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Aquel fatídico 2 de noviembre de 1999, cuando cayeron a plomo 20.000 kilos de la fachada noroeste de Valdecilla sobre el edificio que enlazaba los dos bloques del hospital, dejando cuatro fallecidos entre los escombros y obligando a desalojar a más de 350 pacientes y a repartirlos por otros centros, fue el detonante de la reconstrucción obligada del buque insignia de la sanidad cántabra. Han pasado 25 años desde aquel episodio negro que abrió, además de un boquete gigantesco en el centro neurálgico del complejo hospitalario, el camino para su transformación íntegra, aderezada siempre de polémicas políticas, independientemente de quien gobierne la región –ha habido cuatro legislaturas bipartitas PRC-PSOE y dos, más la actual en curso, del Partido Popular, que gobernaba en coalición con los regionalistas en el momento de la tragedia–.
La panorámica del Valdecilla de hoy, la única que conocen las generaciones más jóvenes, nada tiene que ver con la que cerró el siglo pasado, como se puede comprobar en la comparativa que acompaña a estas líneas. En la primera, se levanta a la izquierda el edificio que sufrió el accidente, que se comunicaba con la llamada Residencia General a través de un bloque de tres alturas, donde se encontraban los despachos de la Dirección y el servicio de Rayos, entre otras dependencias. No existía Valdecilla Sur, donde cada día se atienden 3.000 consultas externas; y gran parte de la hilera de pabellones era aún la que se levantó en la antigua Casa de Salud. La puerta de Urgencias estaba, precisamente, en la cara norte del edificio que quedó partido en dos con el derrumbe, frente a la que se encontraba la antigua galería comercial, espacio que hoy es una gran plaza, techo de un parking subterráneo de 700 plazas. Entre una fotografía y otra, prácticamente lo único que ha resistido intacto el paso del tiempo, entre grúas, maquinaria, operarios y traslados, es la capilla, situada junto al punto en el que se empezará a construir ya de forma inminente el búnker de la protonterapia, junto a la Facultad de Enfermería.
Pero más allá de la propia infraestructura, que es el cambio más llamativo, en la principal empresa de Cantabria, que cuenta con más de 5.000 trabajadores –sin incluir los alrededor de 600 puestos de los servicios no clínicos, a cargo de Smart Hospital desde 2015–, las nuevas instalaciones han conllevado una progresiva reorganización de la asistencia, una renovación tecnológica histórica y, también, un fuerte relevo generacional. Muchos de los profesionales que fueron testigos de aquella triste mañana de noviembre de 1999, ya están jubilados. El miedo vivido aquel día y la respuesta unida con la que la plantilla ayudó a evacuar el hospital en medio del shock, forman parte de los recuerdos imborrables que se llevan. Ninguno olvida dónde estaba y qué hacía cuando sonó el estruendo.
El suceso no solo conmocionó a Cantabria, sino que a partir de ahí empezó una lucha política y social por el futuro de su hospital, centro de referencia nacional y orgullo de la región. En aquella época aún no estaban transferidas las competencias sanitarias a las autonomías (ese paso se dio en 2002), sino que Valdecilla dependía del Insalud, así que era el Estado el que debía responder económicamente para recomponer un centro herido, con la brecha visible en su fachada de ocho plantas. El clamor ciudadano en la calle no se hizo esperar. Tras el derrumbe mortal, se sucedieron las manifestaciones en defensa del hospital, entonces bajo la gestión de Ignacio Iribarren y con Jaime del Barrio como consejero de Sanidad. Y aunque cueste creerlo, la deuda del Gobierno central con Cantabria por el sobrecoste de la reconstrucción de Valdecilla no se ha saldado hasta este año –en febrero de 2024 Hacienda envió los últimos 33 millones de euros pendientes–.
El debate sobre el futuro del hospital aún no se había decidido en el primer aniversario del accidente que acabó con la vida de cuatro trabajadores: la subdirectora médica Julia Hazas, la secretaria Isabel Ortega, el maestro industrial Manuel Menezo y el celador Karin Khan Ali. Y eso que desde el principio hubo acuerdo unánime del Parlamento de Cantabria y se declaró Valdecilla como «objetivo estratégico». Mientras se acometían las obras de emergencia, hubo que reorganizar todos los servicios afectados. La actividad de Ortopedia, por ejemplo, se trasladó al Hospital de Liencres, desgajándose de Traumatología, hasta que casi quince años después volvieron a juntarse, ya en las instalaciones del Valdecilla terminado.
