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MARCO G. VIDART
Santander
Jueves, 19 de octubre 2017, 07:20
La impresora parece protestar por el trabajo que se le viene encima. En la ficha de Ruth Beitia como atleta en la página web de la Federación Española de Atletismo un documento resume toda una vida. 'Ver historial deportivo'. La carrera de la mejor atleta ... española de todos los tiempos se muestra con un detalle que también avisa de que no es una historia como las demás. Y junto al aluvión de datos, tres fotos. Todas de la misma competición. Los Juegos Olímpicos de Río fueron el culmen de una trayectoria que hasta entonces ya era excelsa y que desde el 20 de agosto de 2016 es historia dentro del deporte español.
Siete de julio de 1991. Una niña de 12 años perteneciente al España de Cueto-Susanor salta en Laredo 1,50 metros. El puesto en la competición, el primero. Ese documento que repasa la vida atlética de Beitia sitúa ese día la primera competición de la cántabra. Aunque la joven Beitia ya acreditaba 1,29 con apenas diez años. Eran los inicios de una carrera que nadie, a buen seguro que ni ella misma, imaginaba.
El primer atisbo de que en esa niña del España de Cueto-Susanor había un buen proyecto de atleta llega en Zaragoza el 19 de marzo de 1994. Campeonato de España cadete en pista cubierta. Y Ruth Beitia se cuelga la medalla de oro con un mejor brinco de 1,67. El primer título de una larguísima serie. En total, Beitia ha sumado 46 títulos nacionales en las diferentes categorías, tanto en pista cubierta como al aire libre.
Un año más tarde, en 1995, Beitia repetía Nacional bajo techo entre las cadetes. Pero también se atrevía ya a competir con las mayores. En febrero, era sexta en Valencia en una competición que ganaba Carlota Castrejana, famosa más adelante por ser una excelente triplista. Al aire libre, en Madrid, también era sexta en un concurso que ganaba Marta Mendía. Al año siguiente, en 1996 llegaba el primer aviso. Dos platas nacionales, tanto en pista cubierta como al aire libre. Mendía y Castrejana, que se llevaron respectivamente esos dos títulos, oteaban ya la gran amenaza en el horizonte. Una chavala de Santander de 17 años apuntaba a ser la alternativa del asunto.
La navarra Marta Mendía fue la espectadora de excepción de la irrupción de Beitia. Es la que a finales del pasado siglo y principios de este logra contener el empuje de la santanderina. En pista cubierta, lo hizo hasta 2002. Ese año, Ruth Beitia inició un idilio con el Campeonato de España de Pista Cubierta. Su competición favorita y que ha ganado hasta este 2017. Al aire libre, 2003 vio a la cántabra proclamarse en Jerez de la Frontera campeona de España el 2 de agosto. Pocos días antes -el 26 de julio-, en Avilés, había hecho historia en el atletismo patrio. No sólo había batido su ya enésimo récord de España (1,97), sino que se convertía en la primera mujer -y hasta ahora la única-en volar por encima de los dos metros. Mendía osó arrebatar el dominio a Beitia en 2004 y 2005. Desde 2006, la altura femenina española sólo tiene un nombre. Y con el transcurrir de los años, llegaron a ser las competiciones más previsibles del mundo. La diferencia de Beitia sobre las demás era un abismo.
A la par que Beitia daba pasos para convertirse en la referencia de la altura en España, también se presentaba a nivel internacional. La localidad francesa de Annecy acogió el Mundial júnior al aire libre de 1998, en el que la cántabra terminó octava. Tres años más tarde, en Ámsterdam Beitia abrochaba su primer título fuera de España, al ganar el Campeonato de Europa sub-23. Para estrenarse a nivel absoluto en un podio hubo que esperar a 2005 y en casa. El Europeo bajo techo que se disputó en Madrid vio a la cántabra ganar la medalla de plata.
Con su dominio en España asegurado, en febrero de 2007 Beitia fijó el récord nacional en pista cubierta en 2,01 y en agosto, la plusmarca al aire libre con 2,02. La santanderina ya llevaba tiempo brincando por medio mundo entre las mejores. Pero con el paso de los años, un estigma marcaba a Beitia. Ningún título y todas sus medallas, en Europeos o Mundiales, siempre en pista cubierta. El aire libre, siempre considerado el pariente rico del atletismo, se le resistía una y otra vez fuera de España. La santanderina veía a otras saltadoras en el podio en Juegos Olímpicos, Mundiales y Campeonatos de Europa. Esa particular maldición terminó en 2012. Con una marca de 1,97, Ruth ganaba a finales de junio el Campeonato de Europa en Helsinki. «Ramón, por fin la hemos conseguido», decía sobre su presea la santanderina a cámara en referencia a su entrenador, Ramón Torralbo. Ese «mi 50%» que la ha acompañado en este viaje por el atletismo.
Ese Europeo auguraba grandes cosas para los inminentes Juegos Olímpicos de Londres. Pero la capital británica le reservaba la medalla más amarga de todas. Esa que se dice de chocolate, la que se lleva la cuarta clasificada. De nuevo, el podio se escapaba entre los dedos. Y con 33 años, Beitia decidió que ya estaba bien. Anunció que ese verano, ponía punto y final a su vida como atleta. Ese título europeo servía entonces para coronar un palmarés ya por entonces más que notable.
Ruth empezó a hacer otras cosas. Esas que un atleta de élite no puede. Así, el carril bici que rodea al aeropuerto veía a esos 1,92 metros de altura de la santanderina patinar. Y como la propia Beitia ha contado en infinidad de veces, la lluvia le hizo un guiño inesperado. Ante la imposibilidad de patinar, Beitia volvió a entrenar con Torralbo en el módulo cubierto de La Albericia. Las sensaciones y las ganas de pasarlo bien con su deporte de siempre volvieron como nunca y abrieron uno de los retornos más espectaculares de la historia del deporte. Un oro en un Europeo de Pista Cubierta de Goteborg, un bronce -su única medalla- en un Mundial al aire libre -en Moscú en 2013-... Y otros dos Europeos al aire libre (2014 y 2016), para convertirse en la única saltadora del viejo continente en alcanzar esa cifra y además, de forma consecutiva. En 2015, Beitia pisaba tierra incógnita para el atletismo español. La Liga de Diamante, la competición que reúne a los mejores mítines del mundo, entregaba su trofeo en la competición de salto de altura a la cántabra. Un galardón que repetiría en 2016.
Con su tercer título europeo bajo el brazo, llegaban los Juegos de Río en agosto de 2016. Y parecía que, esta vez sí, la cántabra estaba entre las favoritas. Con un concurso impecable en la final, Beitia vuela sobre 1,97 a la primera. Toca esperar a la croata Vlasic, la búlgara Demireva y a la estadounidense Lowe. Si nadie pasaba por los dos metros, Beitia era campeona olímpica. Cuando Lowe derribaba su último intento, la santanderina entraba en la historia del atletismo.
El brillo de ese cuatrienio mágico es tal que ni siquiera un 2017 aciago por las lesiones ha podido empañarlo. El Mundial de Londres, para el que Beitia tiró de orgullo para clasificarse al menos para la final, marcó este agosto el epílogo de una carrera irrepetible. Una vida dedicada a un deporte, el atletismo, que ayer despidió a una de las personas que más lo han honrado.
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