![El gran reto del modesto hombre orquesta](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202007/21/media/cortadas/racin-U70822434915QlC-U110856487710ogF-1248x770@Diario%20Montanes-DiarioMontanes.jpg)
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El Racing cambia el régimen plenipotenciario de Chuti Molina a una estructura deportiva colaborativa. Y pasa del control totalitario a incorporar a un auténtico hombre orquesta. Porque no es lo mismo dirigir con mano de hierro y látigo a todos los músicos que ser capaz ... de interpretar melodías con una armónica, una guitarra y un bombo a la vez. Malabarismos es lo que hacía el futuro miembro de la secretaría técnica del Racing, Pedro Menéndez Tomás (Villaviciosa, 30 de abril de 1977), durante sus ocho años de presidencia del Lealtad. De cerrar fichajes a pintar las líneas de cal del terreno de juego en un ratín. Todo eso, como experiencia, está muy bien, pero en los Campos de Sport, aunque sólo tenga que hacer funcionar un instrumento, la representación deberá ser casi perfecta. Así que éste será su gran reto.
Para el racinguismo era Pedrín. Ahora, con despacho en El Sardinero, la afición verdiblanca conocerá también su apellido. Abierto a las críticas –muchas veces desagradecidas– de sus vecinos, desde ya se expondrá a la vorágine mediática que arrastra un club como el Racing. Fue el propio Pedro Menéndez quien metió a más de 4.000 aficionados verdiblancos en el humilde Les Caleyes. Un 24 de abril de 2016, aún de mañana, los autobuses desde Cantabria desembarcaban a pares en el exterior de Les Caleyes. Y allí, con las puertas abiertas, Pedrín daba vueltas con la segadora antes de bajarse a tomarse selfis con los seguidores foráneos. Pero en el estadio verdiblanco, la que será su nueva casa, entran muchos más. Y ahí es donde juzgarán su labor. En esto del fútbol, por suerte o por desgracia, la simpatía se puede acabar muy pronto.
Pedro Menéndez presume de amistad con el exracinguista Marcelino García Toral. Ambos coincidieron también en el Lealtad. El de Careñes fue su entrenador en el club maliayo. Años después, siguen intimando. «No te metas en ese jardín, Pedro. Hay momentos en los que es mejor dar un paso atrás», le dijo Marcelino ante la intención de Pedrín de coger los mandos del equipo de Villaviciosa, al borde de la desaparición. No le hizo caso. Y si se metió en aquel jardín, ahora no tiene miedo de adentrarse en la jungla. Le ilusiona la idea. Por la magnitud de la aventura y porque ya tenía ganas de dejar de vender papeletas y mendigar patrocinios y dedicarse a lo que realmente le ha movido en todo este tiempo: el dichoso baloncito.
Movió cielo y tierra para sanear las cuentas en Les Caleyes y, o sabe mucho del fútbol modesto o tiene flor, pero lo cierto es que durante su periodo de presidencia, el Lealtad ha vivido los mejores años de su historia, pese a que ahora milite de nuevo en Tercera División. Eso sí, como el gallo del corral –finalizó campeón– y aún con posibilidad de dar el salto de categoría. Precisamente, esos tiempos de sidra y rosas comenzaron de la mano con Javi Rozada. Pedrín fichó al entrenador del cadete del Oviedo. Sin experiencia en vestuarios de adultos. El cuadro de Villaviciosa ascendió a Segunda División B. La arriesgada apuesta salió de forma inmejorable y, con el ovetense en el banquillo, el equipo cumplió su clasificación más destacada un año después.
«Al final todo se reduce a sentirse querido», resume Pedro Menéndez como acompañamiento en su cuenta de Twitter, junto a una fotografía inmerso en una fuente con niños de la base del Lealtad. Un club cuya presidencia abandonó la semana pasada, en la asamblea de la entidad. Le gustaría seguir echando una mano desde fuera, aunque el trasiego de trabajo en los Campos de Sport probablemente se lo impedirá.
Aunque humilde y cercano, Pedro Menéndez siempre piensa en grande. De ahí que aquella deuda de casi 100.000 euros y los consejos de Marcelino no le echaran para atrás. Y si había que meter a 4.000 cántabros en poco más que una caja de cerillas, se hacía. Como si se tenía que convertir, por una semana, en el concejal de festejos de Villaviciosa. Y si la localidad presume de brebaje, por qué no rebautizar el campo como el 'Estadio de la sidra'. Si lo hizo el Villarreal con la cerámica, por qué no lo puede hacer el Lealtad. La propuesta no salió adelante, pero sobre la mesa estuvo. Y así siempre. Ahora tendrá que extrapolar y poner a escala esa capacidad demostrada.
Si la suerte se atrae, el aura positiva y de buena gente que desprende Pedrín, finalmente, le ha traído esta oportunidad. Aquellas semanas de trabajo interminable en el modestísimo estadio del Lealtad; aquellas pateadas por la localidad para meter en canción a comercios y hosteleros; y ese cariño hacia un club rival acérrimo de los poderosos clubes vecinos para recibir a la marea verdiblanca ahora tienen premio. Chuti Molina tenía experiencia y todo estalló por los aires por su mal carácter y su infinidad de vicios adquiridos. Los jefes ahora han decidido optar por otra cosa. Esos mismos que aceptaron poner una de sus marcas –Aldro– sobre el negro de la camiseta del Lealtad la pasada temporada.
La afición racinguista y el propio club santanderino le homenajearon en 2017 por la acogida de abril de 2016. Esas peñas que ahora pondrán la lupa sobre su labor. El tiempo dirá si el transplante de su flor de Villaviciosa a Santander no daña la planta. Si permanece vigorosa. Lo que está claro es que el fútbol es la mayor máquina de convertir los sueños en pesadillas y Pedrín, el modesto hombre orquesta, se enfrenta al mayor y más ansiado de sus retos.
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