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El haber llegado hasta aquí y hacer una obra documental como 'Las paredes hablan' en España es «muy complicado». El ejercicio de una libertad creativa que toma, según su guionista, José Morillas, forma de ensayo, con «la mirada de un gran director de cine que ... observa una historia».
La meta de este proyecto, recién estrenado, no es establecer una tesis académica, sino hacer pensar al espectador. «Que miremos a una cosa que a lo mejor no se ha mirado del todo». Esa cosa supone poner en valor el origen del arte, teniendo en cuenta «que tenemos la suerte de que en este territorio llamado España aparecieron las primeras revoluciones cognitivas del planeta». Algo que, señala, si hubiera ocurrido en Estados Unidos o en Francia, «lo hubiéramos tenido hasta en la sopa».
Revalorizar esa manifestación primigenia y relacionarla con el arte contemporáneo dio origen a la película cuyo equipo asistió esta semana a una premiere en la Filmoteca de Cantabria Mario Camus. No en vano, la comunidad tiene su protagonismo propio, con Altamira y Puente Viesgo enhebradas en el relato, y las voces de Roberto Ontañón, director del Mupac y de Pedro Saura, diseñador de la Neocueva de Altamira.
José Morillas, que se define como cuentista tuvo la «suerte» de que cuando empezó a escribir y decidió no dirigir el documental, Carlos Saura dijo sí. Empezaron a trabajar sobre el borrador inicial buscando las relaciones del legado rupestre con el arte y la modernidad y en el transcurso, fueron derivando hacia curvas nuevas, a través de las que el director apostó «por llevarlo al extremo». No solo caminando hacia el arte contemporáneo, sino vislumbrando el arte urbano en la otra cara del espejo de la historia.
«La mirada de Saura ha hecho una propuesta inédita, original, que trascendía incluso esa primera propuesta». El arte moderno está «aceptado y mercantilizado», afirma. «Nos podemos preguntar qué es, cuál es su límite, si tiene valor de uso o comercial, pero la idea era ver si había un hilo de plata que uniera aquella pulsión por expresar, comunicar, trascender. Aquella primera que originó el cambio, con los grafitis, una forma de arte «que no está domado». Eso no significa que no tenga sus reglas y sus leyes internas de funcionamiento. «Hemos encontrado gente con mucha conciencia en esta búsqueda», explica. Y pone ejemplos en torno a los artistas actuales que aparecen en el documental. Suso33, Zeta o Musa tienen mucha conciencia de lo que está haciendo. «No es vandalismo». Conciencia de permanencia y de lo que están haciendo «como obra artística en sí mismo».
Morillas, que trabaja en Televisión Española, reconoce su afinidad por el programa 'Metrópoli', espacio en el que descubrió el trabajo del artista urbano multidisciplinar Suso33, que en 2015 ya hizo una retrospectiva de toda su obra. «Es el antivandalismo; es intentar recuperar una pared estropeada, darle vida, darle forma». Cambiar la perspectiva.
José Morillas
Guionista
Musa es lo mismo «pero son las letras las protagonistas», y en el caso de Zeta, sus murales son «magazines, pinturas crónicas, reivindicativas». Un arte informal, alejado de lo académico, efímero, porque esas paredes mañana pueden estar borradas. Geografías que dan pie a crear nuevas formas. «Es una arruga o una textura en la que aparece algo y la fealdad y destrucción se convierte en una pequeña obra de arte». Obras que cambian de significado cuando se exponen en ámbitos como ARCO, por ejemplo.
El concepto de humanizar vincula los dibujos de hace 30.000 años y los de ayer. «Eso te lo explicaría bien Roberto (Ontañón) que es un científico sabio; yo solo soy un cuentista», insiste. Lo que nos diferencia como especie es a juicio de Morillas, «la pulsión, la necesidad de comunicar gráfica y pictóricamente. Eso está en nuestro ADN». Cuando esa eclosión hizo acto de presencia en los primeros humanos, «no éramos como monos que hacían garabatos; las habilidades y capacidad simbólica de aquellas personas era la misma que la de Barceló, Da Vinci o Antonio López». Cambian las técnicas, las culturas, los modos de producción, los modos sociales... pero como defiende desde el principio en el documental: «ellos y ellas somos nosotros».
Nos cuesta pensarlo, razona el cineasta. Y pone el ejemplo de Marcelino Sanz de Sautuola, que murió deprimido «porque ni la academia intelectual que estaba rompiendo con las reglas del pensamiento clásico, conservador y bíblico, comprendió hasta su muerte que Altamira podía estar hecha hace 15.000 años». Lo entendieron después y «tuvieron que pedir disculpas».
No quieren convencer al espectador. Solo generarle preguntas. Muchas «pero solo tenemos 75 minutos». Preguntas de una materia, la prehistoria, que contrariamente a lo que se podría pensar, sigue muy viva. «Qué significaba, quién lo hizo, por qué lo hizo» son cuestiones vigentes. Y cita a Pedro Saura: «no sabemos si algún día lo sabremos».
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