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El 'Ra, ra, ra', el cántico guerrero que los hinchas racinguistas recogieron de México para lanzarlo al aire de los campos de fútbol, también tuvo protagonismo gimnástico. Los miembros de la peña de El Tirabeque que alborotaban los momentos del juego con gritos y ... flamear de pañuelos, buscaron homogeneidad y estilo para animar al Racing e introdujeron el 'Ra, ra, ra', atraídos por la musicalidad, sencillez y fortaleza final de las notas, con ligeros arreglos y añadiendo el nombre del Racing. El cántico se presentó en los Campos de Sport atronador y solemne en la apertura del Campeonato de Cantabria de la temporada 1925-26, que enfrentaba al Racing contra su principal adversario, la Gimnástica, y que terminó con la victoria local por cuatro a uno. El público se sorprendió por el bullicio acompasado cuando los 'tirabequistas', puestos en pie, cantaban:
¡Alavivo!, ¡Alabá!
¡Alavín! ¡Bon! ¡Ban!
¡Racing! ¡Racing!
¡Ra! ¡Ra! ¡Ra!
Aquella explosión del 'Ra, ra, ra' no gustó a todos. Se temía que aquel fervor y apasionamiento pudieran alterar el orden público, ya que en aquel partido se dio la circunstancia de que la afición torrelaveguense, que en gran número había seguido a la Gimnástica hasta los Campos de Sport, fue víctima del entusiasmo desmedido de tanto cántico ruidoso que se cebaba en cada gol, y fueron cuatro los que anotó el Racing aquella tarde, provocando momentos de tensión con los hinchas gimnásticos debido al ruidoso fervor racinguista, no exento de cierta intransigencia con el rival.
Algún periodista interpretó que el cántico era toda una provocación y se atrevió incluso a publicar su petición de que interviniera el gobernador, que por cierto respondió enviando una circular a los periodistas señalando su disposición «a poner coto a tales desmanes» y advirtiendo de detenciones y multas para aquellos hinchas que profirieran «palabras insultantes» o invadieran el terreno de juego.
Aquellas acusaciones de intolerancia y provocación por el 'Ra, ra, ra' se superaron. El grito se trasladó a los campos forasteros. Se cantó en San Mamés, donde compitió con el alirón bilbaíno, y se escuchó en Madrid, mezclado con los sones de pito y tambor de los socios de la Casa de la Montaña. Se llevaría en las excursiones que centenares de racinguistas realizaban para animar a su equipo, arraigándose posteriormente por toda la geografía española hasta el extremo de que se llegó a desconocerse su importación montañesa. Pero surgió durante un partido entre el Racing y la Gimnástica.
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