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«¡Corremos más que ellos!», bromeaba Chechu Fernández a Javier Cabanas y Luisón García en la boca de vestuarios de La Albericia. La chanza era, digamos, excesivamente optimista, aunque daba igual. Un pasillo de jugadores y jugadoras de Sinfín, Bathco, Pereda, Dosa, Camargo y Camargo 74 recibía minutos después sobre el parqué a un equipo emblemático que respondió a la cita. Con algunas ausencias, pero casi en pleno. 28 años y dos meses después de proclamarse campeones en un pabellón que veían exactamente igual –y eso no es bueno– Mats Olsson, Javier Cabanas, Luisón García, Juan Domínguez, Chechu Villaldea, Chechu Fernández, Jota Hombrados, Rodrigo Reñones y Juan Muñoz Melo recibieron la ovación de La Albericia; de las cerca de 400 personas que siguieron la –en el mejor de los sentidos– pachanga.
La disfrutaron casi tanto como la comida en el Peñucas, como corresponde a cualquier reencuentro de amigos, aunque unos más que otros. Los más jóvenes de aquella plantilla, Reñones, Domínguez y Hombrados, están para jugar y se merendaron entero el partido en el que el Grupo Deportivo Teka se enfrentaba a diferentes combinados mixtos de cadetes cántabros bajo la mirada de Julian Ruiz, sentado en el banquillo, y de Javier García Cuesta, en el palco.
Les había recibido a pie de pista Chema, su viejo utillero, que iba abrazando uno a uno a toda la quinta mientras el partido comenzaba con cierto retraso por el tiempo que le había robado la sobremesa en los preparativos.
«Los años, que son jodidos», le decía a Chema un Melo que se vistió la camiseta, pero que no puede ya jugar por la lesión que le dejó como despedida el deporte de élite. Se sentó en el banquillo no solo con Julián, sino con su amigo Cabanas, que también rechazó la invitación de pisar el parqué, y a Chechu Villaldea.
«Les veo a todos un poco cambiados, salvo yo, que estoy igual», reía el trotamundos Mats Olsson, que recién regresado a Santander, donde vive desde hace una década a temporadas –cuando no está viajando– aún luce espigado y se alternó con Jota en la portería... y la cancha, porque los dos abandonaron su hábitat habitual para ser uno más en el seis de ataque.
Hacía cierta falta, porque para completar el siete –que no el equipo– los tekistas echaron mano de uno o dos cadetes. De salida uno solo, porque Luisón se decidió a emular los viejos tiempos, pero pidió pronto el cambio. Mejor para Reñones y Domínguez, que lo pasaron en grande dejando detalles de calidad y alguna jugada en intensidad, por eso de recordar los viejos tiempos.
Sonrisas y alguna risa en cancha y banquillo: «¡Venga, que puedes, Chechu!», decía Melo desde el banquillo al Chechu cántabro, el de apellido Fernández. «Que no se te vayan como siempre», acotaba Cabanas. A su lado, el otro Chechu: Villaldea. Luisón le había dicho que saliera a jugar, pero prefería reservarse.
Enfrente, cadetes frente a gigantes del balonmano. Por un momento, en los continuos relevos, un combinado de Bathco y Sinfín enfrentándose al Teka más mítico. Hubo tiempo para que Chechu Fernández bromeara y se desparramara en los bloqueos, para intentos de vaselinas y contras, para que los cadetes disfrutaran y para que el público recordara un equipo que hizo historia. «Venga a hablar, estás venga a hablar», sonreía Melo a Luisón cuando insistía en ese refuerzo que aquella vez no iba a ser él».
¿El resultado? Toda un incógnita. El marcador ni se encendió; no iba de eso, e incluso Israel Díaz, narrador del Sinfín y este miércoles del Teka, decidió olvidar la cuenta conforme avanzaba el partido. Julian miraba sonriente a los suyos en un día atípico sin tensión en el banquillo. Con el rondo para las instrucciones convertido en otra sala más de tertulia.
Mientras, el Palacio de Festivales ya preparaba el encuentro. Este con entradas agotadas, porque si en La Albericia se reunieron cerca de 400 personas la Sala Pereda se ha llenado para escuchar las vivencias de un grupo al que se han unido de forma telemática Talant Dujshebaev y Mijail Jakimovich. Solo faltaron a la cita Xavier Mikel Errekondo, Mateo Garralda, que con su lesión no pudo jugar aquel año y tampoco tuvo la mejor salida, y Yuri Nesterov.
Los demás lo disfrutaron como pocas veces. Lo decía Julián Ruiz, su entrenador en el año siguiente a la retirada: «Lo más importante es el encuentro», decía. Como entonces, no salió a la pista, aunque a diferencia de entonces, en el 94 a veces se veía aún con el automatismo de incorporarse desde la banda en las transiciones. «A veces me tenía que decir: 'Quieto, Julián, ¿dónde vas?'».
Así hasta terminar el partido con el mismo tono festivo y algo más de prisa que en la sobremesa, porque tocaba cambiarse para ir al escenario de la Pereda, presidido por la Copa de Europa que levantó Cabanas. 28 años después, queda claro que aquel Teka caló, y mucho en la memoria.
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