Cómo descerrajar una defensa
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La zaga del Racing, que presumía de solidez, se vino abajo en LeónTal vez no luzca brazalete, pero Pol Moreno es un capitán sobre el césped. El líder de la defensa, indiscutible en las alineaciones; de profesión, apagafuegos. Resolutivo y contundente. Un jefe. Y uno de los máximos responsables de que el Racing sólo hubiera encajado seis goles en diez partidos. Hasta que llegó a León, y la defensa numantina se desmoronó, con un estrépito difícil de explicar.
Minuto 66. En posición de lateral diestro accidental, Pol se encontró con el balón y, a la vez, con un problema: ¿qué hacer con él? No es que el Racing de Romo no quiera el balón, exactamente, sino más bien que no lo quiere si no es una situación ventajosa. Y, a ser posible, con velocidad. Pero, para un equipo construido para el contragolpe, nada peor que encontrarse con la propia medicina.
Y así se encontraba Pol Moreno al filo de la hora de juego, con el balón en los pies, la cabeza alta y ni un aliado en el horizonte. Sin líneas de pase, sin opciones de juego. No se movía nadie entre los verdinegros, todo era blanco. Una especie de vacío cósmico. Hizo amago, pero no lo vio claro. Volvió a mirar, durante un interminable segundo, hasta que intuyó entre los rivales a Manu Justo, haciendo un amago de desmarque, justo allí donde suele aparecer Patrick Soko. El cielo abierto.
Pero ayer ni estaba Soko, ni era el día de los racinguistas, y el pase de Moreno, su única opción real, lo interceptaron los blancos, mucho más agresivos en la segunda parte. Se lo llevaron, y lo demás ya tiene poca historia: un contragolpe vertiginoso, un balón botando en el balcón del área y un zapatazo impresionante de la joven estrella local, el canterano Aaron, le quitó las telarañas a la escuadra de Parera. Despedida y cierre. El resto de lo que ocurriera después en el Reino de León ya carecía de importancia, con un equipo derrotado y otro que se sabía vencedor, tan sólo manejando el reloj. ¿Qué había ocurrido, cómo había llegado ahí el favorito del partido, y uno de los equipos con mejor cartel y trayectoria de la Liga?
Seguramente, Pol Moreno aún tenía en la cabeza la jugada clave del partido, que no fue su pase truncado, sino una internada de Cerrajería, entre la genialidad y la mejor de las fortunas, con la que el centrocampista descerrajó la que se suponía la defensa mejor armada del campeonato.
La primera parte había sido una balsa de aceite, donde las defensas se impusieron a los ataques. Sobre todo, la racinguista, todo un mecanismo de seguridad que parecía no tener fisuras, diseñada a prueba de delanteros, a base de centrales: cuatro en línea.
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Pero cuando, ya en el tiempo añadido, el culturalista Cerrajería arrancó desde la derecha, Pol Moreno se llevó las manos a la espalda, porque los centros en esa zona los carga el diablo. Pero no buscaba un pase, sino una pared. Así que el resto de la jugada Moreno la vería como espectador. Casi tan sorprendido como los mil quinientos racinguistas que lo veían desde las gradas, atónitos. Y mucho más cabreado, desde luego.
Si los goles al borde del descanso tienen un efecto psicológico, el de Cerrajería no iba a ser menos. Volcado al ataque, el Racing ya no sería el Racing. Hasta el dibujo sobre el césped sería distinto, con Moreno cayendo a la banda diestra. Hasta aquella jugada desgraciada, que convirtió en un trámite la última media hora de juego.
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La defensa inexpugnable se había derrumbado sola; lo único que tuvo que hacer Ramón González, el técnico culturalista, fue ceder la iniciativa al Racing. Darle soga. Como explicaba hace dos décadas Johan Cruyff, un equipo es tan bueno como lo sean no sus estrellas, sino sus defensas. En el fútbol moderno, son los centrales los que inician el ataque. Y Pol Moreno vino con la vitola de saber sacar el balón. Pero de poco sirve cuando nadie se ofrece para recibirlo. Se convierte en misión imposible.
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