El 2 de noviembre se desplomó la fachada noroeste del edificio de Traumatología causando la muerte de cuatro trabajadores y obligando al desalojo de un hospital que quedó partido en dos.
Tras el accidente, los técnicos determinaron que el bloque de hospitalización debía ser construido de nuevo. En la imagen, el esqueleto de la estructura. El edificio se inauguró en 2003.
Obras de remodelación de los antiguos pabellones, dentro de la primera fase del plan director aprobado por el Ministerio de Sanidad un año antes, que incluía también el nuevo espacio para Urgencias, UCI y un bloque de 25 quirófanos.
Avanzan los pabellones y ya está funcionando el nuevo edificio de hospitalización, bautizado con la fecha de la tragedia de la fachada. Al sur de la parcela, se prepara la obra para las instalaciones destinadas a consultas.
Cimentación de la fase III tras el derribo controlado de la Residencia General, que se comunicaba con el edificio siniestrado. Ya está construido el edificio de consultas externas de Valdecilla Sur.
El nuevo complejo hospitalario empieza a levantarse, aunque surgen problemas de sobrecoste que ralentizan los trabajos. Al final, el Gobierno rescinde el contrato a la constructora en 2012.
Tras la larga paralización de las obras, se opta por un contrato de colaboración público-privada que incluye la construcción y la gestión de los servicios no clínicos durante 20 años y se adjudica a la UTE Ferrovial-SIEC en 2013.
En mayo de 2015 Ferrovial-SIEC formaliza la entrega de las Tres Torres concluidas justo antes del cambio de Gobierno. A partir de ahí comienza el macrotraslado que vacía la Residencia Cantabria.
AUX STEP FOR JS
Buena parte de la hospitalización del edificio desalojado, aún con el susto en el cuerpo, tuvo que ser absorbida por la Residencia Cantabria, que acabó convertida en un pilar fundamental justo cuando lo que se estaba planificando era su clausura más pronto que tarde. «Valdecilla estaba en sus mejores momentos científicos y profesionales, con un esperanzador plan director en ciernes, pero el desgraciado accidente de 1999 supuso un duro golpe para el hospital, que lógicamente generó gran incertidumbre y tuvo un importante impacto asistencial y científico», recuerda el actual consejero de Salud, César Pascual (PP).
La envergadura del problema se multiplicó cuando los técnicos determinaron que no bastaba con hacer una reforma del edificio siniestrado, sino que había que derribarlo y levantar uno nuevo. Decisión que implicaba dos cosas: dinero, ante todo, y tiempo. Ahí surgió la controversia sobre la ubicación. Frente a los que defendían que el mejor emplazamiento era el que tenía, a un paso de Cuatro Caminos y La Marga, y con la Residencia Cantabria a cinco minutos –eso sí, reconociendo los inconvenientes que conllevaría un hospital en funcionamiento rodeado de obras–; otros se inclinaban por construirlo de cero en un sitio alternativo. Incluso se propuso la finca de la Remonta como posibilidad.
César Pascual
Exgerente y actual consejero de Salud
En 2001, ya con Alfonso Flórez al frente de la Gerencia, el Ministerio de Sanidad presentó el plan director de Valdecilla, que prometía un hospital nuevo en el plazo de ocho años con una inversión de 28.000 millones de pesetas (168 de euros). La primera parte, dividida en dos fases y dotada con 9.000 millones de pesetas (54 en euros), proyectaba el nuevo bloque quirúrgico en el pabellón 19 y la Unidad de Reanimación, así como los espacios de Urgencias, Radiodiagnóstico y Cuidados Intensivos, entre otros. Se aprobó en agosto de ese año, dejando la incógnita sobre el resto del plan (la fase III). La financiación de este proyecto fue la condición que puso el presidente José Joaquín Martínez Sieso (PP) en las negociaciones del traspaso de competencias, en 2002. Y fue la última comunidad que firmó tras asegurarse el 'sí' de Hacienda a su reivindicación.
