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Resulta imposible ofrecer una cifra exacta, pero al final fueron alrededor de 2.000. A esa cifra asciende al menos el número de racinguistas desplazado ayer a Burgos. Y pudieron ser más, porque muchas personas; muchas, se quedaron sin entradas para El Plantío, un estadio ... que se le ha quedado pequeño a una ciudad como Burgos y que recién reformado luce mejor aspecto, pero sigue sin poder albergar más de 12.000 espectadores (la asistencia oficial fue de 11.153). Incluso hubo quien a falta de una hora para el arranque rondaba los aledaños del campo a la caza de un par de entradas en reventa. Sin éxito, claro. Igual que habían volado las 500 que se repartieron entre las peñas y las otras tantas reservadas para abonados se habían agotado el mismo lunes las que el Burgos puso a la venta en sus taquillas a un precio único de quince euros. La mayor parte, por cierto, para terminar en manos santanderinas.
El lleno oficial contrastaba con algunas pequeñas calvas que permitían ver las sillas blancas que dejaron libres abonados ausentes y las de los dos fondos, en los que técnicamente cabía más público. La grada de animación local, apiñada en pie en su zona. La verdiblanca, en el otro fondo, que evidenciaba que alguna entrada más se podía haber vendido. Pero en cualquier caso, lleno a todos los efectos en El Plantío, el tercero de la temporada, y este con un claro protagonismo cántabro.
El goteo verdiblanco comenzó mucho antes de mediodía. Durante todo el camino se dejaba ver ya la diáspora escalonada en las áreas de servicio de la autovía. Y ya a primera hora comenzaron a llegar los primeros desplazados a Burgos. Al centro, pero sobre todo a la Plaza División Brunete, casi al lado de El Plantío, donde la Asociación de Peñas del Racing había citado a todo el mundo. Fue donde de verdad se dejó ver el desembarco cántabro en Castilla.
Pasadas las once de la mañana llegaron los ocho autobuses de las peñas, desplazadas directamente al punto de encuentro. Allí se había incluso pactado con cuatro locales el precio de las bebidas, y hacia mediodía ya eran varios centenares los que calentaban la previa del partido en una mañana en la que, por acompañar, acompañaba hasta el tiempo. Lo de la tarde fue otro asunto.
Hacia las dos y media de la tarde el ambiente ya era festivo. La calma en El Plantío contrastaba con la fiesta organizada en División Brunete, donde ya se había entrado en calor y los cánticos se dejaban oír incluso a un par de manzanas. El dispositivo policial habitual, ni siquiera llamativo para tratarse de un partido declarado de alto riesgo -de una forma un tanto absurda, puesto que se hizo después de que se agotaran las entradas-, no tuvo apenas trabajo. Alguna identificación en el acceso al estadio que nada tenía que ver con la violencia y poco más.
Poco después de las tres de la tarde se organizó el corteo. Extremadamente breve, porque son muy pocos metros los que separan la plaza del estadio. Tan pocos que se habilitó un recorrido alternativo para que fuera un poco más largo. Tampoco demasiado, pero callejeando El Plantío estaba a apenas tres minutos y ni la Policía quería un paso por calles estrechas ni la afición quedarse sin su particular ritual de cada desplazamiento.
Al margen de la zona acotada para la afición visitante, que albergaba a mil verdiblancos (y hubieran entrado más), la afición montañesa se salpicaba por el resto del graderío. En muchos casos sin elementos identificativos, pero en otros luciendo los distintivos del Racing haciendo contrastar -o combinar- el verde con el blanco y negro burgalés.
Con todos esos ingredientes, el partido debía ser un duelo de animación, como de hecho ocurrió. Con una hinchada cántabra que se dejó oír ante la local, afanada en que no le eclipsaran los invitados para generar ese ambiente que a veces incluye LaLiga, que a veces compensa su empeño de echar a la afición de los estadios incluyendo ánimos de bote en sus resúmenes. En este caso no le iba a hacer falta.
Ni el penalti fallado por Pombo ni el gol justamente anulado al Burgos por fuera de juego enturbiaron el ambiente, especialmente cálido cuando un histórico como Fede Castaños, exjugador y extécnico de ambos equipos, salió al campo a hacer el saque de honor, recibir la ovación del público y, de paso, dos camisetas conmemorativas, una de cada club. La verdiblanca la entregó Alfredo Pérez, que viajó junto Pedro Ortiz, el director deportivo, Mikel Martija, y el representante institucional, Víctor Diego.
Tampoco caldeó el ambiente la feliz idea de LaLiga de colocar la cámara ante la que se indica a los futbolistas que celebren los goles justo delante de los más exaltados de la grada verdiblanca. El gesto y trayectoria de Mumo al festejar su tanto en el minuto 42 pudieron parecer una provocación para quien no estuviera en antecedentes -a Íñigo Vicente ya le costó en su día una amarilla que el Comité tuvo que retirar- pero en absoluto lo era. Solo otra de esas felices ideas de la mercadotecnia futbolera. Al contrario, ya con 2-0 en el marcador y el partido casi resuelto, se cantó el 'Hola, fondo norte. Hola, fondo sur'. Que era, para más señas, el racinguista.
Se fue la afición fría, como fría se quedó la tarde, por un resultado adverso que deja al Racing sin angustia, pero con problemas. Y con la sensación, la certeza, más bien, de que la marea verde podía haber sido mucho mayor sin los imponderables de un aforo pasado por agua. Porque si los Campos de Sport tienen goteras, también El Plantío, por mucha reforma que lleve, anda sobrado de ellas.
Hubo quien aprovechó para hacer noche y completar el fin de semana, pero el grueso de la tropa enfiló camino a Santander en medio de la lluvia al poco de terminar el partido, comenzando por la caravana de las peñas. La próxima cita, el sábado a las nueve de la noche en los Campos de Sport. Y, después de cuatro partidos, lo de ganar comienza a tener cierta urgencia.
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