Los 100 puntos de José Alberto

Un año y cinco meses después el Racing es un club al alza en lo deportivo y lo social y camina –le queda aún mucho por andar– hacia la estabilidad económica. Mira de reojo a Primera División y esta misma temporada tiene la primera oportunidad de conseguir lo que ya es una urgencia histórica en Santander. Doce años llevan los verdiblancos alejados de la máxima categoría. En toda su historia, nunca habían pasado tanto tiempo exiliados. Consciente de lo que ha vivido, el racinguismo no entiende de urgencias y da tiempo. Si no este curso, será el próximo. O el siguiente. Ya no hay miedo; hay alegría y confianza. La victoria del sábado en Huesca ha abundado en esa sensación. Y de paso ha dejado para la estadística un buen dato para JAL: sumó cien puntos en Liga como entrenador del Racing. Un gran registro en 62 partidos que arroja una evidencia.

Llegó en diciembre de 2022 con un equipo que arrastraba un pesado lastre: 18 puntos en veinte partidos. Sus buenos números sirvieron para una escalada que no solo sacó al Racing del descenso, sino que le permitió una permanencia holgada, certificada matemáticamente a falta de dos jornadas para que finalizara la competición, y terminar en una cómoda duodécima plaza.

A su llegada, lo primer que hizo el técnico fue implantar otro concepto: más futbolistas por delante del balón, asumir más riesgos a la hora de crear juego y adelantar la línea de presión. El equipo no tenía gol y lo estaba pagando. Los resultados llegaron de inmediato, fruto en parte de esa nueva dinámica que se suele implantar –no siempre funciona– con el relevo técnico y las nuevas expectativas y responsabilidades que genera. La llegada de Roko Baturina en el mercado de invierno reforzó la plantilla y el Racing concluyó en un cómodo duodécimo puesto.

En cierto modo, y a pesar de las enormes dificultades que tuvo que capear y la crítica situación en que cogió al equipo, José Alberto ha tenido viento a favor. La venta de Pablo Torre el curso pasado propició un tope salarial muy amplio para un recién ascendido. Además, la llegada unos meses antes de Mikel Martija permitía que el entrenador se dedicara a eso: a entrenar. La masa social nunca había dado la espalda al equipo y una vez tuvo unos buenos resultados se reenganchó aún más.

Con ese escenario llegó JAL al verano, cuando se produjo el gran punto de inflexión: Alfredo Pérez y Pedro Ortiz vendían el Racing a Sebastián Ceria y Manolo Higuera y se inauguraba una nueva etapa. Comenzó con una mala noticia para el técnico: Los nuevos propietarios le informaban que la anterior propiedad había dejado un techo salarial de apenas cuatro millones para la siguiente temporada. En un Racing que necesitaba media docena de refuerzos, con esa cantidad no llegaba siquiera para inscribir a todos los futbolistas del primer equipo.

Al informarles, y en medio del evidente malestar de Martija, José Alberto solicitó que se llegara al menos a los siete millones y medio (aun así inferior al del curso anterior, al no computarse ya los ingresos por la venta de Pablo Torre). La respuesta de Ceria e Higuera fue clara: no podían garantizar más allá de los seis (y lo hicieron capitalizando cinco millones de la deuda que habían asumido), pero trabajarían en ello. Finalmente, al incrementarse los ingresos en otras partidas y ajustar ratios, se pudo rondar esa cantidad.

La nueva directiva cambió radicalmente muchos aspectos del club, pero siempre con una filosofía: continuidad en lo deportiva. Su confianza en Martija y José Alberto era –y es– absoluta, así se lo transmitieron incluso antes de comprar el club y a su llegada no hicieron sino reforzarles.

Solventado el problema económico, comenzó a trabajar en pretemporada en su propuesta de fútbol, abundando en lo sembrado el curso anterior, y con un objetivo algo diferente. El objetivo volvía a ser la permanencia, como remarcaban cuerpo técnico, futbolistas y directiva cada vez que tenían la oportunidad, pero ya una permanencia tranquila; sin sobresalto. Transitar durante todo el curso la zona templada de la clasificación. La meta inicial, alcanzar cuando antes los 50 puntos que generalmente garantizan no sufrir ningún tipo de apuro.

Una goleada en casa al Eibar permitió iniciar el curso con el mejor clima a la espera de que llegaran los urgentes refuerzos en ataque. La derrota ante el Espanyol y un empate contra el Huesca precedieron a los fichajes de Andrés y Arana, dos futbolistas diferenciales en Segunda que responden además mucho mejor que Cedric, Matheus y Baturina al perfil que le gusta el técnico.

Con ellos comenzó un progresivo proceso de maduración de un equipo que sin embargo aún arrastraba dos problemas: poco profundidad de banquillo –el tope salarial y la decisión de dejar espacio a posibles promociones desde la cantera llevaron a configurar una plantilla corta– y problemas defensivo. El Racing mostraba un fútbol alegre, tenía gran pegada y marcaba con facilidad, pero se desangraba en la zaga y casi siempre encajaba gol. Aun así, el equipo cerró la primera vuelta y el año en la sexta plaza, en puesto de play off con una vacaciones por delante muy necesarias para algunos futbolistas que comenzaban a acusar la acumulación de minutos.

El primer problema se solucionó en el mercado de invierno con los fichajes de Manu Hernando, Mboula y Baturina, estos dos últimos regresados después de que el curso anterior no se pudiera prorrogar su cesión. A cambio se cedió a Yeray, pero al mismo tiempo Mario se consolidó en el primer equipo y se incorporó al rayista Jeremy a su dinámica.

Paralelamente el club demostraba con hechos su confianza en el entrenador. No solo no esperaba a final de temporada para renovarle, sino que lo hacía por otros dos años a sumar a los seis meses que aún le quedaban: hasta el 30 de junio de 2026. Con alguna crisis puntual, el equipo siguió creciendo, manejando cada vez mejor las diferentes fases del partido y aprendiendo a rentabilizar mejor sus goles. El sábado, el 0-3 de El Alcoraz dio muestra de ello. Ahora toca asegurar el play off, y como dijo en su momento José Alberto López Menéndez, «si lo juego, es para ganarlo». El premio es regresar a Primera División doce años después. Y para él, debutar en la máxima categoría. Casi nada.

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