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MARCOS MENOCAL
SANTANDER.
Lunes, 25 de septiembre 2017, 12:29
'De carrerilla...' se decía en el 'cole'. Aprenderse la lección de memoria. El Racing y su entrenador tienen una serie de conceptos tan integrados en su ADN -al menos en el de estos dos últimos años- que cuando los ponen en práctica recuperan su ... identidad. Su fútbol no es vistoso y después de más de cincuenta partidos también va siendo hora de darse cuenta de que cada cambio le sienta mal. El partido de ayer siguió el manual 'Viadero': 4-4-2, con dos extremos bien abiertos y una defensa en línea bien replegada. Nada de tocar innecesariamente ni de arriesgar el más mínimo pase. Un juego plano. La premisa está clara: esperar que pase algo que desordene al rival y, entonces, atacar con todo. Hasta ese momento, nada.
Alineó en el campo el mismo once inicial que hubiera elegido cualquier chaval de la Academia y el que tuviese ganas de sorpresas que se fuera a las ferias. Viadero es de esos entrenadores de antes que entrenaba los jueves con el equipo titular sin que le importase que su rival lo viera. La alineación de ayer la eligió el martes cuando supo que Gonzalo no podría jugar. Es tan previsible como una boda por lo civil y aunque la Liga no la gana el que más gracias hace, está claro que del Racing se espera algo más. Pero bueno, si gana...
La Peña Sport no fue un rival de los que inquietan más de la cuenta; no le puso en apuros y no le obligó a pensar. Cuando eso ocurre, el Racing juega cómodo porque se sabe la lección. Granero y Regalón formaron una pareja solvente; Córcoles y Julen doblaron a sus compañeros de banda cuando hizo falta sin que pasase nada por abandonar su posición. A Sergio Ruiz y Rivero les sobró campo en la zona ancha y Juanjo y Aquino disfrutaron de espacio en el ataque. Todo bien, pero gris. Gris oscuro. A los verdiblancos les cuesta un mundo salirse del guión; a los veinte minutos cualquier equipo que sepa leer entrelíneas puede imaginarse el plan del Racing. Nunca hay un desborde que rompa la norma, jamás una salida de tono ni riesgo mal medido. Es obvio que en el lenguaje de un entrenador el equipo es obediente, pero si el guión del partido no es el esperado, los minutos pasan y pasan y los bostezos se adueñan de la grada. En la primera hora de partido de ayer lo que se vio en El Sardinero fue lo más parecido a un videojuego de Atari. Aquellos en los que una pelota rebotaba en la pared. Insufrible. Enfrente estaba el colista de la categoría, que viendo de lo que el Racing era capaz, disfrutó.
Los silbidos están mal vistos en un campo de fútbol, pero a los cuarenta minutos de ayer había quien no sabía cómo matar el aburrimiento. No se trata de ponerse el mundo por montera cada domingo, pero un equipo que busca ser campeón debe meter miedo. Impone mucho más entre semana que cuando llega el partido.
Aquino es un futbolista de otra categoría, pues bien, ayer en la primera parte había tocado once veces la pelota. Hasta que no ocurre algo; un gol, un error... el Racing no da un paso adelante. El problema es que con este plan habrá días en los que el paso adelante llegará de vuelta a casa en el autobús.
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