Zabihullah Mujahid, garantizó que «los derechos de las mujeres en Afganistán serán respetados dentro del marco de la ley islámica». Pero Samir duda del fondo de esas palabras: «Ahora dicen que las cosas van a cambiar y que podrán trabajar, pero es todo mentira. Quieren que estén dentro de casa». Cree que en cuanto las tropas americanas abandonen el país volverán a actuar como siempre lo han hecho. «Si necesitan niños, de la edad que sea, van a entrar a casa y se los van a llevar». Y añade que lo peor es que, por miedo, no se puede decir nada.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.