El visitante de Puente San Miguel
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Un rostro, una luz cegadora y una enorme silueta especian un nuevo capítulo de humanoides setenteros en CantabriaMadrugada del 1 de diciembre de 1977. Exactamente las 4.45 horas. El ladrido de los perros despierta al vecindario en Puente San Miguel o Bárcena de la Puente, como se prefiera, cerca de un cruce en la ribera izquierda del Saja. La gente se ... despierta sobresaltada, tal vez incluso jure o blasfeme por las horas y los ruidos, pero pronto nota que algo extraño sucede. Algo tiene que estar ocurriendo para que de pronto los perros ladren así.
Entre los desvelados por el estruendo está Emilio Ruiz Orive, minero de 28 años que se levanta de la cama y al mirar por la venta observa a unos cuantos metros un rostro con cierta apariencia humana, pero luminiscente y con una extraña mancha blanca bajo la nariz. Una figura de lo más inquietante que además parece estar observándole. Al mismo tiempo su hermano Cristóbal sale de la casa alertado para ver lo que sucede y se queda perplejo al ver la intensa luz en medio de la noche; casi parece que se haya hecho de día.
Cristóbal no ve a nadie. Sí Emilio, que casi siente en la piel el rostro del humanoide mirándole. De pronto el ser comienza a mover la cabeza hacia un lado y otro mientras y comienza a alejarse. Su cara y su chaqueta marrón son aún bien visibles cuando se extingue el resplandor y el visitante se pierde en la recién restablecida oscuridad. Algo raro, sobre todo teniendo en cuenta que la casa está en un promontorio y que para que se le viera desde la carretera el ser debería medir entre dos y tres metros.Por cierto, como los que se habían visto poco antes en Isla y Escalante. Los dos hermanos coinciden en que aquello no era nada normal cuando les interrogan su madre y sus dos hermanas, que se habían quedado en la casa.
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Si fue un espíritu, un extraterrestre o un bromista poco importa. Algo o alguien visitó Puente San Miguel en 1977. Fuera lo que fuera dio que hablar, porque el ser o fenómeno se incorporó a la cultura popular en modo de episodio extraño o paranormal o como, sencillamente, una gamberrada. Pero la historia ha quedado en forma de leyenda urbana o suceso, digamos, llamativo.
Lo que está claro es que la temporada 76-77 en Cantabria fue la de los humanoides. Quizá atraídos por los congreso sobre el fenómeno ovni que se celebró en Santander, se habló de casos en Escalante, Isla y, por último, de este de Puente San Miguel. Uno detrás de otro, con solo unos meses de diferencia entre cada episodio, lo que invita a pensar en la sugestión, un fenómeno de imitación, un viaje intergaláctico organizado o, y aquí regresa la navaja de Ockham, una gamberrada.En todos los casos se habló ser de enorme estatura, con pocos testigos por medio y, eso sí, una refulgente luz durante la noche. En Bárcena de la Puente la algunas vecinas más vieron, y no solo los dos hermanos en torno a los que se construyó la historia. Aunque un humanoide; lo que se dice un humanoide, solo lo vio Emilio.
El encuentro tuvo como altavoz La Gaceta del Norte de JJ Benítez, con su extraordinariamente llamativa capacidad para encontrar testigos, y como investigadora, a la Coordinadora de Estudios sobre el Fenómeno Ovni, que tenía su sede en Santander, en la calle Rualasal y no se perdía una. Tampoco aquella, que no tardo en contextualizar con los capítulos de Escalante e Isla, auténticos fenómenos comunicativos montañeses de la época.
Los dos hermanos tuvieron suerte de que no les tomaran por locos gracias a esas vecinas que también vieron aquella extraña luz. Fue el caso Balbina Noriega, que vivía casi en frente y también recordaba el ladrido de los perros y aquel brillo antinatural para las horas. Y Julia Gutiérrez, que alertada por los ladridos se vio deslumbrada mientras Emilio se atrincheraba hasta el amanecer en su dormitorio, acongojado por lo que había visto. Cuando a las siete salió a trabajar el susto aún habitaba sus venas y sus sinapsis.
La revista Vimana hablaba de varias hipótesis: la broma, por supuesto, aprovechando los episodios de Isla y Escalante, un engaño de los testigos, que sin embargo no ganaban nada con ello y sí se exponían a posibles burlas, por lo que parece menos probable, y, por supuesto, un fenómeno paranormal o parapsicológico o algún tipo de avistamiento. Difícil descartarlo para unos investigadores del fenómeno ovni.
En este caso el visitante habría aterrizado necesariamente sin nave; tendría que haber aparcado el ovni en otro sitio y haber llegado flotando o a pie, porque de platillo volante ni rastro. También la gente de Mundo Desconocido, o mejor dicho su gente en Santander, habló de ello y coincidían: solo uno de los testigos había visto al ser. Escasa base para un encuentro en la tercera fase, pero que cada cual se imagine lo que quiera. Qué iba a ser de los mitos sin estas historias.
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