Rebautizado con la fecha del accidente de su fachada, se inauguró en 2003 el edificio reconstruido, al tiempo que ya se estaban derribando para volver a levantar los pabellones situados detrás. Ahí mismo, en la planta baja se reubicaría el servicio de Urgencias, cuyas instalaciones se quedaron cortas de espacio, como se ha demostrado con el tiempo. Y en la explanada sur del complejo se buscó el emplazamiento para el nuevo edificio de consultas externas, toda vez que la Residencia General sería la próxima en ser demolida. Dentro de Valdecilla Sur se alojaron también el Hospital de Día médico y quirúrgico, la Unidad de Endoscopias y las salas de Hemodinámica y Cardiología Intervencionista. El tráfico de personas que iba a generar ese edificio llevó a habilitar otro aparcamiento subterráneo para complementar al de la zona norte.
Julio Pascual
Exgerente
A principios de 2006 la noticia que pone el foco de nuevo en Valdecilla es el anuncio de la fase III del plan director (las Tres Torres que se levantarán en el espacio anexo al Edificio 2 de Noviembre) y la previsión de que el nuevo hospital estará terminado en 2009, diez años después del derrumbe que marcó el curso de su historia reciente. Aunque los planes se torcieron hasta tal punto que aún hubo que esperar otros seis años más para ver terminado el moderno complejo (2015). Por el camino no faltaron los contratiempos (el principal, el sobrecoste de la obra), disputas políticas y recursos judiciales. Cuando Valdecilla se preparaba para entrar en la fase final de su reforma, el jefe del Ejecutivo era Miguel Ángel Revilla (PRC), en coalición con el PSOE, que aún tuvo que reivindicar en su último mandato (2023) el pago del compromiso que le reiteró el Gobierno de Zapatero en 2008 de que «el Estado financiaría íntegramente la obra de Valdecilla». Al mando de la Gerencia estaba entonces José Luis Bilbao, con Rafael Tejido como director médico, los encargados de gestionar la puesta en marcha de todas las instalaciones de la fase II y la reorganización de servicios previa a la demolición controlada de la Residencia General.
Rafael Tejido
Exgerente
Dolores Acón
Gerente
Las complicaciones se agravan en 2010, de nuevo con impacto en dos frentes: el económico y los plazos. Los 205 millones de euros que se habían presupuestado, a estas alturas se habían convertido en 237. Cantabria tuvo que adelantar la diferencia. Y la pelota volvió al tejado del PP tras el cambio de Gobierno de 2011, con Nacho Diego como presidente y María José Sáenz de Buruaga, de número dos y consejera de Sanidad. En esa legislatura, apunta César Pascual, entonces en el puesto de gerente, «Valdecilla experimentó un periodo significativo de transformaciones y avances tanto en su infraestructura como en sus servicios, que permitió recuperar su reputación como un referente en el ámbito sanitario». Sin embargo, el escenario que encontró «no hacía presagiar un futuro esperanzador: crisis económica, restricciones presupuestarias y de control que impuso la Unión Europea, y una construcción paralizada –a causa de un contencioso con la UTE adjudicataria que pretendía un modificado presupuestario inasumible para continuar– con unos profesionales cansados de soportar los inconvenientes de años y años en obras y con pocas esperanzas a la vista de una evolución de las mismas». Hasta que en 2012 aquella parálisis acabó en la rescisión del contrato con la constructora. Y se abrió otro melón, que desató otra larga polémica política: la fórmula de colaboración público-privada que eligió el PP para acabar el hospital y que adjudicó en enero de 2014 a Ferrovial-SIEC. El contrato, valorado en 882 millones de euros, incluía la finalización de la obra del nuevo Valdecilla y su equipamiento –a pagar en forma de canon anual–, pero también la gestión de los doce servicios no clínicos durante 20 años (ya va la mitad).
En menos de 18 meses y con la participación de 1.300 operarios, «Valdecilla logró finalizar una importante modernización de infraestructuras que llevaban más de diez años en unas obras que parecían eternizarse», destaca César Pascual. La entrega de las Tres Torres fue la foto que cerró la etapa de Gobierno popular. La gestión del macrotraslado de todos los servicios, que supuso el vaciado y posterior cierre de la Residencia Cantabria, fue asumida por Julio Pascual, el elegido por la consejera socialista Luisa Real para dirigir el Valdecilla que abrió sus puertas en 2015. Casualmente, en noviembre recibió a los primeros pacientes. Sin inauguración oficial, por razones políticas, y con la emoción del recuerdo de 1999.
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