La crisis del Racing mina el crédito de Molina y Cristóbal y obliga a los dueños a intervenir

En medio de esa crisis, Alfredo Pérez y Pedro Ortiz saldrán este miércoles al paso. Han anunciado una comparecencia en la que llamarán a la unidad y harán algún anuncio que guardan celosamente. Eso sí: tanto el director deportivo -este indirectamente- como el entrenador podrán examinarse de nuevo el viernes ante el Cádiz (Ramón de Carranza, 21.00 horas) salvo que se reserven otro golpe de efecto.

El deportivo es el principal problema, pero no el único. En lontanaza amenaza el pago del último plazo concursal, que se debe formalizar este año natural y asciende a cinco millones de euros. Una cantidad que de no haber un nuevo inversor -quién sabe si es la sorpresa que se guardan Alfredo Pérez y Pedro Ortiz- correrá de nuevo a cargo del Grupo Pitma. El descenso no es en consecuencia una amenaza solo deportiva. La económica es aún más evidente, estrangulando de nuevo la tesorería hasta amenazar, si no existiera el accionista de referencia, con la causa de disolución. Y lo social no marcha mejor.

El caso es que si hasta ahora la política había sido el mutismo, ante la grave crisis Pérez y Ortiz han decidido al fin dejarse ver. Será este miércoles a las 10.00 en un desayuno informativo reservado a la prensa. Desde que son los dueños del club tan solo han convocado a los medios de comunicación, más allá de declaraciones puntuales, en dos ocasiones. La primera, nada más acceder al cargo. La segunda, hace apenas tres meses tras aprobar una ampliación de capital de dos millones de euros. Este miércoles será la tercera ocasión en la quesalgan al paso en una crisis.

No es la práctica habitual de ninguno de los dos. Más bien todo lo contrario. Los dueños del Racing -lo son desde hace ya casi tres años (julio de 2017)- han preferido adoptar un perfil de baja exposición pública y delegar en profesionales para que dirijan el club. La buena marcha inicial del negocio no propició un cambio de conducta, pero el momento actual es muy distinto.

La situación del equipo -último en la clasificación y sin norte-, el racinguismo pidiendo junto a su despacho que se tomen medidas urgentes y el estadio sugiriendo a voz en grito la salida del director deportivo, Chuti Molina, al que ellos mismos le convirtieron en plenipotenciario han obligado a cambiar el paso.

El director deportivo está amortizado y su contrato, que concluye el 30 de junio de 2021, queda automáticamente rescindido en caso de descenso. Sus días en los Campos de Sport pueden estar contados. Máxime cundo la relación ya no es la misma. Molina pide una nueva inyección de capital que permita aumentar el tope salarial -no se puede descartar que sea ese el anuncio, en medio del mutismo que aún durará otra jornada-. Pérez y Ortiz tienen otra visión. Ya hicieron un esfuerzo en verano, capitalizando dos millones de deuda, y el propio Molina les comunicó que eso permitiría competir con garantías. Ahora quieren que haga su trabajo en las condiciones pactadas. Y que lo haga bien.

Tampoco sale bien parado el entrenador. Los profesionales le dan aún algo de crédito, pero no así la grada y el entorno, máxime después de que afeara veladamente al público sus protestas -hubo silbidos en el primer tiempo y cánticos de 'Chuti vete ya'- en un momento en que la afición ha llegado al hartazgo. Tampoco ha mejorado a Iván Ania ni tácticamente ni apenas en promedio de puntos (0,80 puntos el asturiano y 0,88 el andaluz, cuando el promedio mínimo de permanencia debe superar el 1,1), pero parece tener asegurada al menos una semana más. El mismo consenso en torno a su incapacidad para revertir la crisis hay sobre lo limitado de la plantilla que recibió. Y no conviene olvidar que también se ha señalado a Pérez y Ortiz por inacción. La última vez el domingo. Y acto seguido han reaccionado con la convocatoria de este miércoles.

En consecuencia, la tensión de los últimos acontecimientos y el vértigo de la Segunda B han activado mecanismos que hasta ahora estaban en la reserva. Molina, virrey con mando en plaza en todos y cada uno de los estamentos de la entidad salvo la parcela de Víctor Alonso, es el más perjudicado de esta crisis multiorgánica. Su pérdida de credibilidad tras quedar demostrado que su trabajo en la configuración de la plantilla de esta temporada ha sido estéril les ha sacado de la zona de confort en que les colocó el presupuesto del año pasado, el mayor de Segunda B.

