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Gesto serio, perfil enjuto y zapatos pintorescos. Nada define mejor en lo físico a Iván Ania, el entrenador que a la cuarta ha conseguido devolver al Racing al fútbol profesional. Con diferente perfil y manual que sus antecesores, Pedro Munitis, Ángel Viadero y Carlos Pouso. ... Y con otras armas, a grandes rasgos mejores. Como futbolista daba un perfil de jugador serio. Disciplinado y técnico; sin estridencias. Como entrenador el asunto cambia. La calma y seriedad, a veces abrumadora que transmite en la distancia corta se transfigura en intensidad arrolladora en un banquillo; una fuerza que irradia incluso a la sala de prensa. De puertas para dentro ha sabido acatar la autoridad de Molina en un club muy compartimentado. Cada uno a lo suyo excepto Chuti, que está -salvo los números- a lo de todos.
Antes incluso de llegar a Santander sabía que esta era su oportunidad. Traía buen palmarés. Incluso la agencia que lo representa, a la que no se le da nada mal este Racing, había hecho en cierto modo una excepción. No suelen llevar entrenadores, pero el asturiano les parecía una buena apuesta que, por ahora, está funcionando bien.
Su subordinación a Molina no tiene nada que ver con la falta de carácter. Al contrario. Le sobra. Como la observación. Desde hace unos meses luce en su casa una fotografía de tamaño natural de su celebración de uno de los goles. De espaldas y en el aire volando en toda su anatomía. La vio en El Diario, habló con el responsable de prensa, le pusieron en contacto con el fotógrafo y se la compró. Antes, incluso le cazó en la zona mixta de La Albericia. «¿Esta foto es tuya, no? Me gusta mucho. Tenemos que hablar de ella».
Es directo. Mucho. «¿Si no ascender sería un fracaso? Pues desde el momento en que he dicho que el objetivo es hacerlo, sí: no ascender sería un fracaso». Sencillo, evidente. Quizá no demasiado elocuente, pero tampoco es necesario.
El caso es que Iván Ania Cadavieco (Oviedo, 1977) ha conseguido lo que ya comenzaba a ser una urgencia histórica en los Campos de Sport: devolver al equipo al fútbol profesional y, de paso, renovar automáticamente su contrato y ganarse el derecho a debutar el año que viene en Segunda División, una categoría que, como la Primera, conoce de sobra en su faceta como futbolista, pero en la que aún no ha trabajado como técnico.
Y es que esta era la filosofía del joven entrenador y el nuevo proyecto verdiblanco: crecer juntos. Retirado en 2010 como futbolista del Oviedo, en 2016 debutó como entrenador en Segunda B con el Caudal y el curso pasado dirigió al Villanovense. El Racing era así su primer grande en los banquillos y una buena parada para un exfutbolista a quien no le ha pesado que casi toda su carrera haya estado marcada por los colores del Oviedo, donde se formó y vivió sus mejores temporadas antes de pasar por Tenerife, Rayo, Nástic, Cádiz y Lorca antes de retirarse de nuevo como carbayón.
Así, como testigo, ha visto resurgir a un equipo que con el cambio del siglo alumbró una enorme rivalidad con el Racing. Con su Racing, ya, con el que ha dado los primeros pasos para emular aquella historia. De momento ya está en Segunda, y su ambición no se detiene ahí.
De hecho, el exceso de vehemencia le ha jugado alguna mala pasada sobre el césped. Aunque también ha jugado a su favor en la iconografía de la hinchada, como cuando se convirtió por un día en el hombre de moda del fútbol español cuando se grabó la legendaria bronca que echó a los suyos en el vestuario de Merkatondoa tras empatar a dos contra el Izarra: «El que no haga lo que yo digo no va a jugar ni un minuto más. Ni un minuto más va a jugar. Tenedlo bien claro, ¿eh? En la segunda parte hemos sido un equipo de Regional Preferente, un equipo de cagones, de pueblo de mierda». Así mostraba su carácter en un Racing que, consciente de que en ocasiones le ha eclipsado la figura de Molina, trata de cuidar al máximo la figura del entrenador.
Aquellas palabras dejaban bien claro que no es un 'bienqueda', como cuando no dudó en declarar sus preferencias tras el partido de Copa ante el Betis: «No entrenaría nunca al Sporting. Ni yo entrenaría al Sporting ni creo que el Sporting pensase nunca en mí como entrenador», contestaba a la prensa en el que, probablemente, era el mejor momento deportivo del Racing. Su oviedismo, evidente, quedaba confirmado una vez más. Quizá también por eso le guste tanto Santander. Porque no le debe venir mal ni a él ni a su familia tener Asturias tan cerca. Y este año le tocarán además un par de visitas futboleras. Al Oviedo... y al Sporting.
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