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Un entrenador dimitido y enfrentado con el director deportivo –aunque le despidió, dijo, deseándole la mejor suerte, tratando de blanquear la crisis–, un nuevo técnico, el tercero, para tratar de rescatar al colista de Segunda, un entorno encendido, un festival de excusas –algunas no pedidas– ... y tres futbolistas atónitos ante su presentación como verdiblancos, en la que les tocó poco más que ser actores de reparto pese a haber llegado para saltar al vacío. Un día cualquiera en los Campos de Sport. Después, una rocambolesca rueda de prensa que solo sirvió para encender más los ánimos, convertida en un catálogo de argumentaciones que lejos de apaciguar el ambiente lo ha incendiado.
Un Racing en pleno proceso de descomposición, con un presidente cada vez más desilusionado, un director deportivo pertrechado en excusas y ya tres entrenadores encadenados en una misma temporada en la que marcha colista y con siete puntos pedidos con la permanencia –por no hablar de los equipos intercalados– busca su catarsis. El divorcio con Molina era evidente, por mucho que ayer el hasta entonces desaparecido Chuti Molina tratara de obviar la pregunta y ante la reiteración negara la mayor.
Todo comenzó a fraguarse con el empate contra el Alcorcón, que hundió más al equipo y tras el que Cristóbal Parralo evidenció ya su hartazgo en la sala de prensa de los Campos de Sport. Toda la jornada estuvieron reunidos Pedro Ortiz y Víctor Alonso, y ya pasada la medianoche quedó pactada la salida de Cristóbal Parralo –presentada como una dimisión, pero sin querer verbalizar el lexema– para tratar de incorporar a José Luis Oltra, que ya a primera hora de la mañana negociaba su llegada mientras Nando García, Guillermo Fernández y Borja Galán observaban sorprendidos la precipitación de los acontecimientos. Sobre todo el madrileño, que llegó a Santander por mediación de Cristóbal ante las dificultades de Molina de contratar refuerzos durante el mercado de invierno.
Alonso y Molina no explicaron el porqué de la salida voluntaria de un entrenador que hace solo once jornadas aceptó hacerse con el equipo. Negaron cualquier tipo de desavenencia con el manchego o con cualquier otro responsable verdiblanco), pero se opusieron a explicar los motivos de su marcha. Ni los que el andaluz presentó, por respetar su privacidad, ni los que llevaron al Racing a aceptarla de inmediato, porque decidieron no hacerlo. Para entonces Cristóbal ya se había despedido de los jugadores y abandonado Santander en silencio y sin coger el teléfono.
Fue otro reflejo de la frenética jornada de ayer, en la que incluso el presidente quiso estar en la sala de prensa como supervisor pero sin salir al 'prao'. El lunes, tras conseguir mantener la discreción de la renuncia de su técnico –sus desencuentros con Molina sí eran de sobra conocidos– convocó una rueda de prensa para presentar a tres de sus nuevos futbolistas. Giorgi Papu lo hará la semana que viene, cuando tenga a su disposición un traductor de georgiano, mientras que Manu Hernando no tendrá puesta de largo, al contar con ficha del filial y ante el temor de que LaLiga lo considere un jugador del primer equipo de facto de cara al tope salarial.
La convocatoria estaba fijada a la una de la tarde, pero tras precipitarse los acontecimientos se retrasó a las cuatro y media y sirvió para que Molina soslayara con circunloquios la caótica situación del Racing mientras que el intertexto del patrón deslizaba que su aún director deportivo está ya amortizado. Algo que el propio manchego dejó caer. Un síntoma: Apenas un par de veces se citó durante la doble rueda de prensa el nombre del nuevo entrenador. Y la presentación de los nuevos verdiblancos quedó solo como un prólogo de color a la comparecencia de los dos directores. Ambos incómodos, pero en especial un Molina que evidenció por primera vez su situación de debilidad y a quien se acusó incluso de mentir.
Se evidenciaba así la situación de un Racing que vive al borde de la parada cardiorrespiratoria; de un fallo multiorgánico que su equipo médico habitual que no solo no es capaz de revertir, sino que ha provocado la dolencia. En solo unas horas se topó con la dimisión de un entrenador harto con la situación –aunque tanto el director general como el deportivo aseguraran que no ha habido ningún tipo de disensión con él– y ha contratado contrarreloj y apoyado por el expresidente Manolo Higuera a un nuevo técnico, José Luis Oltra, que en caso de permanencia renovará automáticamente su contrato. «No es tonto», porfiaba Alfredo Pérez antes de asistir al manual de 'excusatio non petita' de quien fue su hombre de confianza.
