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Ainoha de las Heras
Sestao/Santander
Domingo, 19 de noviembre 2023, 08:00
«No lo vi, pero oí el ruido». Miguel Ángel era el marido de Erika Rey, de 42 años, y padre de Ethan, de 19, dos de las tres víctimas del atropello mortal en los alrededores del camping Somo Parque de la localidad cántabra de ... Suesa (Ribamontán al Mar) el pasado 4 de abril. Desde aquel día, y van ya ocho meses, la casa de esta familia, en Sestao (Vizcaya), se hundió en el silencio. Ya no se escuchan las risas ni las voces de antes. «Ya no es lo mismo. Nos faltan ellos». Miguel Ángel y el hijo pequeño de la pareja, que ahora tiene 14 años, se quedaron solos. El conductor que les arrolló, que triplicaba la tasa de alcohol permitida, mató hasta al perro, un chihuahua. La otra mascota, Tor, de la misma raza, se salvó y sigue con ellos.
Además de sufrir la pérdida irreparable de sus dos seres más queridos, padre e hijo presenciaron la escena que dejó el siniestro, algo imposible de borrar de su memoria. «Me tortura la imagen de mi hijo tirado en el suelo», dice Miguel Ángel.
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Ainhoa de las Heras/ Abel Verano
Pese a que le cuesta mucho hablar de ello, ha decidido conceder su primera entrevista en un medio de comunicación con motivo del Día Mundial en recuerdo de las Víctimas por la Violencia Vial, que se celebra hoy en todo el mundo, para remover conciencias. «Que sirva al menos para que la gente se conciencie. Los delitos de tráfico están muy poco penados. Te cae más pena de cárcel por una estafa que por matar a tres personas. La asociación Stop Violencia Vial del País Vasco, que asesoró a esta familia rota desde el primer momento y les ofreció asistencia jurídica en un momento tan delicado, celebra hoy un acto en San Sebastián.
Era plena Semana Santa. «A Erika le encantaba ir al camping. Le daba vida. Era su pueblito. Llevábamos yendo allí 20 años. Teníamos un módulo en propiedad». Aquel día, Miguel Ángel había ido a recoger a su hijo mayor a Sestao, que había tenido partido de fútbol. El chaval había cambiado sus prácticas de monitor deportivo en el polideportivo de Las Llanas, precisamente «para estar con su madre». Sobre las siete y media de la tarde, como cada día, madre e hijo, salieron a dar un paseo con los perros en compañía de 'la yaya' del camping, Tere, una mujer de 68 años vecina de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), con la que Erika había trabado una buena amistad.
Cuando apenas acababan de salir y caminaban por la senda peatonal, un monovolumen SsangYong Rodius de siete plazas y dos toneladas de peso, que se acercaba ya desbocado tras estar a punto de estrellarse con otros dos vehículos en la carretera de Somo a Suesa, se salió de la calzada y les pasó por encima. Lanzó despedidas a las dos mujeres, que salieron a unos 20 metros. Tras arrollarles, el vehículo embistió a otro turismo, cuya conductora resultó herida leve y se empotró contra un contenedor.
Miguel Ángel y su hijo pequeño habían estado jugando a fútbol y fueron al bungaló a refrescarse un poco. «Escuché un ruido como de golpe y le dije al crío 'vete a mirar que eso ha sido un coche'». Al de unos segundos, el menor le llamó por el móvil. «¡Aita, ama, Ethan!», repetía el pequeño entre lágrimas. No tuvo que explicar nada más. «Fui corriendo para allí y me encontré primero a mi mujer. Fui directo a ella. No pensaba que a mi hijo le había pillado también. También vi a Tere. No me di cuenta de que mi hijo estaba tirado en la carretera. Según le vi, supe que estaba muerto, que no podía hacer nada por él». Entonces, regresó donde Erika. «No estaba fría y aún mantenía algo de pulso. Pero cuando vinieron los sanitarios, me apartaron de ella». Ya no se podía hacer nada. «Vi al perro delante de los contenedores, muerto también».
