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Tiempo de desconexión

Turismo ·

Cientos de familias provenientes de toda España eligen Cantabria para descansar. Unas llegan para descubrir los encantos de una tierra que les era absolutamente desconocida y otras para repetir experiencias pasadas en una provincia por la que sienten predilección

Viernes, 15 de abril 2022, 07:08

Familia Martínez Ruiz De Bilbao a Santander

«Llegamos buscando paz; no paramos desde Reyes»

Bruno, Maia y Nerea hacen un alto en su paseo matinal por la Segunda playa del Sardinero.

De no haber sido el tiempo lo espléndido que es, y que parece que va a seguir siendo, Bruno, Nerea y Maia quizá no hubieran venido a Cantabria a pasar la Semana Santa. Habrían buscado otro destino o se hubieran quedado en Bilbao. «Pero, al final, parece que hemos tenido suerte con el tiempo», coincide el matrimonio vasco, atento a que la niña no les pierda de vista en medio de un paseo atestado de gente.

A punto de dar la una de la tarde, padre, madre e hija disfrutan de una agradable caminata por la Segunda playa del Sardinero, que a esa hora está abarrotada de santanderinos y de visitantes tostándose al sol y refrescándose en el agua.

«Llegamos el miércoles y nos quedamos hasta el Lunes de Pascua», explican Bruno y Nerea, que no tienen problema de alojamiento. Al contrario, hay donde elegir. «Nuestros padres tienen casas en Noja y en Colindres», dicen. «Esta vez nos quedamos en Colindres» pero con la idea de hacer algo de turismo por la región. «Pues queremos movernos por Santoña, Laredo, Colindres, Santander...», detallan los bilbaínos, para quienes Cantabria no es tierra desconocida.

¿Y qué han venido a buscar? «¡Paz!», responde tajante ella. Él la mira y sonríe. «Es que llevamos una temporada de trabajo... No hemos parado desde Reyes». Ni Bruno como ingeniero ni Nerea como abogada.

«Es verdad que necesitábamos parar un poco, descansar y relajarnos», se justifica el matrimonio, al que el tramo que va de desde primeros de enero hasta mediados de abril se les ha hecho «muy largo».

Y eso que ya con anterioridad, en cuanto la pandemia del covid concedió la más mínima tregua, habían hecho alguna escapada para quitarse el tedio de encima. «Cuando las restricciones no nos lo han impedido hemos viajado. No muy lejos, esa es la verdad, pero, sí, algo hemos viajado ya», reconoce el matrimonio vasco, que reemprende su camino hacia el Hotel Chiqui bajo un sol de justicia y al corto paso que impone su hija.

Familia Alcaya Marín De Zaragoza a Santillana del Mar

«La primera vez que vinimos estaba nevando»

La familia Alcaya Marín, Gema, Mateo, Nicolás y Jesús, posan junto al bisonte de Jesús Otero.

La familia Alcaya Marín ya conocía Santillana del Mar. Había pasado unos días cuando los niños eran pequeños. También fue por Semana Santa. Y tan grato es el recuerdo que tiene de aquel viaje que, este año, decidió repetir.

Observando la escultura del bisonte que está ubicada junto a las casas de la Parra y del Águila, Gema explica a su esposo e hijos la historia resumida de una obra tan representativa para la localidad que guarda en sus adentros los mayores tesoros conocidos de la Prehistoria.

«He leído en algún sitio por ahí que es de un escultor de aquí. ¿Jesús Otero? ¿Puede ser?», pregunta la mujer, que no se equivoca en absoluto. Es.

«Pues nosotros vinimos el martes por la tarde y nos quedamos hasta el sábado por la mañana», día en el que, con mucho dolor, emprenderán el camino de regreso a Zaragoza.

Jesús, Gema y sus hijos Nicolás y Mateo se hospedan en el Palacio de Toñanes, «un lugar maravilloso en el que ya nos quedamos la primera vez que vinimos». Entonces nevaba, recuerda el padre. «De modo que estamos conociendo una Santillana del Mar distinta a la que vimos entonces», explica la madre.

Entre los dos intentan acordarse de lo que han hecho y lo que les queda por hacer.

«El miércoles fuimos a Cabárceno». También habían estado. «Pero entonces los niños eran pequeños y queríamos que lo vieran ya un poco más mayores». Ayer tocaba un paseo por la villa y una visita al Museo Altamira para contemplar la réplica de las pinturas rupestres «y luego queremos ir a algún sitio de playa. Comillas, Suances, San Vicente de la Barquera...», sugiere Gema. «También iremos a Santander», añade Jesús. «Sí, porque los chavales son bastante futboleros, así que, aunque no haya fútbol, iremos a los Campos de Sport», dice el hombre, como si fuera racinguista de siempre.

