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El apodo de el Niño le acompañará hasta el final de sus días deportivos. Y seguramente, también más allá. Pero hace tiempo que Sergio García pasó la adolescencia deportiva. Quizá nunca la tuvo, porque siempre ha mostrado una madurez que ha logrado trasladar a los ... resultados al contorno de su torso. Nunca fue un tipo travieso en el cuadrilátero, pero necesitaba una pelea diferente. Demostrar que no sólo es un martillo pilón, un percutor constante y una roca aguantando los envites del rival. Debía decirle al planeta boxístico, desde su Torrelavega natal y antes de cambiar de continente e intentar ponerse el mundo alrededor de la cintura, que también tiene pegada. Que además puede ser bola de demolición. Que es capaz de hacer que sus enemigos besen sin cariño la lona y aprendan de memoria los números que van del 1 al 10. Y lo buscó con ahínco. Lo mereció. Pero si Beaussire, Cheeseman y Rabchanka sucumbieron pero sin hincar la rodilla, Faoud el Massoudi mostró una estoicidad interminable en la velada más ambiciosa del cántabro con la hevilla continental en juego. De todas formas, Europa ya se le queda pequeña al Niño.
El tiempo de espera desde las ocho de la tarde iba a merecer la pena. Tres horas y media con el pabellón Vicente Trueba a reventar para ver al chiquillo de todos los torrelaveguenses. Aunque sea para darse de mamporros. Llegó para el púgil cántabro ese momento en el que el hambre, el sudor y la sed cobran sentido. Quizá no eligió Faoud el Massoudi la mejor canción para acceder al ring. 'Désenchantée', así es como iba a acabar el peleador francés al término del combate.
Osado, Sergio García no se iba a dedicar a la pelea contemplativa. Si fuese atletismo, habría rozado la salida nula. Con la campana inicial, la zurda ya salió a pasear. Y después la derecha. Directo tras directo. Y cuando todavía no había concluido el primer asalto, el peinado de El Massoudi ya era historia. El Niño le había propinado una buena serie de la que el francés sólo pudo protegerse. De contrataatacar, mejor ni hablar.
«Dale, dale», se oyó con unanimidad en el Vicente Trueba cuando, en el arranque del segundo asaltó, un derechazo sonó cuero contra hueso en el morro del púgil galo. Y luego llegó un combo diestra-siniestra que puso al francés con la mirada perdida. Si el speaker presentó a Massoudi como un boxeador rocoso, más le valía estar hecho de adamantio o similar, porque Sergio García iba con todo. El galo intentó calentarle la cara también al cántabro y, aunque conectó un par de duros golpes, abrir la guardia le hizo encajar aún más castigo.
El descanso se le hacía mínimo a El Massoudi, que apenas tenía tiempo de recuperar y eterno al Niño, que tenía ganas de más. El francés, muy tocado, fue valiente. Dio un paso adelante y atacó. Hizo daño. Pero también logró soliviantar aún más al torrelaveguense, que cerró el tercer asalto con una brutal serie al rostro del francés.
«¡Venga, ponle la cara colorá!», gritó una aficionada al inicio del cuarto segmento. Sergio García, tipo obediente, siguió a lo suyo. Como si no importase el rival. La sensación era de que el combate iba a durar lo que aguantase El Massoudi la paliza de su contrincante. Chesseman mantuvo la compostura como un jabato durante doce asaltos. Al francés todavía le quedaba más bastante de la mitad de la pelea. El francés atacó con rabia y muy poco estilo y el Niño castigó la osadía con un zurdazo en la boca. Campana.
Se hacía tarde en Torrelavega. La medianoche llegaba. Alguno tenía prisa. «Mándale a dormir», gritaron desde la platea. Todos querían ver a su púgil ganando por KO. En el quinto asalto, El Massoudi perdió fuelle. No era para menos. Y aunque le dio un duro directo en el rostro a Sergio García con el puño izquierdo, la nómina de recibidos siempre fue inmensamente menor que la de propinados. Era cuestión de tiempo.
El combate de semifondo del peso pluma entre el excampeón del Mundo Kiko 'la Sensación' Martínez y el mexicano Alejandro 'el Monito' Cazares, previo a la defensa del título europeo por parte de Sergio 'el Niño' García terminó con victoria del púgil español, tras la decisión unánime tomada por los jueces. Fue el primer plato de una velada de buen boxeo y gran ambiente en el pabellón Vicente Trueba de Torrelavega. Pero antes aún hubo más. En el primer combate de la velada, Ismael García se impuso a Óscar Amador. En el segundo, Dominique 'La bomba' Donegan fue el ganador a los puntos frente a Miguel Aguilar. Brandón Moreno fue el vencedor, al KO técnico, en la pelea contra Romeli Martínez. El asturiano Adrián Martínez ganó a Izan Durá por unanimidad de los jueces en un intenso combate.
Con esa cara de buen chaval que tiene, vaya guantazos que pega el tío. Pim, pam. Izquierda a la cara y derecha al estómago. «Ahí le tienes», se escuchó a pie de pista. La serie y los siguientes golpes hicieron rugir a todo el pabellón. Ahí le tenía, sí, pero El Massoudi se resistía a probar el sabor de la lona torrelaveguense. E inició el séptimo asalto con un duro gancho sobre la nariz de Sergio García para dejar claro que seguía con vida. Al Niño le faltaba ese golpe ganador. Demoledor. Ese que hace resonar el cerebro contra las paredes del cráneo. Si no era por calidad en los guantazos, por cantidad no iba a faltar. Sergio García se cebó al final del round. Tanto, que el juez, el italiano Massimiliano Bianco, tuvo que frenarle ante la somanta que le estaba propinando al francés. El cántabro, con un gesto, dijo no haber escuchado la campana. Si le dejan, no para hasta acabar con él.
Sin duda, El Massoudi ha sido el más flojo de los últimos cuatro rivales de Sergio García. Pero el Niño mostró ayer más ambición que nunca. Al ataque. Pero se encontró con un encajador enorme. Irreductible. Como si fuese galo de Armoric pero sin pócima. Celebraba cada campana como una victoria. Y para entonces, el cántabro también empezaba a acusar el cansancio. La victoria era suya, pero quería algo más. Levantó al pabellón con una brutal serie junto al rincón. Parecía que iba a caer, por fin. Pero no.
Sergio había perdido frescura. Y quizá también, a falta ya de tres asaltos, pensaba más en asegurar el triunfo que en exponerse a un imprevisto golpe fatal. La contienda se igualó y la opción de ver un KO se fue difuminando. El pabellón, ávido de ver al francés testando la lona, comenzó a asimilarlo. El Niño lo buscó hasta el último segundo. Hasta la última campana. Pero el francés no hizo esa concesión. El cántabro no logró dejar a su rival yacente, pero el público supo premiar a su púgil tras un combate magnífico. Aunque se dilucidase a los puntos. Eso sí, de forma unánime. Ahora toca mirar más allá. Al otro lado del Atlántico.
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Aser Falagán
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