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Teresa Cobo, periodista autora de 'La hazaña estéril'.

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Teresa Cobo, periodista autora de 'La hazaña estéril'. Alberto Aja
Teresa Cobo - Periodista. Autora de 'La hazaña estéril'

«No sé si el túnel debió emprenderse, pero, ya ahí, nunca debió abandonarse»

«La historia de La Engaña merecía ser contada con mayor profundidad, detallar cómo se hizo, ponerle nombre y rostro a esa gente que fue capaz de abrir una cordillera a veces a costa de su vida»

Violeta Santiago

Santander

Domingo, 12 de enero 2020, 07:37

Teresa Cobo (Bilbao, 1965) se apropió sin saberlo de un renglón de Ernesto Sábato –«en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío» de su célebre 'El túnel'–. Lo hizo con solo nueve años, al conocer el de La Engaña, al que nunca ha dado la espalda desde que lo pisó por vez primera. Mucho menos desde que a los 12 lo cruzó entero y, después de siete kilómetros de emoción, salió a Yera (Vega de Pas) «a un paisaje de cuento», un momento que describe como «un hallazgo tras una aventura». Cobo, periodista y subdirectora de El Diario Montañés, no ha dejado de entrar allí con la imaginación y literalmente ni de recabar información sobre un lugar por el que sintió fascinación infantil. Ahora le ha extraído una historia negra pero luminosa, poblada por gente muy fuerte cuya peripecia nunca se había contado. La ha plasmado en 'La hazaña estéril', un relato sobre lo que supuso una construcción que no tenía precedente en España y que se dejó morir pese al alto precio que se pagó por ella. El libro de la reportera se presenta este martes en el Ateneo, a las 19.30 horas.

–¿Por qué era necesario este libro? ¿No podía haberse dado ya la crónica por sabida?

–La verdad es que esta historia nunca se había contado en profundidad. No nos dábamos cuenta de todo lo que entrañan esos siete kilómetros de oscuridad que comunican Burgos con Cantabria: parece que es un tramo muy cortito porque forma parte del recorrido de 732 kilómetros que iba a hacer el tren para unir el Cantábrico con el Mediterráneo, pero el proyecto encierra muchísimas historias. Fueron 20 años de obras y hubo que superar obstáculos de todo tipo (físicos, políticos, sociales, de presiones). Cuando se terminó, se celebró como un enorme triunfo y, total, fue para nada. Nunca se utilizó. Aunque sabemos lo que pasó con el Santander-Mediterráneo, se había contado muy poco cómo se hizo el túnel, cómo vivían y cómo morían quienes lo excavaron. Merecía la pena ponerle nombre y rostro a esa gente que fue capaz de abrir una cordillera a veces a costa de su vida.

–¿Le consta algún otro lugar de España o de Europa donde se invirtieran tanto tiempo y recursos y se haya quedado durmiendo el sueño de los justos?

–Todos conocemos proyectos que no han llegado a ningún sitio. Hay ejemplos de aeropuertos, líneas ferroviarias... Pero algo tan en vano, tan peleado y que supusiera tantas pérdidas de vidas como lo ocurrido en La Engaña apenas se habrá visto en otra parte.

–El nombre de La Engaña es un topónimo de la zona, aunque no negará que le va como anillo al dedo a un túnel que acabó siendo un gran engaño...

-Sí, el río de la zona y los montes se llaman 'Engaña' y nada tiene que ver con lo que vino después, pero no deja de ser una ironía. Allí todo el mundo trabajó pensando que estaba metido en algo grande, que iba a llevar el ferrocarril hasta el mar. Es tremendo, porque los trabajadores sabían que podían morir. Aunque no pensaran que les iba a tocar a ellos, aceptaban esa posibilidad. Justamente, lo que más les cuesta soportar a los supervivientes es que las muertes fueran en vano. Sí podría haberse rebautizado como el túnel del engaño...

«La Engaña tiene una cara A y otra B. Fue una oportunidad, pero costó muchas vidas»

–Por cada línea de esperanza que ha escrito (y hay muchas), otra retrata penalidades, enfermedades y muertes. ¿Ahora ve la galería en negativo –como una herida en mitad de unas montañas– o en positivo porque representa una gesta fuera de lo común pese a todo?

–El túnel no deja de ser el protagonista del libro y, aunque sea un personaje material, como cualquier persona tiene una cara A y una cara B. Tiene una parte muy negativa porque costó muchas vidas –y fue para nada– y otra positiva porque dio un medio de vida a otros y fue una oportunidad. Aún podría serlo y se está desperdiciando. Que se deje caer es bastante lamentable. Yo me quedo con el todo. Como dicen algunos historiadores, quizá nunca debió emprenderse, pero ya que estaba aquí, nunca debió abandonarse.

–Si 'La hazaña' tiene una virtud es la de haber insuflado vida a base de personas a un pasadizo de piedras y hormigón. ¿Alguna de las muchas historias con nombres y apellidos que ha detallado le ha emocionado de forma especial?

