El difícil encargo de sustituir a Pablo Torre
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Aunque dio a entender que jugaría Borja Domínguez, Romo alineó a Yeray para suplir al mediapuntaSemblante serio y cara de concentración de Yeray Cabanzón mientras esperaba el pitido inicial. No todos los días le toca a uno tomar el testigo de Pablo Torre, con todo lo que eso ahora mismo significa. Y, sobre todo, el nivel de exigencia. Presión añadida, tal vez demasiada, para una segunda titularidad.
Un minuto y primer balón con opciones: un pase bien medido de Soko al punto de penalti, pero Yeray no pudo precisar el remate. La pegó mordida, hacia el suelo, y luego rebotó en un defensa.
Ya en el primer balón parado se hace notar la jerarquía: Yeray salta y Bustos la templa. No rehúye la brega, pero en los cuerpo a cuerpo le cuesta salir victorioso. En los saques de esquina le toca cerrar el saque en corto. En ataque, en cambio, más que ofrecerse, se queda en la línea del fuera de juego, esperando el balón al pie.
A los veinte minutos, tuvo que frenar un contragolpe, todavía en campo propio y pegado a la banda. Una entrada abajo, al pie de apoyo, expeditiva y eficaz, pero que le costaría la amarilla, a pesar de sus protestas.
Tímidos aplausos para Yeray cuando condujo un contragolpe en el 24. Cabeza levantada y mucho dominio de balón, con giro sobre su eje. Sin embargo, el exceso de conducción convirtió la jugada por definición más peligrosa en una aproximación, sin más peligro.
Aún así, no conseguía entrar en juego. Muchos balones perdidos en medio campo, aunque con grandes ayudas luego en defensa para recuperarlos, mucha lentitud en las acciones y un posicionamiento demasiado estático lastrarían su juego durante la primera media hora, que cerraría no obstante con un par de buenas conducciones, muestra de su clase.
Fuera de sitio le pilló un inesperado centro chut de Cedric, tras robar un balón en uno de esos saques de patio de colegio tan de moda. Sin embargo, el ariete no se percató de que Yeray no es Zigic, y el balón pasó un metro por encima de su cabeza.
Tampoco pudo aprovechar un regalo de Caneda, en tres cuartos de cancha, ni un balón llovido de Soko, con el portero había salido a por uvas y todavía andaba más o menos por La Rioja. Entre una nube de piernas, Yeray hizo un buen control en el área, pero no pudo hacer más.
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Tras el gol de Cedric, a punto estuvo de marcar Yeray un gol de redes sociales: el portero, tratando de sacar el balón en corto, se encontró con el pie del delantero, a centímetros.
Algo más entonado comenzó la segunda parte; un balón insustancial en banda lo convirtió, con dos recortes, en un lanzamiento desde la frontal que desviaría a córner un defensa. A la salida del saque, cazó un rechace en la frontal, pero su volea acrobática se estrellaría en la defensa.
Con el partido en fase de juego discontinuo, su siguiente intervención sería tan práctica como poco vistosa: como cabeza de la defensa en una falta lejana, recuperó un rechace en la frontal propia. Viendo que tenía a todo el equipo a su espalda, optó por un pragmático despeje, que al menos disipó todo el peligro.
Sin embargo, hizo a su entrenador saltar del banquillo y hacer un gesto a sus ayudantes. Al instante, Sergio Marcos llegó galopando desde la zona del calentamiento. Cumpliendo con la ley de Romo, esa no escrita que obliga a cambiar al canterano a la hora de juego -al menos, antes de la explosión definitiva del diez-, esta vez le tocó el turno a Yeray. Mientras Marcos le esperaba en la banda, el joven se llevó al menos una cerrada ovación de los Campos de Sport.
A pesar de no haber cuajado un gran partido, sí que fue de menos a más, mostrando cada vez más aplomo y seguridad. Cierto que el equipo no mostró la garra habitual, ese ADN que le ha impreso Torre, pero la comparación entre ambos resultaría injusta, y la afición racinguista quiso así mostrar su cariño a un jugador en el que tiene depositadas grandes esperanzas.
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