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'Lo que diga Chuti' es una frase que se repite como un mantra en el Racing. Un día, Manolo Higuera llegó a las oficinas de los Campos de Sport y se encontró con que ya tenía nuevo director deportivo. Su apuesta por su amigo ... Pachín había resultado un fiasco y 'los Pitma', como se empezaba a llamar a Alfredo Pérez y Roberto Ortiz -ya controlaban el club, aunque se lo habían ocultado a la Junta- ya comenzaban a tomar decisiones. Fueron ellos junto a Víctor Alonso los que llevaron a cabo un proceso de selección en el que solo el directivo general conocía personalmente a Molina.
El caso es que, un día, Higuera fue informado de que Molina sería el nuevo director deportivo. El cambio de poderes se estaba ya gestando y los máximos accionistas querían introducir en el Racing su modelo de gestión: menos presidencialista y con altos ejecutivos -o ejecutivos a secas, según el caso- encargados de diferentes parcelas. El caso es que José Luis Molina Ruescas (Albacete, 1964) daba el perfil. Para los números ya tenían a Alonso. Para lo deportivo querían a un tipo que controlara absolutamente el club. Y vaya si tenía fama de hacerlo. De eso y de andar sobrado de carácter.
Chuti, un nombre de guerra que ha interiorizado todo el racinguismo y que transmite tanta cercanía como terror, según el momento, no es un secretario técnico al uso. Al margen de su labor en la dirección deportiva, quiere controlar hasta el último aspecto. Suya fue la decisión de enviar al filial a Villaescusa para que solo los tacos del primer equipo pisaran el campo 1 de La Albericia. Suyos, por supuesto, todos y cada uno de los fichajes. Suya una hermética política de comunicación hacia los medios y hacia los aficionados, hasta el extremo obsesivo de colocar una cinta -después transformada en barandilla- para que los aficionados no vieran demasiado cerca a los jugadores. Suya también su omnipresencia en La Albericia y los Campos de Sport, su obsesión por seguir rastreando el mercado a cada segundo. Su vehemencia.
Porque al margen de la labor técnica de Iván Ania, el Racing 2019 es, en lo deportivo, el Racing de Chuti Molina. Fue el encargado del desagradable trabajo de hacer una tremenda limpia el pasado verano, cuando aún con Higuera en la presidencia el Racing completó la peor temporada de su historia en lo que a lo deportivo se refiere. Prescindió de canteranos, prescindió de futbolistas con los que tenía buena relación personal y prescindió de aquellos que futbolísticamente le servían pero arrastraban una dinámica muy negativa para el equipo -y en eso sí que había consenso-. A cambio de eso acometió una ambiciosa política de fichajes condicionada por el corto plazo. Por la consciencia de que ni el Racing es rentable en Segunda B ni los nuevos patrones quería estar mucho tiempo en esa categoría. Ya lo había dicho Alfredo Pérez ese mismo verano: el objetivo era subir a Primera en tres o, como máximo, cuatro años.
A cambio recibió -casi- barra libre para fichar, entendido siempre en el contexto de Segunda B. Grandilocuente en el trabajo, las formas y las palabras, se tuvo que tragar algún sapo. Él mismo aseguró que la plantilla era más barata que la del curso anterior cuando en la práctica rondará el doble. Pero el caso es que a los pocos meses de llegar a Santander, semanas incluso, ya mandaba en el club. Con el terreno perfectamente parcelado y acotado con Víctor Alonso: uno a la pelota y otro a los números, pero con las ideas muy claras. Se siente cómodo en el papel de él contra el mundo: «Yo estoy acostumbrado a tener presión. He estado en sitios donde ha sido muy difícil trabajar y a mí no me puede la presión. Estoy acostumbrado a que me maten en la prensa: a que hablen mal de mí, mientan de mí, y yo no voy a cambiar mi comportamiento. Voy a ser siempre el mismo. Y también tengo claro que tengo caducidad en el Racing. Sería un caso excepcional que el director deportivo durase años. Me gustaría ser una excepción», decía en noviembre.
Cómo se le ve. Ha articulado una rutina que conjuga la vida privada con su familia, ya en Santander, con muchas horas de trabajo. Desayuno camino de las Instalaciones Nando Yosu y de ahí a los Campos de Sport o donde toque. Utiliza el despacho, pero no es el paradigma de tipo de despacho. También a la grada y, por supuesto, vive pendiente del móvil. Con esta fase de ascenso no solo se examinaban el Racing e Iván Ania, sino también Chuti Molina; el directo deportivo que tuvo manga ancha para fichar. El del Racing -en Segunda B-. Y ha pasado la selectividad con éxito. El año que viene le toca otro curso. A ver qué dice Chuti.
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