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Baldomero Ballesteros posa junto a la estatua de su hermano en el Ayuntamiento de Marina de Cudeyo.

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Baldomero Ballesteros posa junto a la estatua de su hermano en el Ayuntamiento de Marina de Cudeyo. Andrés Fernández

El gestor tras el genio

El golf como forma de vida. Aunque siempre ligado a la figura de su hermano Seve, Baldomero Ballesteros hizo una larga carrera en todas las facetas del golf

Aser Falagán

Santander

Jueves, 21 de abril 2022, 07:18

En abril del 87 la cara de Severiano Ballesteros en Augusta era una elegía. Había llegado a la última jornada como líder y veía el torneo ganado, pero la mala suerte se cebó con él. Seve, habitualmente inmune a la presión, se desmoronó. Tres putts en el seis, una bola que botó en el green pero se fue en el trece y otra que escupió el hoyo en el 16 le dieron la chaqueta verde a Larry Mize. Desolado, no quiso siquiera que le llevaran al club en el buggy. Se fue andando, cabizbajo, ladera arriba y ladera abajo y hasta llegar con ojos vidriosos al edificio del Augusta National Golf Club. Completó el periplo desolado, pero no solo. Le escoltaba su hermano Baldomero (Pedreña, 1947 - Rubayo, 2022). Su primer caddie, manager, consejero y hasta improvisado representante y jefe de prensa. Un todo con voz de mando hasta que su debilitado corazón dejó de latir.

Merín, que así le llamaba Seve, contribuyó a abrir el camino al genio irrepetible que fue su hermano. Como su tío Ramón Sota (1938-2012), otro pionero del golf español y europeo. Como Manolo y Vicente, los otros dos hermanos, también muy ligados al green. Subcampeón de España en 1985, fue también profesor de golf y dirigió las empresas de la familia, entre ellas la de diseño de campos. Su pelo cano acompañaba siempre la figura de Seve en una trayectoria que orbitó alrededor del golf, como la de casi toda la familia.

Su figura, siempre discreta en lo mediático pero omnipresente en la organización, en la logística, en el contacto con los medios –aunque él apenas apareciera–, era la de un hombre de golf que, como su hermano, siempre regresaba a Cantabria.En los últimos años, entre su casa de Santander y la de Rubayo, a la que se había trasladado tras su último ingreso hospitalario.

Profesor de golf en Mataleñas junto a Chani Rozadilla y José Manuel Carriles, a mediados de los setenta llegó a participar en varias pruebas del circuito profesional europeo y en 1975 se trasladó a Galicia para convertirse en el jugador profesional del campo de Zapateira hasta que en 1982 recibió la llamada de su hermano. Con él compartió infinidad de experiencias, incluido el Campeonato de España de 1985. Le motivó jugar en casa, y a los 38 años volvió a competir en un torneo profesional después de ocho años inactivo y fue subcampeón tras batir el récord del campo y superado solo por su hermano Seve. A pesar de ese dulce momento de forma, alcanzado tras unos meses en los que estuvo enseñando golf en Japón, no se planteó retomar su carrera. Tenía una familia, otras obligaciones profesionales y el nítido recuerdo de los nervios que pasaba en los setenta.

En los últimos años optó por un perfil aún más bajo, solo roto por su participación en uno de los documentales que se dedicaron a su hermano en el décimo aniversario de su muerte, y la publicación de 'Querido Seve' (2018) en la que narra algunos de los encuentros y desencuentros familiares. El distanciamiento de dos ramas del clan Ballesteros era evidente, pero su estrecha relación con su hermano, también. Como su sólida trayectoria profesional en su faceta de director de las empresas de diseño de campos de Golf (Trajectory), organización de torneos (Amen Corner) y gestión de la carrera y después del legado de Severiano Ballesteros (Fairway).

Su despedida ha sido como él mismo decidió. En silencio. Dejó instrucciones de que no se hiciera nada. Ni funeral, ni ceremonia de sepelio ni siquiera esquela en la prensa. Sus hijos Iván y Raúl, también golfistas, cómo no, respetaron su voluntad y hasta el martes a última hora apenas trascendió la noticia de su muerte. Quería irse en silencio y sin estridencias. Así lo había dispuesto, fiel a su sólido carácter y a su costumbre de dejar todo bien organizado.

Baldomero Ballesteros Sota, el mayor de los cuatro hijos que sobrevivieron del matrimonio formado por Baldomero y Carmen, fue el 7 de septiembre de 2011 el encargado de portar las cenizas de Seve mientras todo el golf mundial le mostraba su respeto al este de la bahía Santander. Esta semana Pedreña se ha despedido de él como lo hizo antes de sus padres y hermano. Su imagen en 1979, abrazando a su hermano tras ganar el British Open, queda para el recuerdo, como le acompañó en la triste soledad de las cuestas de Augusta. Como aquel día Seve, Mero se fue en silencio.

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