Si no cumplen ese itinerario no va a ser por el tiempo, «porque este viaje pensábamos hacerlo haciendo bueno o malo». Pero mejor haciendo bueno.

Familia Rodríguez Moreno De Navalcarnero a Laredo

«Teníamos muchas ganas de descubrir esta zona»

Alejandro, Laura y sus padres, Antonio y María Antonia, se asoman con su perrita a la playa Salvé de Laredo.

Antonio, María Antonia, Alejandro y Laura, la familia Rodríguez Moreno, natural de Navalcarnero (Madrid), tenían muy claro que esta Semana Santa iban a visitar el norte, un lugar por el que sienten predilección y que siguen descubriendo por etapas.

«Ahora nos toca esta zona de Cantabria», dicen mientras disfrutan de un largo paseo matinal. «Es la ventaja de alquilar un apartamento, que te puedes organizar a tu manera».

Cuentan los cabezas de familia, Antonio y María Antonia, que estuvieron dudando entre acudir al apartamento que la familia posee de segunda residencia en Alicante o cambiar el Mediterráneo por el Cantábrico.

«La otra opción era irnos a Sevilla, pero como ése es un destino imposible por estas fechas...», al final decidieron dejar su visita a tierras andaluzas para una mejor ocasión y poner rumbo al norte español.

Resuelto el dilema, la familia ya estaba caminando ayer a ritmo de turista por el laredano parque de los Tres Pescadores preparando la próxima parada de su itinerario.

«Vamos a subir hasta la Iglesia de Santa María», dicen señalando la Puebla Vieja. Al tiempo, reparan en el perfil de La Atalaya que se abre allí en el horizonte. «Igual luego nos animamos a subir, porque nos queda ahí cerca y tiene que tener buenas vistas», explican dando prueba de que han mirado muy bien las guías antes de poner rumbo a un territorio desconocido pero que les está encantando.

Aunque su estancia no será prolongada – «llegamos el miércoles y nos vamos el domingo»– la familia promete sacar el máximo partido a su estancia aquí. «Queremos ir a Santoña, a Castro Urdiales, y luego, a Vizcaya, para conocer Bilbao».

Habituados como están a viajar, ya lo habían hecho en otros momentos durante los dos años que se ha alargado la pandemia. «Estuvimos en Orihuela y en Galicia. Es cierto que entonces había más restricciones que ahora, pero nos adaptamos muy bien», concluyen.

Familia Arnáiz Espinosa De Madrid a Suances

«Huimos de las rutinas que nos impone el día a día»

Nuria y Pablo se retratan con sus hijos, Inés y Diego, a la orilla de la playa de Suances.

Al contrario de lo que les ocurre a otros turistas, a quienes el parte meteorológico les resulta fundamental en el momento de planificar sus vacaciones de Semana Santa, la familia Arnáiz Espinosa no ha hecho del factor climatológico una cuestión tan determinante. Con sol, con lluvia, con nubes, Pablo, Nuria y sus hijos, Diego e Inés, los cuatro madrileños de origen, hubieran acabado en Cantabria. Sí o sí.

«Nosotros hemos llegado hoy», dice Nuria. «De hecho, hemos llegado hace nada, un rato apenas», añade Pablo, que explica la situación con más detalle.

«En realidad no nos quedamos en Suances, sino en Santander, pero como mi abuelo era de aquí nos hemos animado a acercarnos un momento al pueblo antes de ir al hotel».

Con las maletas aún sin deshacer, más todavía, en el maletero del coche en el que han viajado, Pablo, Nuria y sus dos pequeños estiran las piernas en la villa de los antepasados del hombre antes de reanudar su viaje hasta Santander, donde, ya sí, descansarán los próximos días.

«Hasta el domingo, que saldremos pronto de vuelta a Madrid, seguramente según dejemos el hotel, para que luego no nos pille el atasco», dice previsora Nuria, que no quiere problemas relacionados con las carreteras. «De Madrid para acá hemos venido muy bien, no hemos encontrado atasco, porque hemos salido bastante temprano, sobre las nueve de la mañana».

En las cuatro horas reglamentarias se han plantado en Cantabria, que Pablo ya había visitado «unas cuantas veces» dados sus vínculos familiares con la tierra y que Nuria conoce de refilón «porque estuve una vez en Santillana del Mar, pero hace ya muchos, muchos años».

En su estancia aquí, la familia visitará el Parque de Cabárceno, la joya turística de esta región, «y luego no te creas que nos va a dar tiempo a hacer muchas cosas», confiesa el matrimonio, que, como otros muchos, llega «huyendo de las rutinas que nos impone el día a día en Madrid», aunque sea unos días.

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