Algunos testigos relataron que el hijo pequeño de la pareja se había abrazado a su hermano fallecido. El crío llamó al perro que había sobrevivido y este corrió hacia él.
Al conductor no llegó a verlo. «No quise arrimarme. Sé quién es. Le conozco. Era asiduo del camping. Se dedicaba a vender seguros para caravanas. Mi suegra (la madre de Erika) tuvo uno con él», se duele. Los campistas que salieron al escuchar el estruendo impidieron al automovilista que se apeara del coche como pretendía hasta que no llegara la Guardia Civil. «Estaba aletargado», según le describieron. Los agentes le practicaron el test de alcoholemia y arrojó una tasa de 0,73 miligramos de alcohol por litro de aire espirado, que después se confirmó en el hospital con una prueba de contraste en sangre, aunque eso lo supieron horas después. En el vehículo llevaba varias cajas con botellas de vino. Jaime Acebes, jubilado de 73 años, fue detenido por tres delitos de homicidio por imprudencia grave y otro de conducción temeraria. Al día siguiente se celebró una vista en el juzgado de Santoña, de la que la familia ni se enteró. El juez de guardia decidió dejarle en libertad al entender que no existía riesgo de fuga ni de reiteración delictiva porque el coche había quedado siniestro total. Meses después y ante un recurso, la Audiencia ordenó su ingreso en prisión provisional. La Fiscalía considera que podría ser condenado a entre cuatro y seis años de cárcel. La acusación particular, en representación de la familia la eleva a de seis a nueve años al haber múltiples víctimas.
«Cuando recibí la llamada de mi cuñado a las 20.30 horas, malo. Era raro a esa hora». Al otro lado del teléfono no estaba él, «sino la dueña del camping», recuerda con los ojos humedecidos Jessica, hermana de Erika, a la que estaba muy unida. «¡Ha habido un atropello. A tu hermana y tu sobrino!», le informó. «¿Están bien?», preguntó ella esperando que la respuesta fuera positiva. «No. No se ha podido hacer nada por ellos. Han fallecido», reproduce. De inmediato, avisó a su familia y antes de las diez estaban en el camping de la localidad cántabra abrazando a su sobrino y su cuñado, que estaban sentados en un sofá y acompañados por un equipo de psicólogos. «Estaban en shock. Les dieron una pastilla para dormir». «Andábamos despistados. Nos vinimos para Sestao para hacer todos los trámites del funeral y la incineración», cuenta Miguel Ángel. Por televisión, vieron al conductor que había causado el atropello. «Ha sido un triste accidente. Lo lamento», le escucharon decir. «Yo no le voy a perdonar en la vida. Es imperdonable», expresa ahora con rabia Jessica, que se encuentra en tratamiento psicológico para superar el trauma.
El atropello. Se produjo el 4 de abril, sobre las 17.45 horas en la carretera entre Somo y Suesa, junto al camping.
A prisión. En un primer momento, el conductor quedó en libertad, pero la Audiencia le envió a la cárcel cuatro meses después.
Penas. El Código Penal prevé de cuatro a seis años de cárcel para un caso como este, que podría subir a nueve por múltiples víctimas.
El hijo de Erika no ha vuelto a hablar de ello. «Ha puesto una barrera». Miguel Ángel se limpia las lágrimas. «Esto te destroza. No tengo ganas de nada y no le puedo dar al pequeño esa alegría que tiene que tener», se culpa. Él intenta «distraerse en el trabajo», en una empresa de bienes de equipo, aunque «en momentos de mucho agobio, reviento». «Siempre les tienes en la mente y te sientes hasta culpable cuando te ríes porque no están», confiesa Jessica.
Ethan tenía muchos planes. Se había sacado el carné y el EGA, quería estudiar una carrera en la Universidad, se iba a ir con sus amigos a hacer el interrail en verano. «Era un chaval muy responsable, estudioso... Lo tenía todo y se lo han quitado todo», se duele su tía. Ahora, solo esperan que al responsable de tanto dolor «le caiga lo máximo que corresponda, pero que no sea algo ridículo, aunque nosotros nunca ya vamos a estar satisfechos», reconoce Miguel Ángel.
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