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No es nada sencillo interceptar a María del Puy Munárriz en el Palacio de La Magdalena. María, la gobernanta, camina decidida y veloz por pasillos ... y vestíbulos con alguna tarea en mente, arriba y abajo, el teléfono siempre a mano. Es una de las personas que mejor conoce la UIMP entre bambalinas. Comenzó a trabajar para la Universidad el 1 de julio de 1980, como camarera en Caballerizas, y cuatro décadas después es la encargada de coordinar al personal de planta –limpieza, entradas, salidas y toda la logística que esto entraña– en un edificio que en verano no deja de alojar gente. María lo cuenta en el breve receso que hace a mediodía, antes de seguir en danza. «Me encanta mi trabajo. Y el equipo de residencias [del que María depende y que, a su vez, lo hace de la Secretaría General], es el mejor equipo», dice.
Ella es una de las más de cien trabajadoras y trabajadores que la UIMP tiene en plantilla, y que se suma al otro centenar de empleados que presta servicio de forma indirecta. Todos conforman un motor silencioso pero efectivo que vela para que todo funcione: desde la traducción simultánea de un curso que se imparte en alemán, hasta el servicio de comidas y cenas, pasando por la cafetería, las matrículas y los títulos, la limpieza la seguridad, la comunicación... Para muchos, como le ocurre a María, la UIMP se convierte en «una segunda casa» durante los meses de verano.
A José Miguel Lorenzo también es frecuente verlo a diario de un lado a otro por Palacio. Junto con su equipo –Javier Gracia, Javier Castillo y Jesús Ocejo– se encarga del mantenimiento del edificio durante todo el año. Su misión es conseguir que «las instalaciones estén siempre a punto», servicios audiovisuales incluidos, señala. «Nos encargamos de que el edificio funcione correctamente en todo momento», apoya Javier G.
Quizá su tarea más recurrente en verano son las reparaciones –José Miguel charla con El Diario Montañés con una cerradura en la mano que acaba de arreglar–, pero en una universidad de verano como esta el cometido es mucho más diverso. La pasada semana, sin ir más lejos, se encargaron de cubrir todas las ventanas del Palacio para que el espectáculo de 'videomapping' organizado por el 90 aniversario de la UIMP marchase a la perfección. Y así fue.
José Miguel y su equipo han hecho frente a retos logísticos de primera –cumbres europeas de ministros o semanas con hasta doce cursos y congresos simultáneos– y su proceder es siempre el mismo: precisión, rapidez y esmero. También ayudan mucho la experiencia y el «buen ambiente» entre compañeros, admiten.
Y de compañerismo también andan sobrados en el equipo de audiovisuales. Ana Valle, Elvira Mateos, Pelayo Alonso, Marcos Flández, Eduardo Gandarillas y Enrique Martínez han hecho piña a lo largo de los años. Ellos se encargan de cualquier asunto relacionado con las aulas: de los equipos de sonido, traducción e imagen; del control de asistencia, el montaje de las clases... Están siempre a pie de aula. «Somos el primer contacto de la Universidad con el alumno, la cara visible de la UIMP», dice Alonso.
El equipo de audiovisuales ha vivido la transformación digital en primera persona. Hace poco más de tres décadas, las ponencias quedaban grabadas en cintas de cassette, que luego se identificaban de forma manuscrita, recuerdan los más veteranos. Cambio tras cambio, de ahí han pasado a programar, sobre todo durante los cursos en pandemia, videoconferencias grupales con conferenciantes en distintos puntos del mapa. «Ahora la grabación está centralizada, pero hemos pasado por todas las fases de la digitalización. Te tienes que amoldar. La actividad no puede parar», revela Alonso, con más de treinta años de experiencia en la UIMP.
El equipo ha vivido anécdotas de todo tipo. «¡Muchas aventuras!». Flández recuerda el paso por La Magdalena de artistas, políticos e intelectuales, como Mario Vargas Llosa, Pepe Hierro, José Luis Sampedro o Josep Borrell. El alto representante de la UE, de hecho, imparte su ya tradicional curso 'Quo Vadis Europa?' mientras transcurre esta conversación. El equipo ha custodiado la Sala Riancho con mimo. «Borrell es casi uno más, te trata como a uno más. Son ya muchos años», evoca Flández.
Elvira Mateos recuerda también cómo la disposición de Palacio era hace décadas bien distinta. El Comedor de Gala, hoy un aula más, hacía antes verdadero honor a su nombre y allí profesores, personal y alumnos compartían mesa y mantel. La cafetería también estaba en el primer piso, siempre atestado de gente.
Este año, la UIMP ha recuperado parte de ese pulso tras dos años marcados por el covid y la actividad en remoto. Han vuelto, además, las fiestas semanales y las comidas del rector con los directores de los cursos. «Este año hemos resurgido. El Rey ha inaugurado los cursos, han venido los expresidentes... Hay más contacto, más cercanía. Yo estoy encantada», celebra María del Puy, testigo de la evolución de la Universidad en los últimos 40 años. Tras la charla, toma el teléfono y sigue con su tarea. Se va con su equipo. «El mejor», se despide sonriendo.
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