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La Gradona, en apoyo a sus futbolistas. fotografías: daniel pedriza
De la fiesta al 'Chuti vete ya' en 120 minutos

De la fiesta al 'Chuti vete ya' en 120 minutos

El nuevo aire que trajeron Oltra y los fichajes y el excepcional ambiente de la previa se diluyen en el mal juego del gris Racing de Molina

Aser Falagán

Santander

Lunes, 17 de febrero 2020, 07:05

¿Quieren saber una cosa? Ayer en La Pirula se quedaron sin botellines y en la Cruz Blanca, sin pan. Como se quedó sin ilusión un racinguismo al que se la afanó un equipo, el suyo, que por no hacer no hizo ni faltas. Antes la Sidrería Cachopo había dado más de cien comidas, como le devora la moral la situación a los verdiblancos. La Toba estuvo a reventar, como los ánimos antes del partido, y si en El Sardinero alguien pedía mesa se echarban a reír, como ahora lo hacen los sufringuistas por no llorar. El trending topic en Santander era a las 16.00 horas 'La cocina está cerrada'. A las 20.15, 'El último que apague la luz'. Y ya, de paso, que Chuti cierre la puerta al salir.

Una Mareona de unos 3.000 asturianos bañaba desde primera hora Santander. Y aunque aún eran mayoría, con los locales todavía remolones, conforme avanzaba la jornada el verde comenzó a imponerse al rojo, hasta que en los Campos de Sport el reparto se convirtió en algo así como 19.000 a 3.000. Pero 3.000 sportinguistas, que no es poco.

Hacia las once de la mañana un policía nacional gijonés jubilado miraba con tristeza la taquilla. En concreto, el cartel de 'Entradas agotadas'. «¿Pero no hay ninguna?», preguntaba con un marcado acento. Ni una. «Me había dicho gente que iba a venir al partido y quería ver el campo nuevo, así que me he venido con el hijo. La última vez que estuve en Santander fue en 1986. Y ganamos ¿El campo antiguo estaba aquí?», preguntaba antes de asumir que vería el partido por la tele y de regreso. En Ribadesella, para más señas.

Mientras, Peña Herbosa comenzaba a entrar en ebullición. A la vez que la Peña Nacho Cases -esos sí que saben- aprovechaba para hacer una visita guiada a la destilería de Siderit, los bares se comenzaban a poblar. «Es bueno que venga gente así. Da gusto. Y ni un solo problema», explicaba Miguel, de La Pirula. Le esperaba todavía el 'apuré', que ya se vivía en La Rose, en Cañadío, donde una improvisada discoteca servía para la litrada de los yogurines. Y mientras, el racinguismo a la expectativa.

Pero no se crean, que también a algún verdiblanco le tocó comerse el saco del 'No hay billetes' y algún niño salió llorando de la tienda del Racing, donde con la taquilla cerrada los más audaces probaban suerte sin suerte. Porque el ambiente se respiraba desde la mañana, con El Sardinero desperezándose en medio de la surada, de selfis de los más madrugadores con el escudo del Racing sobre los Campos de Sport como fondo y de food tracks -es decir, furgonetas de perritos y helados en hortera- siguiendo el rastro del gentío. El de la previa al partido y el del Circo del Sol, que celebraba doble función para conjugarse con el Racing y hacer imposible aparcar por la zona ya hacia las dos de la tarde.

Mientras, el Sporting en el Palacio del Mar. Decenas de autobuses en el aparcamiento de Mesones. José Luis Oltra probándose la corbata verde que iba a lucir en su debut en los Campos de Sport. Los futbolistas del Racing en su casa (llegarían en su coche al estadio). Víctor Alonso y Chuti Molina, hasta hace poco casi desaparecido, preparando su regreso desde el exilio manchego para dejarse ver de nuevo en el campo después de más de un mes. En concreto, en el palco y junto al director general.

Mientras, los sportinguistas preparaban la logística. «Metemos las camisetas en una bolsa», se decían conscientes de que al haberse declarado el partido como de alto riesgo no se permitía acceder a otras zonas que no fueran la acotada para la afición visitante con distintivos roijiblancos. Como ocurrió en la ida pero al revés. Y como en la ida se cumplió la orden a regañadientes para que los aficionados se cambiaran en los baños y lucieran sin problema sus colores. Los absurdos de LaLiga, empeñada en buscar problemas donde no los hay.

Un pequeña discusión en un local porque se pedía a los aficionados que no cantaran y un canalón desprendido en Peña Herbosa eran al mismo tiempo lo más parecido a un problema que se vivía en Santander, donde hacia las cinco de la tarde, cuando la marabunta ya tenía El Sardinero como único epicentro, veía abrir otros bares que daban por televisión el partido para aquellos que no consiguieron entradas, los que abjuran del estadio e incluso para algún visitante despistado. «A ver qué pasa hoy», porfiaba Pollo embutido en la camiseta del Racing junto a Pixueto, que lucía orgulloso los colores rojiblancos y la bandera asturiana.

Para entonces muchas peñas racinguistas hacían ya guardia en El Sardinero, donde algunas habían quedado para comer. No era un partido cualquiera, por mucho que las cosas fueran a terminar como siempre. Con un gol encajado mientras terminaba la última función del Circo del Sol. Con el recién llegado Oltra cariacontecido. Con un segundo que fue la sentencia. Con triste sabor a Segunda B en los últimos minutos. Con cara de tontos.

No empezó sin embargo como siempre para las Juventudes Verdiblancas, que protestaron contra Víctor Alonso. El madrileño tuvo un momento incómodo y ya casi clásico, pero nada comparado con su compañero de asiento, un Molina que veía de nuevo cómo su proyecto hace aguas en un estadio que pide una y otra vez su salida. 'Ningún palco podrá con nosotros', decía la pancarta de los hinchas, en metafórico pie de guerra. Como a la guerra, en el sentido deportivo, llegó el Sporting a un partido en el que por momentos pareció jugarse más que el Racing. Lo veía Molina desde el palco antes de escuchar el ya habitual 'Chuti vete ya'. Los Campos de Sport dictan cada dos semanas sentencia mirando a un palco que se puede convertir en patíbulo.

Pero los gritos contra Chuti Molina fueron al final del partido. Antes, se había vivido un auténtico ambientazo en el feudo racinguista. La Fuente de Cacho en un campo prácticamente lleno -solo lascalvas de los socios que no fueron- evocaba otros tiempos. Antes, por la megafonía se pronunciaba el nombre que arrancaba los aplausos de todo el estadio: Manolo Preciado. Y miles de aplausos, verdiblancos y rojiblancos, volaban a ese cielo donde siempre brilla el sol. ¿La convivencia? De lo más cordial. Hasta el punto de que el grueso de las dos aficiones se puso de acuerdo para regalarse los oídos y silenciar a los que siguen sin entender que esto es una fiesta. Los ultras gijoneses, al final del partido, comenzaron a increpar a la afición cántabra, que respondió. La inmensa mayoría rojiblanca les afeó el gesto y eso derivó en un 'Racing, Racing' cantado en sportinguista entre los aplausos de los Campos de Sport. Era el colofón perfecto a lo que no debía ser otra cosa que un día de fiesta. El recuerdo de Manolo Preciado, Manolín, que dicen algunos, ese icono eterno de ambos equipos, no se merece otra cosa. Lástima que el fútbol no acompañara, al menos en la margen derecha del Deva. El oltrismo ya no es lo que era.

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