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Patrick Soko celebra con rabia junto a Pol Moreno y Manu Justo uno de los tres goles marcados ayer.

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Patrick Soko celebra con rabia junto a Pol Moreno y Manu Justo uno de los tres goles marcados ayer. LOF
LA CONTRACRÓNICA

El mejor remedio contra la paparda

Patrick Soko. ·

El extremo racinguista demostró ayer la trascendencia que tiene para su equipo

Domingo, 19 de diciembre 2021, 16:03

Pocos jugadores tienen la trascendencia en su equipo que exhibió ayer Patrick Soko para el Racing. Y eso que, a priori, todas las miradas estaban puestas en Manu Justo, por aquello de la resolución del debate entre poner a un goleador en racha o mantener a tu delantero titular, ese por el que has apostado desde el primer momento. Y, como en Romo la sorpresa es norma, la responsabilidad de marcar los tantos parecía recaer en Justo, avalado por los últimos resultados.

Claro que ni el míster ni Soko tenían por qué saberlo, pero ayer en Almendralejo tocaba paparda: rival desahuciado, racha positiva, posibilidad de cerrar el año brillantemente... Un clásico racinguista, vamos. Algo que ni Manu Justo ni Fausto Tienza iban a poder remediar, como se hizo evidente cuando el Racing encajó el uno a cero casi a renglón seguido del pitido inicial.

El remedio, sin embargo, iba a llegar por parte de quien menos se esperaba. Después de un par de partidos más bien discretos, Patrick Soko parecía querer pasar desapercibido; de hecho, su primera acción fue frenarse, girar sobre sí mismo y retrasar el balón al lateral. Hasta parecía un poco ausente, con ese trote saltarín, los brazos caídos y el gesto algo distraído, con esa pose suya del que pasaba por allí... Hasta que le cae un balón y la lía, claro. Por si acaso, eso sí, el camerunés había tocado el césped antes de entrar al campo y se santiguó. Dos veces, que nunca se sabe.

Los tres goles del camerunés llegaron en momentos claves para el equipo cántabro

Aunque el primero en liarla sería su homólogo al otro lado del mapa, un Marco Camus que parece empeñado en reivindicarse a base de largas galopadas. Esta vez, con frivolité incluida, se encontró con Soko al borde del área y el extremo entró en diagonal para clavarla en la cepa del palo largo. Inapelable. Ocho minutos y el 'hombre medicina' de Romo ya estaba salvando el partido de su equipo. Por si fuera poco, en la celebración pidió calma a sus compañeros.

Ya había avisado en el primero que botó Pablo Torre, pero en el siguiente saque de esquina, que se embarulla y acaba bombeando Unai Medina, Soko de pronto se hizo enorme en el segundo palo. Tal vez el juego de cabeza no sea su fuerte, pero superó a los centrales e incluso sacó dos cabezas a un Manu Justo que a punto estuvo de estorbarle. Pero aquella era la tarde de Soko, definitivamente. Su carrera, con los brazos abiertos y los ojos cerrados, era toda una explosión de felicidad. Y no sería la última. Claro que, antes, el Racing volvería a liarla. A requerir los servicios del camerunés como apagafuegos. Paparda, segunda parte: un gol que te anulan mientras lo celebras, y no te enteras hasta que el rival te ha empatado.

Menos mal que Soko aún tenía mucho que decir, y de nuevo de córner puso el empate. En semifallo, con tres rivales que se estorban y acaban en el suelo, pero también vale. Algo así debía de explicar mientras trotaba celebrándolo: se señalaba la camiseta, luego al suelo, y a la vez pedía calma. Pero la alegría estaba tan desbordada que hasta el árbitro se acercó a él con una sonrisa, y el bolígrafo en la mano. ¿Sería que, a la tercera, todavía no se había quedado con su número?

Sólo era el minuto treinta, pero el Racing ya había agotado el cupo de papardas. Y Soko el de goles. Seguiría intentándolo, pero cada vez más vigilado. En los saques de esquina, por ejemplo, le abrazaría Dani Pérez, pero sin mucho amor. Tampoco el árbitro le quiso hacer mucho más caso: «Sigan, sigan», dijo cuando cayó entre tres contrarios.

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En la segunda parte acusaría el esfuerzo, pero estaba pletórico de moral. El '12' corrió la banda media docena de veces, pero también se entregó en defensa, aunque fuera con más presencia que acierto. Cada vez más cansado, a punto estuvo de compensar a Justo por robarle el protagonismo, pero apuró demasiado y el ariete se metió en fuera de juego. Y, puestos a regalar, en el ochenta y cinco le puso en bandeja a Cedric el gol de la redención, pero ni por esas.

A cinco minutos del final, flexionado y boqueando, por el rabillo del ojo pudo ver el cartelón con su número. Era su momento, aunque la ovación de la noche se la había birlado unos minutos antes Pablo Torre. El balón, eso sí, no se lo iba a quitar nadie, después de cerrar el año 2021 como trigoleador.

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