«¡Dime que me has perdonado, Javier!»

En pie se recibió acto seguido a Julián Ruiz y Javier García Cuesta, los dos entrenadores de aquel año. Al discípulo que tomó el relevo y a su maestro. «Recuerdo sobre todo el apoyo que el equipo tenía de la ciudad, la calidad de los jugadores y esa primera etapa –entre 1987 y 1989– que salió tan bien. Luego, la segunda parte fue más difícil y yo no supe resolverlo, pero Julián sí y la historia terminó bien», reflexionaba García Cuesta. Aunque cuando renunció y a Julián le tocó sustituirle, una de las cosas que le dijo el entonces joven técnico fue: «Vaya marrón».

En pie se puso por tercera vez la sala para jalear la imagen electrónica y en directo de Talant Dujshebaev. «En el Teka tuve mi mayor éxito deportivo a nivel de clubes, y entonces solo iba un equipo de cada país», decía un tipo «orgulloso de ser cántabro y santanderino» que hacía balance: «Le pido perdón a García Cuesta por todo lo que hicimos mal en la primera fase de la temporada, porque es una grandísima persona».

Sus imágenes electrónicas se cruzaron: «¡Dime que me has perdonado, Javier!», repetía entre las risas del público». «No te preocupes, Talant, estás perdonado, pero no se te ocurra hacerlo otra vez», le contestó el entrenador para contar acto seguido la anécdota: «Un día en que nos organizaron una visita al Palacio de La Magdalena, vino a hablar conmigo en una de las salas y me pidió perdón porque consideraba que tenía que haber hecho algo más en algunos partidos. Me dejó pasmado.En ese momento demostró, aparte de lo extraordinario jugador que era, su gran categoría humana».

Reconocimientos hubo de todos y para todos: «El mayor partícipe de que yo jugara en el Teka está aquí. Fue José Antonio Revilla, que me vino a ver jugar un partido y después me hizo firmar un contrato en una servilleta. Y el mayor artífice de que hubiera ese gran Teka fue Casuso», reivindicaba Chechu Villaldea.

Palabras, en definitiva, para todos, también de un Talant a quien la agenda le impidió estar en persona, pero que guarda memoria de sus compañeros: «Chechu era una máquina»m dijo antes de recordar que vivieron «un sueño para todos, como era la primera Champions de la historia».

«Para mi es una sorpresa que 28 años después nos recuerden», rememoraba el capitán, Javier Cabanas. «Fue una consecuencia de lo que se había trabajado en años anteriores y no hubiéramos conseguido lo que conseguimos sin la afición, porque La Albericia era mucha Albericia», abundaba Melo.

«Mis dos años en Santander fueron un regalo. Con 21 años era la primera vez que salía fuera de casa, estar de pronto con esos jugadores, sintiéndote además considerado.... Y vivir con Juan Domínguez, que también fue un máster», decía Jota Hombrados. Por vídeo participó Mijail Jakomovich traducido por su hija, aunque se animó a decir unas palaras en castellano. Fueron estas: «Cuando estaba en Santander hablaba muy mal español y ahora... hablo muy mal español, así que como antes me hacía de traductor mi hermano Talant esta vez lo va a hacer mi hija». Se despidió también en castellano: «Muchas gracias Cantabria y Santabnder. ¿Me entendéis?».

Recogió el testigo García Cuesta: «Nunca vi un jugador con su fuerza; uno de los mejores jugadores que he visto en mi vida, si no el mejor, lo que pasa es que no estaba en defensa. Había un aficionado que se ponía siempre detrás del banquillo y me decía siempre: «¿Pero no ves que no le gusta defender?». Ganar sí le gustaba. Como al Teka. Y a José Antonio Revilla y José Gómez Casuso, el gran patrón que tampoco quiso perderse el que también era su gran día.