No estuvo, sin embargo, Pedro Ortiz en una complicada jornada en la que fue el responsable de comunicación, Enrique Palacio, quien tuvo que presentar a tres refuerzos que, de paso, no eran los que no era los que el entrenador quería.
El caso es que hacia las cuatro de la tarde el presidente del Racing, Alfredo Pérez, llegaba a los Campos de Spot unas horas después de un viaje de trabajo a Canadá. Lo hacía con una sonrisa sardónica, afanado en transmitir cordialidad y normalidad, pero evidenciando su incomodidad con la situación. Todo en el Racing del Grupo Pitma y Chuti Molina destila enrarecimiento y para cuando los patrones se han querido dar cuenta era demasiado tarde. Así que con el entorno y la afición en contra de la directiva y la dirección deportiva, ya tres entrenadores en un mismo curso, el equipo descolgado como colista y un plazo concursal por pagar, el Racing vive sus peores momentos sin un ápice de autocrítica.
Porque si algo rezumaban las oficinas de los Campos de Sport ayer era autocomplacencia, pese a la profunda crisis de un club en descomposición que se desmadeja en circunloquios de su director deportivo. Con el presidente en la sala de prensa, pero a la puerta, sin tomar el micrófono. Y con Víctor Alonso casi como espectador junto a un Chuti Molina que achaca la situación del Racing, en resumidas cuentas, a la mala fortuna. Pero dando la imagen siempre de un profesional ya amortizado que ha fracasado en su tarea y trata de justificarse. «Jamás yo he impuesto una alineación o un jugador», sostenía Molina contradiciendo lo que han manifestado exfutbolistas verdiblancos. «Se crea una nebulosa alrededor mía que parece que tengo un poder ilimitado –se lamentaba quien ha dado orden incluso de cerrar con llave la puerta de la cafetería de La Albericia–. Pasa cualquier cosa y yo tengo la culpa de todo. En el aspecto personal; no me refiero a lo deportivo. Cualquier discusión, cualquier altercado se me achaca. Yo ya he llegado un momento que tengo miedo y cuando pasa algo me giro y me voy para otro lado, para que no se genere un problema, porque estoy a expensas de tener cualquier follón». Una cara muy diferente a la desafiante que ha mostrado durante su bienio enSantander
Aquello era solo un reflejo de la descomposición que sufre el Racing sin que sus propietarios se decidan aún a actuar. Y es que la sala de prensa de los Campos de Sport era la imagen de una septicemia que se trata de atajar. A Borja Galán, Guillermo Fernández y Nando García les tocó la incómoda situación de abrir como extras una jornada en la que debían ser los protagonistas. Alfredo Pérez llegaba ufano, negando que se haya perdido pluma, pero sí ilusión, para ser testigo de la pretendida catarsis. Incómodo, hierático y mucho menos desafiante de lo habitual, estaba Molina, a quien le tocó justificar la actuación del Racing durante la ventana invernal de fichajes. El manchego ponía así de paso fin a tres meses de virtual desaparición. Víctor Alonso, casi para levantar acta notarial y entrar al quite de Molina cuando el manchego caía en una nueva contradicción.
Oltra se encontrará un club arrasado. La cantera ha quedado esquilmada y más de una decena de futbolistas ha marchado a otros equipos. De hecho, no existían virtualmente alternativas dentro del club para sustituir al técnico dimisionario. De ahí que fuera necesario negociar a toda prisa conOltra cuando el divorcio fue evidente. Algo que de paso sirvió para que Molina tratara de sacar pecho por haber recibido el sí del valenciano, que solo seguirá una temporada más enSantander si el equipo protagoniza una remontada ejemplar para mantener la categoría.
El entorno y la masa social siguen molestos y no han recibido bien los circunloquios de Molina, en dificultades para explicar su errática política de fichajes y la falta de proyecto a largo plazo. La propiedad sigue sin dar visos de reacción, al menos de puertas hacia fuera, y de cara al público sigue apoyando al director deportivo pese a haber perdido el crédito y verse ya plenamente amortizado.
Y mientras, el albaceteño aseguraba contar con el apoyo de unos futbolistas que en muchos casos, y como los empleados, le han dado la espalda. De hecho, Pedro Ortiz parece ya su único valedor.El manchego llegó a asegurar que «no sabía» que los entrenamientos fueran a puerta cerrada, pese a acudir casi diariamente a La Albericia y después de tres meses de silencio aseguró no haber rechazado ninguna entrevista. Víctor Alonso, divorciado de la Gradona, trataba de mediar, pero también apelando a terceros:«No es una pregunta para mí. En realidad no siento que la afición se meta tanto conmigo; es un sector, y también siento que tengo el apoyo de otro», resumía el madrileño. Como en el caso de Molina, existen otras perspectivas y otras versiones. La propiedad, si tiene la suya, se la reserva.
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