Hay una fascinación especial en ver una película extranjera. Especialmente si proviene de un país con el que no estamos muy familiarizados. Es un atractivo involuntario, que no depende tanto de su trama como de todo lo que inevitablemente la envuelve: unos paisajes ajenos, ... una manera de vestir más o menos peculiar, unos códigos de expresión y de costumbres que no siempre estamos seguros de descifrar correctamente...
Un compendio fragmentario de información que la película no se molesta en completar, suficientemente obvio para las personas que la concibieron y también para el público al que originalmente está destinada, pero que en el espectador foráneo tiene el inesperado efecto de sugerir un vasto y desconocido mundo que late más allá de la película.
Esa impresión se acerca mucho a lo que sentí la primera vez que tuve oportunidad de ver 'Blade Runner'. Más que una película, parecía una ventana a otro mundo, muy lejano pero muy real. Todavía hoy me es imposible no pensar en los personajes e historias que sin duda se esconden detrás de cada pequeña ventana de los edificios futuristas que abren la película.
Como no puedo dejar de recorrer en mi cabeza ese entramado infinito de callejones lluviosos por el que se mueve su protagonista Rick Deckard y del que en realidad solo llegamos a ver unas pocas calles. No es raro que rememore imágenes y escenarios de la película para luego descubrir que no están en ella. Y todavía no sé cómo funciona exactamente el test Voight Kampff o qué es la Puerta de Tannhauser, pero no me importa. La película pasa por encima de esta y muchas otras cuestiones como si el tema no fuera con ella. Como si fueran cosas sabidas. Como si no fuera la obra clave de la ciencia ficción que es, solo un film noir rodado en el Los Angeles de un 2019 alternativo que ha tenido la fortuna de llegar mágicamente a nuestro presente.
Como espectador habitual de cine fantástico y de ciencia ficción me encanta que me transporten a mundos lejanos, y la tentación de volver a visitar esos lugares tan queridos es demasiado grande como para no caer en sagas y secuelas. Pero a veces no sé hasta qué punto los cineastas que las encabezan son conscientes de que cuanto más amplían y detallan nuestro conocimiento de estos mundos fantásticos con nuevas películas, más corren el riesgo de empequeñecerlos. Nada es nunca tan grande y fascinante como aquello que desconocemos y espero que este regreso al universo de Deckard, Rachel y los replicantes tenga la capacidad de despertarnos más preguntas que respuestas.
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