–Me están llegando ya opiniones de hijas, hijos o viudas de trabajadores, y me dicen: «Después de hablar contigo me pasé un día entero llorando y emocionándome pero, a la vez, me dio una gran alegría». «Es algo muy doloroso para mí, pero quería que esto se contara y que sirviera de homenaje a mi padre.». No se puede elegir una vivencia, aunque, por citar una, la de Amador Vílchez ocurre en un momento crucial, cuando los trabajadores iban a salir de su dura rutina laboral para celebrar la perforación el Primero de Mayo con una gran fiesta preparada por la empresa. La víspera muere este hombre y, en vez de verbenas, comidas y fuegos artificiales, se encuentran en un funeral, acompañando a un compañero a un cementerio. El choque es brutal. También ha sido muy emotivo hablar con la hija de Torcuato por cómo relata la muerte de su padre en una explosión. E impresiona descubrir que los dos capataces que pelearon mano a mano por el «honor» de calar el túnel estaban muertos por silicosis al cabo de seis o siete años.

–En todos los periodos preelectorales surgen proyectos para revitalizar la Vega de Pas invocando las posibilidades del túnel. Por los datos que maneja, ¿considera que lo veremos en activo alguna vez o su único porvenir es el colapso?

–Efectivamente, hemos visto proyectos de todo tipo y, hasta que no los vea materializados, no los creeré. Ahora bien, hay que diferenciar entre los que hay para el túnel y los del entorno. Es posible que veamos algo en Vega de Pas, donde se planea recuperar un albergue y, a lo mejor, se abren los primeros metros del túnel como un espacio transitable que permita vivir la experiencia de lo que fue aquello. Es un proyecto del Gobierno de Cantabria. El plan es vallarlo por motivos de seguridad, pero a unos 50 metros de la entrada. La boca sur lleva años tapiada. ¿Qué ocurrirá con el túnel? Ahora mismo todo indica que va a sucumbir. Es caro recuperarlo, no se ha hecho en sesenta años y veo complicado que se invierta en ello. Es muy posible que se haga algo en el entorno, pero en el túnel... Ojalá.

–Recogiendo ese ojalá. Una cierta decepción recorre toda su obra porque el logro humano y técnico no diera ningún fruto. Si tuviera en su mano devolverle la utilidad ¿cómo lo haría?

–Siendo realistas, por La Engaña ya no pasará ni un tren ni una carretera. Ahora mismo se trabaja para unir la boca sur de Valdeporres con Burgos por una gran vía verde, y me gustaría que el túnel se incorporase a ese camino como elemento singular. Se podría recuperar para senderistas y ciclistas, pequeños trenes o vehículos eléctricos que permitan prolongar esa senda en un paisaje único en el trazado. Tendría que ir ligado a actividades respetuosas con el medio ambiente, que es lo más valioso de Valdeporres y Vega de Pas. La Engaña, pese a su estado, sigue siendo un atractivo. Lo demuestra el goteo permanente de senderistas, de gente que va a buscar setas, que practica allí para escalada... Es un lugar con fuerte carga histórica y despierta una gran curiosidad.

Extenso reportaje por capítulos

Portada del libro.

La investigación realizada por Teresa Cobo contaba con una excepcional ventaja de partida: los reportajes que la periodista publicó en El Diario Montañés entre 2011 y 2019 que habían sido producto de su interés por el túnel. El último año «largo», no obstante, el de indagar, recabar, completar, escribir, revisar y comprobar, fue «muy intensivo», cuenta a la hora de presentar un libro al que ha dedicado «todas las horas libres» en la larga recta final de su gestación. Por fin, lo que se encontrará el lector entre manos es «un extenso reportaje por capítulos», en una edición diseñada por Marc González Sala, bajo la supervisión gráfica de Miguel de las Cuevas y con infografías de David Vázquez Mata, estrechos colaboradores de la autora en El Diario.

En 'La hazaña estéril', la orilla gráfica tiene gran peso, porque relata mucho a través de 160 imágenes y eso que, como explica la periodista, ni el túnel «ni todas las circunstancias que lo rodearon fue excesivamente fotografiado en su día. En los años 40 y 50 del siglo pasado era realmente difícil desplazarse hasta allí y existe escaso material fotográfico». De esta manera, recopilar las fotos que lo ilustran ha sido uno de los empeños «más laboriosos».

Para esa labor de recopilación de fotos, Cobo se ha nutrido de archivos oficiales, medios de comunicación (El Diario Montañés entre otros) y, sobre todo, de aportaciones de coleccionistas y de familiares de trabajadores. El libro arranca con ilustraciones en blanco y negro, las correspondientes a la época y acaba a color para mostrar la belleza de la zona en que se ubica. Algunas de las imágenes, espectaculares, realizadas expresamente por medio de drones

Las historias han bebido de muchas fuentes. Las crónicas del momento fueron rescatadas de los periódicos, pero el Archivo General de la Administración (AGA) «ha sido un tesoro», mientras que las bibliotecas y los registros civiles fueron fundamentales. La verificación de datos fue importante durante el proceso de redacción, «porque los que se daban sobre la marcha de los sucesos no eran precisos», apunta la periodista, que subraya que «ha habido muchas personas ayudando que, sin conocerme de nada, han buscado, por ejemplo, a parientes lejanos de obreros fallecidos» y le han permitido tirar del hilo hasta dar con otros más cercanos para reconstruir sus relatos. Han sido también valiosos los trabajos de historiadores del ferrocarril y de otros autores. Entre los agradecimientos debidos, Cobo brinda uno especial a una profesora de la Universidad Politécnica de Madrid que aportó el trabajo de dos «alumnas aventajadas» de hace 24 años que guardaron documentación del AGA y le permitieron ahorrar mucho tiempo en el archivo.

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