Al director deportivo se le dio carta blanca -según él mismo admitió- para desarrollar su tarea y pese a gozar de tantas posibilidades no ha estado a la altura. La contrataciones de futbolistas veteranos que no han rendido como se esperaba, los abultados sueldos de algunos, que hacen imposible sacarles del equipo para poder liberar fichas, y los contratos largos de otros han hipotecado parte de la situación actual y futura. «Si esto sale mal, la ronda la pago yo», dijo en verano. Palabras que ahora pesan como losas.

La destitución del entrenador, Iván Ania, uno de los pilares sobre el que se trató de edificar el proyecto fue el primer indicio de que las cosas iban mal. Fue pedir la grada la cabeza de Molina y entregar él la de Ania. Era su última defensa. Ahora ya no puede echar la culpa -o no solo- a Cristóbal. Los gritos inequívocos del racinguismo señalando al director deportivo por encima de los dos entrenadores -algo inaudito en la historia del Racing- han terminado por disipar dudas sobre quien tiene más responsabilidad en lo que está llevando al club, de nuevo, a Segunda B, algo que puede significar el descalabro económico e institucional.

Por todo ello, más allá de que la situación del entrenador esté también en el aire, los dueños de la entidad han reaccionado. Todos los indicios apuntan a que además de un golpe de efecto, los propietarios buscan algo más. Lo primero lo podrían conseguir si destituyen al director deportivo, al que le queda de contrato una temporada más y que está condicionada a que el equipo se mantenga en Segunda División. De cara al racinguismo se vería como la purga de responsabilidades tras un cúmulo de errores muy graves. A fin de cuentas es para lo que realmente se concentró la afición el pasado domingo en las puertas de los Campos de Sport.

Pero la destitución de Molina no arreglaría tampoco de manera urgente el plano deportivo, supondría un gasto inmediato y dejaría al club sin responsable de fichajes a diez días para que se cierre el mercado. No es, en definitiva, la hoja de ruta. Al menos en apariencia y a corto plazo.

El trabajo del director deportivo tiene más sentido que nunca hasta el 31 de enero, cuando acabe el mercado de invierno, y lo consecuente es que si los dueños han delegado en él todo el poder de fichar se lo respeten hasta entonces. Es además la sensación que se transmite en el club; que tanto Molina como Parralo tienen aún algo de tiempo. Claro que en el primer caso con una fecha de caducidad que parece abocada al 30 de junio, como horizonte más amplio, y el técnico aún navegando entre la condición de recién llegado y la de entrenador que no gana. Su futuro es otra de las incógnitas que Pérez y Ortiz deben desvelar -si quieren- este miércoles por la mañana.

Y esta tampoco es la única. Porque en este Racing las incógnitas se multiplican. El hermetismo absoluto en el que camina el club y su distanciamiento con la masa social se hace aún más patente en este momento. Dado el poder que ha adquirido el director deportivo, es normal que todas las posibilidades giren en torno a su futuro, pero este miércoles es probable que también puedan surgir sorpresas. En materia económica, que sería otro de los apartados que podrían suponer un cambio sustancial de la situación, poco más se puede hacer dado que las maniobras financieras están supeditadas al límite salarial y a los mandatos de LaLiga. La alternativa, una nueva ampliación de capital para poder aumentar los recursos y así acceder a jugadores más cotizados. Es otro posible anuncio que se puede tener reservado para mañana. Hasta hace muy pocas semanas no era el escenario que se planteaban los patrones del Racing.

El nerviosismo por los acontecimientos es importante, puesto que el miedo de caer otra vez a Segunda B es total. Ahora bien, esta situación de hartazgo que vive el racinguismo se convertiría en colapso si mañana la comparecencia voluntaria de los propietarios tuviera por objetivo anunciar una posible salida o una propuesta de venta de las acciones. Esto -algo improbable- sería el desencadenamiento de un terremoto social e institucional de imprevisibles consecuencias. La estabilidad que se consiguió con la llegada de Pitma a la directiva ha logrado alejar los fantasmas de la desaparición que volverían irremediablemente con una noticia de ese calado. En repetidas ocasiones, Alfredo Pérez ha negado taxativamente la intención de algo así, pese a recibir ofertas de compra, pero todo es posible el el fútbol.