Gutiérrez Aragón: «El cine disfruta de muchas mejoras, pero corre el riesgo de la banalidad»

Guillermo Balbona, periodista de El Diario Montañés y también crítico de cine, y el escritor Javier Menéndez Llamazares acompañaron a ambos en un acto en el que se habló cine, de actores, de rodajes y de censura. También de sus memorias que editará Anagrama el próximo otoño. De políticos y de la actividad física que hay detrás de una película porque, tal y como explicó el cineasta, «hacer un película conlleva una gran actividad física y una autoexigencia que no se enseñan en la escuela de cine».

Gutiérrez Aragón, que es doblemente académico –de la Real Española y de la de San Fernando– decidió no volver a dirigir películas pero el cine, de alguna forma, está bien presente en sus artículos, en sus textos, en su forma de ver el mundo y también estuvo muy presente en la presentación en la que, como en esta nueva publicación, no faltó el sentido del humor y la ironía. Tampoco la admiración que tiene por el oficio de los actores y actrices – a los que ya dedicó uno de sus libros– y a su desdoblamiento en cada una de las películas «porque son los personajes que interpretan al tiempo que son los actores que todo el mundo conoce y el recuerdo que tienen los espectadores de sus personajes anteriores. La magia del cine está en ese diálogo entre ambos. El sentido del cine está en los actores».

Y tal vez por ello, nunca contrataría a un político para hacer una película, «porque los políticos son muy buenos actores en lo suyo, pero ser actor no consiste solo en mentir».

Así todo reconoció, –ya lo había hecho en anteriores ocasiones– que le cuesta mucho entender a la nueva generación de interpretes, pues su dicción no es tan clara «posiblemente porque no han pasado antes por esa escuela que es el teatro y hacen murmullos de gatos». «En cualquier caso no se les entiende porque no se les exige, y esa es una labor del director».

También explicó que en un rodaje «hay muchos egos, y es una especie de caos con 20, 30 o 100 colaboradores, dependiendo del tamaño de la producción, en la que incluso hay veces en las que el director se pierde. No es fácil sobrevivir a todo lo que le rodea en un rodaje», confesó.

Reconoció, además, que el éxito, irremediablemente va de la mano de la taquilla. «Una película no es como un poema que se puede guardar en un cajón durante años. En el cine, creatividad y dinero van de la mano. Al menos se debe recuperar lo que se ha invertido».

En la actualidad, dijo, se nota la autocensura «de una forma más sutil porque viene de una presión social y de lo políticamente correcto», pero sigue defendiendo que la que se sufrió durante la dictadura «fue mucho más dura porque venía por parte del poder y eso es algo inadmisible». Y en cuanto al cine que se estrena en los últimos años está convencido de que los medios tecnológicos han permitido muchas mejoras, « y esto no lo ha empeorado. El riesgo ahora está en la banalidad».